El Instinto en el Humano
En aquellos momentos «…el instinto sigue existiendo, pero el hombre lo descuida. El instinto puede también inducir al bien. Casi siempre nos guía, y en ocasiones lo hace con más seguridad que la razón. No se extravía jamás.»
El instinto “es una especie de inteligencia. El instinto es una inteligencia no racional, y por él todos los seres atienden a sus necesidades”.
El instinto va cediendo su influencia conforme se desarrollan los sentimientos y la inteligencia. Por ello la naturaleza sabia imprime ya en el animal el sentimiento del amor, bajo sus formas más humildes y rudimentarias de la maternidad. La inteligencia racional se impone sobre la inteligencia irracional y el sentimiento se impone sobre la sensación y el instinto, porque “… los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso realizado. El hombre en su origen sólo tiene instintos; más adelantado y corrompido, sólo tiene sensaciones; pero instruido y purificado, tiene sentimientos, y el punto exquisito del sentimiento es el amor.».
En nuestro estado actual evolutivo todavía no disponemos de capacidad ni conocimientos suficientes para comprender el proceso de creación de los espíritus, sin embargo, el estudio y la observación de las Leyes Naturales nos permitirá aproximarnos al conocimiento de las etapas anteriores y posteriores a su formación. Comprendemos que el Principio Inteligente evoluciona a través de los primeros tres reinos, constituyendo en el periespíritu, o cuerpo espiritual, todos los procesos necesarios para la vida orgánica, los instintos y finalmente la vida intelectual consciente.
El periespíritu modela el cuerpo físico y es el vehículo de transmisión de los avances obtenidos a través de las sucesivas reencarnaciones del alma por los diferentes reinos. En un proceso de individualización «…los Espíritus son la individualización del principio inteligente…», por el cual se vuelve indivisible, hasta alcanzar el reino hominal, recibiendo la chispa divina o Principio Divino, empezando una nueva etapa donde será responsable de sus acciones como consecuencia de la adquisición del libre albedrío, el sentido moral, la conciencia de sí mismo y de su pasado, en busca de las facultades espirituales que le habiliten para la conquista del próximo reino, el angélico.
Los espíritus son creados simples e ignorantes, lo que significa que al principio todos somos carentes de conocimientos y tenemos idéntica aptitud para progresar mediante nuestra actividad individual, sin recibir por ello dones especiales o privilegios, que nos diferencien de cualquier otro, siendo todos hijos del mismo Creador, estableciéndose por ello la base de la igualdad y la fraternidad entre todos los seres humanos, y del amor hacia las especies inferiores en su lucha por alcanzar, por pleno derecho, el reino hominal y la equiparación como nuevos herederos de la Creación.
Todo ello muestra la bondad y grandiosidad del Plan Divino preparado para todas sus criaturas a través de la “gran Ley de Unidad que rige el Universo”(5), donde no se desprecia el esfuerzo de la más mínima de ellas en su lucha por alcanzar su destino, la perfección del Espíritu junto a Dios. De esta forma el Bien absoluto se puede definir por el cumplimiento de las leyes naturales, las cuales todas ellas, nos llevan hacia Dios, mientras que el mal sería la elección de todo aquello que nos retrase.
Extractado del Blog Asociación Espírita Gran Canaria.
MI COMENTARIO
La intuición las tenemos incorporada todos los espíritus. Es un atributo intrínseco del espíritu, como también está en una semilla que luego dará origen a algo muy específico sin intervenir ninguna otra inteligencia mas que la que Dios (Ley Universal) le asigna como creación.
Esa intuición nos da los instintos que luego vamos modelando con la razón. La razón nos permite ir llevando al nivel de conciencia o psiquis del espíritu aquello que tenemos como intuición y que nos va acercando a la verdad y al entendimiento.
Es por esto que cuando vamos avanzando en muchas oportunidades sentimos que vamos recordando y no aprendiendo. Y vamos recordando porque toda la perfección ya está en el principio espiritual. Solo hay que descubrirla.