Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 87 »
La enseñanza era preciosa, no solamente para los dos perseguidores que la observaban perplejos, sino también para nosotros que reconocíamos, una vez más, la infinita bondad del supremo Señor, que, aun en las más tenebrosas sombras, nos permite trabajar por el incesante engrandecimiento del bien como bendito precio de nuestra felicidad.Mientras volábamos de regreso, Hilario, anticipándose a la curiosidad, inclinó la conversación hacia el caso de Laudemira. ¿Era conocida de Silas desde hacía mucho tiempo? ¿Había asumido compromisos tan graves con la maternidad? ¿Qué suponían los hijos, a su lado? ¿Acreedores o deudores?
Silas sonrió complaciente y explicó:
–Sin duda, creo que el proceso redentor de nuestra amiga, sirve como tema palpitante en los estudios de causa y efecto que estáis haciendo. Se entregó a una larga pausa, como consultando su memoria, y prosiguió:
–No podemos, así de improviso sumergirnos detalladamente en el pasado que le pertenece, ni puedo, por mí mismo, cometer cualquier indiscreción, abusando de la confianza que la Mansión me otorga en el ejercicio de mis deberes. No obstante, a título de utilidad para nuestra edificación espiritual, puedo adelantarles que las penas de Laudemira, en la actualidad, son consecuencia de pesadas deudas contraídas por ella misma, hace poco más de cinco siglos. Dama de elevada situación jerárquica en la corte de Juana II, reina de Nápoles desde 1414 hasta 1435, poseía dos hermanos consanguíneos que apoyaban todos sus planes de locura, vanidad y de dominio. Se casó, pero notando que la presencia del marido ponía trabas al desarrollo de las liviandades que marcaban su carácter, acabó por mandarle apuñalar. Viuda y dueña de bienes considerables, creció en prestigio por haber favorecido el casamiento de la reina, entonces viuda de Guillermo, Duque de Austria, con Jaime de Borbón, conde de la Marche. Desde entonces, asociada más íntimamente a las aventuras de su soberana, se confió a placeres y disipaciones, con los cuales perturbó la conducta de muchos hombres de bien, y arruinó las situaciones domésticas, elevadas y dignas, de varias mujeres de su tiempo. Menospreció las sagradas oportunidades de educación y beneficencia que le fueron concedidas por la bondad Celeste, aprovechándose de su privilegiada situación en la nobleza, para desviarse en la irreflexión y en el crimen. Así que, al desencarnar en el auge de la opulencia material, a mediados del siglo XV, descendió a pavorosas profundidades infernales, en donde sufrió el asedio de feroces enemigos que no le habían perdonado sus delitos y deserciones. Sufrió por más de cien años consecutivos en las tinieblas densas, conservando la mente fija en las ilusiones que le eran propias, regresando a la carne por cuatro veces consecutivas, gracias a la intercesión de amigos del plano superior, en tremendos problemas expiatorios, en el curso de los cuales, en la condición de mujer, aunque abrazando nuevos compromisos, experimentó pavorosos vejámenes y humillaciones de parte de los hombres sin escrúpulos, que asfixiaban todos sus sueños de felicidad...
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz