Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 46 »
–Maestro divino, dígnate bendecir la reunión que celebramos en esta casa de paz y de servicio.Por Tu bondad, en nombre del infinito amor de nuestro Padre celestial, recibimos la sublime dádiva del trabajo regenerador.
Por tanto, en estas regiones atormentadas, somos grandes cantidades de espíritus extraviados en sufrimiento expiatorio, después de haber cometido los crímenes en que hundimos nuestras conciencias.
No obstante ser prisioneros encadenados a las penas que generamos para nosotros mismos, saludamos Tu gloria divina, sintiéndonos reconfortados.
Concédenos, Señor, la asistencia de Tus abnegados y sublimes embajadores, con el fin de que no desfallezcan nuestros buenos propósitos.
Sabemos que, sin el calor de Tus manos compasivas, muere nuestra esperanza, como muere la débil planta sin la bendición del sol...
Maestro: somos también Tus protegidos, aunque permanezcamos todavía en la cárcel de clamorosos defectos, soportando las lamentables consecuencias de nuestros crímenes.
De estos lugares tenebrosos, parten angustiosos gemidos, en busca de Tu piedad inconmensurable..., somos nosotros, los encadenados de la penitencia, que muchas veces sollozamos, suspirando por el regreso a la paz... Somos nosotros, los homicidas, los traidores, los ingratos, los perversos tránsfugas de las leyes Divinas, que recurrimos a Tu intercesión, para que nuestras conciencias, en purga dolorosa, se depuren y reaccionen yendo a Tu encuentro.
Compadécete de nosotros, que merecemos los dolores que flagelan nuestros corazones. Ayúdanos para que la aflicción sea para nosotros un remedio saludable, y socorre a nuestros hermanos que, sumergidos en las tinieblas de estos sitios, se entregan a la irresponsabilidad y a la indisciplina, multiplicando, así, las lavas de desesperación que vierten, arrasando sus almas...
A esa altura de su oración, Druso hizo una larga pausa para enjugar las lágrimas que fluían de sus ojos.
La inflexión de sus palabras, repletas de dolor, como si él mismo fuese allí un espíritu recluido en sufrimientos amargos, me impresionaba vivamente. No conseguía desviar la atención de él. Una gran emoción me constreñía el pecho y el llanto brotó de mis ojos, incontenible.
–Nos confiaste, Señor, –prosiguió Druso, compungido– la tarea de examinar los problemas de los hermanos que llaman a nuestra puerta... Nos vemos, por tanto, obligados a sondear sus sufrimientos y sus infortunios, para, de algún modo, conducirles a su reajuste.
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz