Por el fruto se juzga el árbol
por Manuel Navarro MurilloAl igual que religiones, filosofías u otros sistemas, el Espiritismo marcha al desmenuzamiento, como el antiguo gnosticismo. Es la tendencia democrática y laicista de la época. Los trabajos más fructíferos en recopilaciones de fenómenos, dictados, estudios, o ensayos diversos, se hacen, o en el aislamiento, o con poca gente. Hay mil ejemplos, como el de Fernández Colavida.
Por eso recomendaba Allan Kardec los centros numerosos y pequeños, porque son más íntimos, se conocen mejor y suelen ser; más perseverantes, evitando mil inconvenientes y dificultades de los centros grandes, aunque éstos tengan sus funciones federativas y su papel. En los grupos pequeños se evitan los entuertos de hacer esos falsos Espiritismos antidemocráticos, irreligiosos, anticientíficos y ridículos de los antagonismos, rivalidades, competencias y antipatías; Espiritismos de mamarracho, sin Dios, sin espíritus, sin solidaridad, ni humanismo; que vanamente pretenden traer costumbres vandálicas y exclusivistas, copiadas de los partidos y sectas; que ven con mal ojo los nuevos centros y nuevas obras, queriendo restringir la libertad con tendencias ortodoxas, que se ponen en contradicción y descrédito; y sin quererlo,. dan armas a los detractores, que son felices cuando nos ven tirándonos los trastos a la cabeza.
Si queremos saber bajo qué influencia colectiva de espíritus nos hallamos, y lo que somos, no hay más que juzgar el árbol por el fruto, esto es, juzgarnos a nosotros mismos.
Si vemos algún médium, hablador por los codos, que dice adivinar los pensamientos, y a pesar de cien planchas, sin responder a nada de lo que ignora, sigue impertérrito hablando a diestro y siniestro por mesones y posadas, poniendo en ridículo la filosofía y moral espiritas, hay obsesión manifiesta.
Otros espiritistas, en pequeño número, alardean de librepensadores, y son realmente ortodoxos netos, que guardan intimidades con jesuitas, y no pierden novena, misa, sermón, ni cabo de año, contradicción palpable con lo otro; se dicen imparciales y tolerantes, y rechazan todo lo ajeno; progresistas, y son retrógrados; sinceros y leales, y venden al prójimo; fraternales, y desorientan y tergiversan cosas, provocando mixtificaciones de los grupos, o la opinión, que como las manchas de aceite cunden por donde tocan.
Extractado del Blog Curso Espírita.