La separación del alma no ocurre instantáneamente
Según pregunta 155 del Libro de los Espíritus , como una regla general, la separación del alma no ocurre instantáneamente. Ella se libera gradualmente y no como un pájaro cautivo que, de repente, ganara la libertad.
Todo, al principio, es confuso en el momento de la muerte. El Espíritu desencarnante necesita algún tiempo para entrar en el conocimiento de sí mismo. Él se halla como que aturdido, en el estado de una persona que despertó de profundo sueño y procura orientarse sobre su situación. La lucidez de las ideas y la memoria del pasado le vuelven poco a poco, a medida que se apaga la influencia de la materia que acaba de abandonar y se disipa la especie de niebla que le oscurece los pensamientos.
El proceso de desprendimiento espiritual es lento o demorado, según el temperamento, el carácter moral y las adquisiciones espirituales de cada ser. No hay dos desencarnaciones iguales. Cada persona despierta o se demora en la perturbación, según las características propias de su personalidad.
La perturbación puede, pues, ser considerada el estado normal en el instante de la muerte, y perdurar por tiempo indefinido, variando de algunas horas a algunos años, de conformidad con el estado evolutivo del Espíritu.
Breve en el caso de las almas elevadas, puede ser larga y penosa en el caso de las almas culpables. Para aquellos que ya en la existencia corpórea se identificaron con el estado que los aguardaba, menos larga ella es, porque comprenden inmediatamente la posición en que se encuentran.
Extractado del Blog Espiritismo Siglo XXI.
MI COMENTARIO
La turbación que sobreviene al momento de la muerte tiene una duración que no se puede medir en tiempos de la tierra. Para el espíritu el tiempo no existe. Solo entiende una sucesión de acontecimientos pero no puede evaluar el tiempo que transcurre entre esos eventos.
Es por esto que algunos toman consciencia de su muerte a poco de ocurrir y otros pueden estar como suspendidos en su entendimiento por años o siglos no sintiendo que pasen esos años terrestres, casi inentendible para quienes estamos ahora encarnados.