Toda comunicación revela una inteligencia o una voluntad
por Allan Kardec.
Se conoce a los hombres por su lenguaje, y lo mismo ocurre con los espíritus; porque cualquiera que esté bien penetrado de las cualidades distintivas de cada una de las clases de la escala espiritista, podrá sin esfuerzo asignar a cada Espíritu que se presente, el rango que le conviene y el grado de estima y confianza que merece. Si la experiencia no viniera en apoyo de este principio, el simple buen sentido bastaría para demostrarlo. Poseemos, pues, como regla invariable y sin excepción, que el lenguaje de los Espíritus está siempre en relación con su grado de elevación.
El de los Espíritus realmente superiores, es constantemente digno, grave, noble; es sublime cuando el asunto lo requiere, no solamente no dicen sino cosas buenas, sino que las dicen en términos que excluyen de la materia en absoluto toda trivialidad. Por buenas que sean las cosas dichas, si están empañadas por una sola frase que acuse bajeza, tienen un signo indudable de inferioridad, e con mayor motivo si el conjunto de la comunicación lastima las conveniencias por su grosería. El lenguaje descubre siempre su origen, sea por la forma en que lo expone; así, aun cuando el Espíritu quisiera engañarnos con su pretendida superioridad, a poco de conversar con él, le descubriríamos el engaño.
El de los Espíritus realmente superiores, es constantemente digno, grave, noble; es sublime cuando el asunto lo requiere, no solamente no dicen sino cosas buenas, sino que las dicen en términos que excluyen de la materia en absoluto toda trivialidad. Por buenas que sean las cosas dichas, si están empañadas por una sola frase que acuse bajeza, tienen un signo indudable de inferioridad, e con mayor motivo si el conjunto de la comunicación lastima las conveniencias por su grosería. El lenguaje descubre siempre su origen, sea por la forma en que lo expone; así, aun cuando el Espíritu quisiera engañarnos con su pretendida superioridad, a poco de conversar con él, le descubriríamos el engaño.
La bondad y la afectuosidad son atributos esenciales de los Espíritus elevados: no se encolerizan contra los hombres ni contra los otros Espíritus; compadecen las debilidades ajenas, no critican los errores sino con moderación y sin acrimonia ni animosidad. He ahí el patrón que nos permite juzgarles en lo moral. Podemos también hacerlo en cuanto a la naturaleza de su inteligencia. Un Espíritu puede ser bueno, afable, no enseñar sino el bien, y tener conocimientos limitados, porque en él el conocimiento es todavía incompleto. No hablamos de los Espíritus notoriamente inferiores; a éstos sería perder el tiempo pedirles explicaciones sobre ciertas cosas: tanto valdría pedir a un escolar que nos dijera su opinión sobre Aristóteles, o sobre el sistema del Universo.
Pero, en ciertos aspectos, parecen esclarecidos, mientras en otros, acusan una ignorancia absoluta por sus absurdas herejías científicas. Habrá quien raciocinará muy sensatamente sobre tal punto y desbarrará sobre al otro. Es lo mismo que sucede entre nosotros: un astrónomo es sabio en lo que concierne a los astros, y puede ser muy ignorante en arquitectura, en música, en pintura, en agricultura, etcétera. Todo esto denota evidentemente un desenvolvimiento parcial, imperfecto, lo que no quiere decir que sea un mal Espíritu.
Conceptos Extractados de "Manual Práctico de las Manifestaciones Espíritas", por Allan Kardec.