Cuerpo Espiritual
Centros vitales y células
Los centros vitales son las bases energéticas que, bajo la dirección automática del alma, imprimen a las células su especialización adecuada, y tenemos todos, en el cuerpo espiritual, como recursos equivalentes, las células que producen fosfato y carbonato de calcio para la construcción de los huesos, las que se distribuyen en el recubrimiento del intestino y desempeñan complejas funciones químicas en el hígado, así como se transforman en filtros de la sangre en la intimidad de los riñones y otras tantas que se ocupan de la fabricación de sustancias indispensables a la conservación y defensa de la vida en las glándulas, en los tejidos y en los órganos que constituyen el cosmos vivo de nuestra manifestación.
Esas células, que obedecen a las órdenes del Espíritu, diferenciándose y adaptándose a las condiciones por éstas creadas, proceden del elemento primitivo y común de que todos provenimos, en la laboriosa marcha a través del decurso de los milenios, desde el seno templado del océano, cuando las formaciones protoplasmáticas fueron el fundamento de las primeras manifestaciones de la vida.
Así como la célula individual, al personalizarse en la ameba, ser unicelular que reclama ambiente apropiado y nutrición adecuada para crecer y reproducirse, garantizando la supervivencia de la especie en el océano en que se desenvuelven los billones de células que sirven a nuestro vehículo de expresión y ahora domesticadas en su casi totalidad de funciones exclusivas, necesita de sustancias especiales: agua, oxígeno y canales excretorios para multiplicarse en el trabajo específico que nuestro Espíritu le traza, encuentra, sin embargo, ese clima que les es indispensable en la estructura acuosa de nuestra constitución fisiopsicosomática, manifestándose en los líquidos extracelulares formados por el líquido intersticial y por el plasma sanguíneo.
Exteriorización de los centros vitales
Observando el cuerpo espiritual, o psicosoma, tal como lo hemos presentado en nuestra rápida síntesis como un vehículo electromagnético, a la vez que como el mismo cuerpo físico común, reconoceremos fácilmente que, como sucede en la exteriorización de la sensibilidad de los encarnados, operada por los magnetizadores corrientemente, los centros vitales a que nos referimos se exteriorizan cuando el ser humano se encuentra en el estado de encarnado, fenómeno ése que tratan habitualmente los médicos y enfermeros desencarnados durante el sueño común, en auxilio a enfermos físicos de todas las latitudes de la Tierra, plasmando renovaciones y transformaciones en el comportamiento celular mediante intervenciones en el cuerpo espiritual, conforme a la ley de los merecimientos, recursos ésos que popularizará la medicina terrestre del futuro.
Extractos del Libro "Evolución en dos mundos", por André Luiz-Chico Xavier