31 de julio de 2019

Los Adversarios Creyeron Encontrar un Argumento en la Divergencia de Opiniones

Sistemas

Los Adversarios Creyeron Encontrar un Argumento en la Divergencia de Opiniones

por Allan Kardec.

Cuando los extraños fenómenos del Espiritismo empezaron o producirse, o mejor dicho, se han renovado en estos últimos tiempos, el primer sentimiento que excitaron fue el de la duda sobre su misma realidad y aun más sobre su causa. Cuando se ha probado por testimonios irrecusables y por las experiencias que cada uno ha podido hacer, ha acontecido que todos también los han interpretado a su manera, según sus ideas personales, sus creencias o sus prevenciones; de aquí, muchos sistemas que una observación más atenta debía reducir a su justo valor.

Los adversarios del Espiritismo han creído encontrar un argumento en esta divergencia de opiniones, diciendo que los mismos espiritistas no están acordes entre sí. Esta es una razón muy pobre, si se reflexiona que todos los pasos de una ciencia naciente son necesariamente inciertos hasta que el tiempo haya permitido reunir y coordinar los hechos que pueden sentar la opinión; a medida que los hechos se completan y se observan mejor, las ideas prematuras se borran, y la unidad se establece, al menos sobre los puntos fundamentales, sino en todos los detalles. Esto es lo que ha tenido lugar en el Espiritismo; él no podía escapar de la ley común, y debía por naturaleza, prestarse más que otra cosa a diversidad de interpretaciones. Se puede aun decir que bajo este aspecto ha ido más aprisa que las otras ciencias sus primogénitas, que la medicina por ejemplo, que todavía divide a los más grandes sabios.

En el orden metódico, para seguir la marcha progresiva de las ideas, conviene colocar en primer lugar los que se pueden llamar sistemas de negación, esto es, los de los adversarios del Espiritismo. Hemos refutado sus objeciones en la introducción y en la conclusión de El libro de los Espíritus, así como en la pequeña obra titulada Qué es el Espiritismo. Sería superfluo repetir lo mismo.

Extractos del Libro "El Libro de los Médiums", por Allan Kardec.

Reflexiones: La Tristeza y la Furia

Reflexiones: La Tristeza y la Furia


En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez… un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente… Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua… Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró… Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza… Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad…, está escondida la tristeza.

Conversación con el Espíritu de una Persona Viva 8/11

El Espíritu por un Lado y el Cuerpo del Otro

Conversación con el Espíritu de una Persona Viva 8/11

por Allan Kardec.

(Segunda entrevista, 2 de diciembre de 1859)

42. Evocación. R.: Estoy aquí.

43. ¿Estáis bien dormido? – R.: No demasiado; pero no tardará.

44. ¿En el caso particular en el que os encontráis, juzgáis que sea útil de hacer la evocación en nombre de Dios, como si fuese por el Espíritu de un muerto? – R.: ¿Por qué no? ¿Creéis acaso que por qué no estoy muerto, Dios me sea indiferente?

45. ¿Si, en el instante en que os encontráis aquí, vuestro cuerpo sufriese una picadura, no lo suficientemente fuerte para despertaros, pero lo suficiente para que os estremezcáis, vuestro Espíritu la sentiría? – R.: Mi cuerpo no la sentiría.

46. ¿Vuestro Espíritu tendría consciencia de ella? – R.: Ni lo más mínimo; pero notad que me habláis de una sensación ligera, y sin ningún alcance, de importancia, en referencia al cuerpo o al Espíritu.

47. A propósito de la luz, habéis dicho que se os aparecía como en el estado de vigilia, teniendo en cuenta que vuestros ojos son como ventanas por donde llega a vuestro cerebro. Concebimos ese supuesto para la luz percibida por vuestro cuerpo; pero en este momento no es vuestro cuerpo el que percibe. ¿Veis aún por un punto circunscrito o por todo vuestro ser? – R.: Es muy difícil hacéroslo comprender; el Espíritu percibe sus sensaciones sin el concurso de los órganos, y no tiene ningún punto circunscrito para percibirlas.

48. Insisto de nuevo en saber si los objetos, el espacio que os rodea, tienen para vos el mismo colorido que cuando estáis despierto. – R.: Para mí, sí, porque mis órganos no me engañan; pero ciertos Espíritus encontrarían grandes diferencias; vos, por ejemplo, distinguís los sonidos y los colores de manera totalmente diferente.

49. ¿Percibís los olores? – R.: Mejor que vos incluso.

50. ¿Diferenciáis la luz de la oscuridad? – R.: La diferencio, si; pero la oscuridad no existe para mi como para vos; veo en ella perfectamente.

Extractos de "Revista Espírita 1860", por Allan Kardec.

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