Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 67 »
–Eso quiere decir –comenté– que si les hablásemos algo con referencia a la fortuna terrena, excitando su gusto de posesión humana, indiscutiblemente nos prestarían la mayor atención...–Exactamente.
–Y, ¿por qué no hacerlo? –inquirió mi compañero con curiosidad.
–No sería lícito que desperdiciáramos nuestro tiempo –contestó nuestro amigo– máxime porque tenemos a la vista el trabajo que debemos realizar, e ignoramos, hasta ahora, cómo se desarrollarán nuestras tareas.
En efecto, entramos, y el movimiento en el interior de la casa, era para pasmar a cualquiera. Desencarnados de horrible aspecto iban y venían a través de los extensos pasillos conversando, alocados, como si estuviesen hablando consigo mismos.
Intenté comprender algo de lo que me era posible oír, y observé que el oro constituía el asunto principal de todos los pensamientos sostenidos sin nexo alguno.
Como si le fuera posible percibir con más profunda exactitud las tramas del ambiente, Silas se paró súbitamente y, dejándonos a los tres en una esquina apartada de la vieja sala, nos recomendó que esperásemos su retorno, con cautela.
Pretendía estudiar, anticipadamente, nuestro ambiente de servicio. Transcurridos algunos minutos, volvió a buscarnos.
Condujo a la hermana Alzira al aposento en que Adelia, la dueña de la casa, reposaba junto a sus hijitos, explicándonos que no era conveniente que Alzira se encontrase inmediatamente con los hermanos transformados en verdugos, y la dejamos allí bajo la custodia de Hilario que, evidentemente disgustado, aceptó no seguir con nosotros, por tener que atender a los imperativos de la vigilancia.
Una vez a solas conmigo, el Asistente aclaró que, para prestar provechosamente la ayuda, necesitaríamos, ante todo, saber oír, y que, por tanto, procurase por mi parte, no estorbar sus actividades en el caso de que me sintiera asaltado por cualquier cosa extraña, ante las actitudes que él se viera obligado a asumir.
Comprendí lo que quería decir Silas, y me dispuse a observar, aprender y contribuir.
Penetramos en una estrecha habitación, en el que alguien contemplaba grandes sumas de billetes, acariciándoles con maliciosa sonrisa.
En su propósito de tenerme bien informado, el asistente me susurró al oído:
–Este es Luis, que desligado del cuerpo por, la influencia del sueño, viene a acariciar el dinero que sustenta sus pasiones.
Enfrente de nosotros se hallaba un hombre maduro pero de aspecto todavía joven, cuyos ojos, fijos sobre aquellos fajos de billetes, expresaban su codicia victoriosa.
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz