La Obsesión Bajo el Prisma del Amor
María de la Gracia EnderEl obsesor es un hermano o hermana que enfermó. Es alguien que fue ultrajado, herido, maltratado y vilipendiado por nuestra personalidad de antes, que tanto daño hizo a tanta gente.
Los obsesores necesitan de nuestro amor o por lo menos de nuestra compasión. Somos nosotros los grandes deudores de la gran ley. Ellos son los resentidos que guardan en el alma la hiel de nuestros maltratos.
Es por eso que cuando ya estamos un poco más fortalecidos, somos compelidos a reconocer nuestra lenta evolución individual e invitados a trabajarnos para transmutar el egoísmo en amor universalista, y la iniquidad en justicia real y se nos ofrece la oportunidad de «granjear amigos con las riquezas de nuestras injusticias…» («También os digo: granjead amigos con las riquezas de la injusticia ». Jesús – Lucas 16, 9)
Cada vez que nos encontramos con nuestros deudores es una oportunidad de transformación que Dios faculta a ambas partes para recomenzar una historia que quedó mal resuelta entre algunas almas. Evidentemente que esa cobranza no es propiciada con la intuición de hacer daño a ninguna de las dos partes. ¡Al revés!… Las historias de reconciliación suelen ocurrir por la necesidad de Auto-pacificación.
Las almas culpables se sienten muy mal. La intuición de las agonías que causamos a los demás es fuente de mucho desasosiego espiritual en nuestras almas. Por tal motivo, los bienhechores espirituales nos reaproximan a esas almas que claman por justicia por las propias manos. De esa manera se suceden las oportunidades para hacer las paces y recomenzar la historia en los reencuentros de trabajo de crecimiento espiritual. Ante tal circunstancia, ambas partes son esclarecidas acerca de la importancia de esa nueva oportunidad reparadora y, por eso, hay que fortalecer la Fe y el Valor de las partes interesadas (sobre todo la del que, ahora, va a ser la víctima … ), puesto que el verdugo vendrá a cobrar todos los impuestos de todo ese tiempo de lucha, desasosiego y sufrimiento que las acciones infelices de su gran deudor dejaron en sus almas.
Las almas amigas de ambos lados de la vida se proponen a ayudar al deudor. Pero su esfuerzo será individual e intransferible. Llegada la hora de la gran batalla de luz en que el amor floreciendo en nuestras almas en forma pujante será capaz de enfrentar la incomprensión de los adversarios con paz, luz y serenidad, conmoviendo de alguna forma a los verdugos, dándoles la oportunidad de entender el porqué de sus dolores y sufrimientos prolongados, fomentándoles el deseo de amarse más para liberarse de los dolores, los odios, la sed de justicia por las propias manos, para desear soñar con nuevos rumbos de paz. Del otro lado del velo, al igual, hay un equipo preparado para socorrer al espíritu cobrador estimulándole las ganas de rendirse por amor, para aprender a conquistar su propia paz. Resultado: ¡Crece el deudor valeroso, por amor!….¡Crece el verdugo cobrador, por amor!…
Porque delante del valor y la valentía del renovado, su corazón queda tocado y el odio pierde la fuerza perseguidora dando lugar a la aurora de la voluntad de empezar un proceso de reconciliación para sellar una amistad eterna.
Extractado del Blog Luz Espiritual.