29 de abril de 2019

ANTONIO UGARTE


ANTONIO UGARTE  

(1852-1918)


Don Antonio Ugarte, junto a su esposa, doña Rosa Basset, fundó la Sociedad Espírita “La Fraternidad”, en 1880, la segunda más antigua de la Argentina, actualmente sita en la calle Donado 1124, Capital. La primera fue “Constancia”, fundada por su amigo y hermano de Doctrina, don Cosme Mariño, también vigente en nuestros días.

La figura de este hombre luchador, culto y devoto divulgador de la Doctrina Espírita se agiganta con el correr del tiempo porque está hecha de humildad, entrega y amor, cualidades excelsas del alma humana, cuando se sabe hija de Dios.

Doña Rosa, (1835-1909) Rosita, como la llamaban los más cercanos, era una gran médium curadora y psicofónica. Cuentan los relatos que el salón se llenaba de personas deseosas de ser asistidas por ella, quien, hasta los últimos momentos de su vida, trabajó incansablemente como obrera fiel a Jesús, por más de treinta años. Fue directora de la escuela que existía en la Sociedad, para los estudios doctrinarios y de las tareas de asistencia social a los más necesitados, enfatizando, especialmente, el taller de costura, activo hasta nuestros días, donde las señoras trabajan para poner en práctica la máxima de Allan Kardec: “Sin caridad no hay salvación”. Fue modelo de discípula del Rabí de Nazareth, llevando su sonrisa y su mano amiga a todos los que recurrían a ella.

A pesar de la gran diferencia de edad entre ambos, ya que ella le llevaba diecisiete años, fueron una pareja muy feliz y vieron coronado su amor con una hermosa hija, María Luisa, quien continuó su obra.

Los Ugarte se inician en el Espiritismo, como la mayoría de la gente de la época, o sea, observando los fenómenos mediúmnicos, recientemente traídos de Europa, que despertaban el interés por el mundo de los Invisibles.

En 1877, estando ellos reunidos con unos amigos, en una de las acostumbradas reuniones de tertulia, donde se disfrutaba de la conversación y la música, un amigo les habla por primera vez del Espiritismo y los invita a presenciar una reunión. Allí observan, muy sorprendidos, como una mesa giraba en el aire y se levantaba, estrellándose en el techo. Luego, con ayuda de un abecedario, colocado sobre ella, se manifestaba un espíritu que dice llamarse Clara. A preguntas inteligentes, reciben respuestas, igualmente inteligentes. Esta llegó hasta el Presidente de la Nación, don Bartolomé Mitre, quien si bien no se inscribió en las filas, fue un admirador de sus enseñanzas.

Ugarte fue un gran trabajador del naciente movimiento espírita en la Argentina y desde 1888 comienza a planear la creación de una entidad que agrupara a todos los grupos espíritas dispersos por la Capital y el interior de la República. El objetivo era claro, debía existir una ley y un orden para defender a los espíritas y para unificar criterios, respecto al estudio de la doctrina y su práctica mediúmnica. Como todas las enseñanzas eran muy nuevas, existía diversidad de criterios en varios aspectos doctrinarios que perjudicaban su consolidación. Se mezclaban antiguos conocimientos populares, curanderismo y charlatanismo con las claras enseñanzas del Codificador.

Así nace la idea de formar una confederación, la CEA. Pasan los años y la reorganización se hace difícil. Algunos no aceptaban esta idea y otros intentaban ser los conductores. En 1890 se forma la primera comisión directiva pero será solamente el 14 de junio de 1900 que se consolidará la idea y así nacía la CEA. Ugarte le cede el lugar a Cosme Mariño, quien asume como el primer presidente de la Confederación Espiritista Argentina.

Eran épocas económicas difíciles. Antonio Ugarte cede su revista “La Fraternidad” a la CEA y ésta se vuelve, por varios años, el organismo oficial del Espiritismo. Asume la presidencia de la revista Manuel Sáenz Cortés. También cedió el edificio de La Fraternidad para las sesiones de la Confederación, hasta que tuviera el suyo propio.

El sueño de Ugarte fue ver concretada la unificación de todos los grupos espíritas bajo la bandera de Kardec: “Sin caridad no hay salvación” y la realidad de un profundo cambio interior en cada uno de ellos, comprometiéndose con la reforma íntima, máxima indispensable para todo trabajo espiritual.

Fuentes Consultadas:
BOGO, César. “Fraternidad Centenaria”, Publicación La Fraternidad.
BOGO, César. “Una larga trayectoria institucional – CEA”, Publicaciones de la CEA.

Extractado de Confederación Espírita Argentina.

VI Congreso Espírita Mundial 2010 - Nestor Masotti

VI Congreso Espírita Mundial 2010 - Nestor Masotti


Estamos entrando en el mundo de regeneración…

Somos espíritus inmortales, más que eso, somos espíritus en constante evolución, que vamos a vivir después de la muerte física, que vamos a continuar aumentando conocimientos, y que todos aquellos que tienen esta convicción pueden ser obreros de este nuevo mundo asentado en la convicción de la inmortalidad.

Que podamos favorecer la solidaridad, y que al final de este evento estemos más unidos, más inspirados no sólo para favorecer la unión entre nosotros sino para poder ayudar a las personas que tienen dudas, que tienen sufrimientos mayores con el fin de ayudarlos.

Mostró un recuerdo y homenaje a Rafael González Molina gracias al cual el Consejo Espírita Internacional es una realidad, habiendo sido el primer secretario general del Consejo.

Extractado de la Revista Espirita FEE.

Instinto y Aprendizaje

Instinto y Aprendizaje

por Nubor Orlando Facure

Un determinado comportamiento que no es imitado o aprendido puede, al principio, ser tenido como instintivo. Siendo así, es heredado, y debe tener una representación genética para su transmisión. No siempre a cada comportamiento corresponderá un gen para su expresión, pero probablemente tendremos una colección mayor o menor de genes orquestando ese desempeño. Es lo que ocurre para la araña que teje cuidadosamente o para la “viuda negra” que devora el macho durante la cópula.

En la programación de cualquier comportamiento animal, la densidad tanto del determinismo genético como de la participación del ambiente es compleja, y a veces contradice las interpretaciones apresuradas. Seymour Benzer realizó un experimento virtuoso con Drosófilas (“mosca de las frutas”). Ellas eran sometidas a un choque eléctrico en los pies seguido de un chorro de aire con substancia maloliente. Él descubrió que con el tiempo, las moscas “aprendieron” a “respirar hondo” cuando recibían el choque eléctrico. Así, las moscas asociaban choques con olores y se protegían del mal olor. Era un condicionamiento de moscas reproduciendo lo que Pavlov hizo con los perros.

Seymour Benzer percibió también que no todas las moscas aprendían ese comportamiento. En las que si lo aprendieron, notó la presencia de 17 genes específicamente ligados al desempeño condicionado: “choque en los pies – llenar los pulmones – evita el mal olor”. Entre los 17 genes están aquellos que Benzer denominó con buen humor: “burro”, “amnésico” y “lisiado”.
Pavlov atribuyó al córtex cerebral el “reflejo psíquico” que descubrió existir en el condicionamiento. Él se sorprendería con el trabajo de Benzer revelando una programación genética por detrás del aprendizaje que condiciona a los animales; tanto moscas, como perros, y, con certeza, también los humanos.

Es una afirmación fuerte, mas lo que Benzer parece decirnos es que nuestra “capacidad de aprender” es heredada sin esfuerzo. Lo que tenemos que hacer es contar con las oportunidades que el ambiente ofrece y no dejarlas escapar entre los dedos.

Comportamientos complejos como fobias, agresividad, fervor místico, marcas de la personalidad y composición familiar son comprobadamente heredados. (...)

Estudios posteriores demostraron que las oclusiones prolongadas de uno de los ojos de los gatos recién nacidos los privarían de visión para el resto de su vida. Eso es muy evidente para el desarrollo del habla y él aprendizaje de una lengua extranjera. Es conveniente que a los cinco años tengamos dominio adecuado del lenguaje.

Extractado del Blog Córdoba Espírita.

Un Caso de Reencarnación

Un Caso de Reencarnación

por Marina Silva

En una familia espírita de considerable nivel espiritual, nació una niña cuyo Espíritu era portador de muchos errores cometidos en otras existencias. Cuando la criatura cumplió 8 años se enfermó gravemente y, según los médicos, no había esperanza para su caso: pronto iba a desencarnar. Su familia solicitó orientación espiritual en la institución espírita adonde concurría, y allí le explicaron que el Espíritu de la niña había cometido un suicidio en una de las últimas existencias, y que en esa oportunidad desencarnaría antes de llegar a la adolescencia, para impedir que lo intentara de nuevo, y a fin de que completara algo del tiempo de vida que voluntariamente había abreviado. Asimismo, la familia solicitó a la Misericordia divina una oportunidad para educarla según los postulados espíritas, con la certeza de que lograría evitar un nuevo intento. Considerados los méritos espirituales de la familia, se le concedió a la niña un período de 10 años más. Sin embargo, cuando llegó a la adolescencia, se desvinculó de la familia y de los principios espíritas; se entregó a la drogadicción y se suicidó.

Es una anécdota que nos conduce a una profunda reflexión sobre la bondad de Dios, la cual muchas veces nos resulta difícil de comprender. Dios siempre actúa en nuestro beneficio y jamás permite las desencarnaciones prematuras, pues siempre volvemos al ámbito espiritual en el momento adecuado, cuando aceptamos la acción de la naturaleza. Esto no significa que debamos mantener una actitud de frialdad ante la muerte de un ser querido, de alguna criatura. La separación es siempre dolorosa, porque todavía somos egoístas y no hemos aprendido a amar sin apego. Nos está permitido llorar por ellos, extrañarlos, experimentar una cierta dificultad para elaborar un nuevo programa de vida sin su presencia… No obstante, debemos evitar la rebeldía para con los designios divinos, y esforzarnos por comprender las necesidades evolutivas del ser amado que se marchó. Además, debemos evitar las invocaciones angustiosas, las cuales recaen sobre él, lo torturan, lo deprimen, hacen que se estanque en su camino evolutivo o también que permanezca entre nosotros, intercambiando angustias en un círculo vicioso.

El famoso médium brasileño Francisco Cândido Xavier fue un poderoso instrumento de consuelo para las familias despojadas de sus seres queridos por la desencarnación. A través de él, muchos Espíritus se manifestaron para brindar consuelo a sus familiares, y sus pedidos más insistentes estaban dirigidos a que dejaran de quejarse, de llorar, de rebelarse por ellos, porque eso les hacía mucho daño. Niños, jóvenes y personas mayores muertas, enviaban mensajes a los vivos, para darles pruebas acerca de la vida más allá de la tumba.

Extractado de la Revista La Idea  - Centro Espírita Argentino.

La Vida Futura para el Escéptico es una Idea Vaga

La Vida Futura para el Escéptico es una Idea Vaga

por Allan Kardec.

Para liberarse del temor a la muerte, hay que contemplar a ésta desde el verdadero punto de vista, es decir, haber penetrado, con el pensamiento, en el mundo espiritual y haberse formado del porvenir una idea lo más exacta posible, lo que manifiesta en el espíritu encarnado cierto desarrollo y cierta aptitud para desembarazarse de la materia. Para aquellos que no están lo suficientemente adelantados, la vida material es preferible a la vida espiritual.
El hombre, interesándose por lo exterior, no ve la vida más que en el cuerpo, mientras que la vida real está en el alma. Estando el cuerpo privado de vida, cree que todo está perdido, y se desespera. Si en lugar de concentrar su pensamiento sobre el vestido exterior lo fijase en el origen de la vida, en el alma, que es el ser real que sobrevive a todo, se dolería menos de su cuerpo, origen de tantas miserias y dolores. Pero para esto se necesita una fuerza que el espíritu sólo adquiere con la madurez.

El temor a la muerte procede, pues, de la insuficiencia de las nociones de la vida futura, pero manifiesta la necesidad de vivir, y el miedo de que la destrucción del cuerpo sea el fin de todo está provocado por el secreto deseo de la supervivencia del alma, todavía semioculta por la incertidumbre.
El temor se debilita a medida que la certeza se forma, y desaparece cuando la certidumbre es completa.
He aquí el lado providencial de la cuestión. Era prudente no deslumbrar al hombre cuya razón no era todavía lo bastante fuerte para soportar la perspectiva, demasiado positiva y seductora, de un porvenir que le habría hecho descuidar el presente, necesario a su adelantamiento material e intelectual.

Este estado de cosas es mantenido y continuado por causas puramente humanas, que desaparecerán con el progreso.
La primera es el aspecto bajo el cual está representada la vida futura, aspecto que bastaría a inteligencias poco adelantadas, pero que no puede satisfacer las exigencias de la razón de hombres que reflexionan. Luego, refieren estos, si se nos presentan como verdades absolutas principios contradictorios por la lógica y los datos positivos de la ciencia, es que no son tales verdades. De aquí, en algunos, la incredulidad, y en muchos, una creencia mezclada con la duda.

La vida futura es para ellos una idea vaga, una probabilidad más que una certidumbre absoluta. Creen en ella, quisieran que así fuese, pero a pesar suyo dicen: “Sin embargo, ¿y si no fuese así? El presente es positivo, ocupémonos de él por de pronto, el porvenir vendrá por añadidura.” Y después, dicen: “¿Qué es en definitiva el alma? ¿Es un punto, un átomo, una chispa, una llama? ¿Cómo siente, cómo ve, cómo percibe?” El alma no es para ellos una realidad efectiva, sino una abstracción. Los seres que les son amados, reducidos al estado de átomos en su pensamiento, están, por decirlo así, perdidos para ellos, y no tienen ya a sus ojos las cualidades que los hacían amar. No comprenden ni el amor de una chispa, ni el que se puede tener por ella, y están medianamente satisfechos de ser transformados en nómadas. De aquí el regreso al positivismo de la vida terrestre, que tiene algo de más sustancial. El número de los que están dominados por estos pensamientos es considerable.

Conceptos Extractados de "El Cielo y el Infierno", por Allan Kardec.