6 de diciembre de 2019

Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 65 »


Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 65 »

¡Sé la abogada de nuestra causa, Mediadora celeste!
¡Haz que regresemos juntos a la carne en que hemos delinquido, para que podamos expiar nuestros errores!...
¡Concédeme la gracia de seguirle, como una servidora contenta y agradecida, unida a quien debo tanta felicidad!...
Reúnenos nuevamente en el mundo, y auxílianos para que podamos devolver con lealtad y con valor aquello que hemos robado.
No permitas, Ángel divino, que deseemos soñar con el Cielo, sin antes rescatar nuestras cuentas en la Tierra, ¡ayúdanos para que aceptemos, dignamente, el dolor que reconstruye y salva!...
Madre, ¡no nos abandones!
Estrella de nuestras vidas, ¡arráncanos de la oscuridad del valle de la muerte!...
Delante de nosotros, lo inesperado nos impelía al éxtasis. Mientras hablaba, inundada de lágrimas, Alzira se había coronado de un esplendor azulado.
La dulce claridad que irradiaba de su corazón, inundaba todo el aposento y, cuando su voz enmudeció, embargada y anhelante, un excelso chorro de luz plateada descendió de lo alto, alcanzándonos a todos y en especial al enfermo, que, al ser alcanzado por ella, lanzó un largo gemido de dolor humano consciente.
La oración de Alzira lograba un éxito que las operaciones magnéticas de Druso no habían conseguido alcanzar.
Antonio Olimpio abrió desmesuradamente los párpados y mostró en la mirada la lucidez de los que despiertan de un largo y torturador sueño... Se agitó sintiendo en su rostro las lágrimas de la esposa que lo besaba enternecida, y gritó presa de salvaje alegría: –¡Alzira! ¡Alzira!...(57)
Ella le acogió contra su pecho, con gran ternura, como si quisiera pacificar su espíritu atormentado, pero, a una señal de Silas, dos enfermeros se aproximaron restituyéndole al sueño.
Intenté decir algo a aquella sublime mujer, cuya oración nos había elevado a tan culminante emotividad, pero no lo conseguí.
Solamente aquellos que han viajado por muchos años bajo la niebla de la nostalgia y de la angustia, podrán comprender la emoción que en aquella hora nos dominó irresistiblemente. Procuré observar el semblante de Hilario, pero mi compañero sumergía su cabeza en las manos y, mirando al valeroso asistente, noté que Silas trataba de enjugar sus lágrimas...
Me consolé.

MIS OBSERVACIONES
(57) Ese es el efecto de la oración y no la intervención de Madre María. Es nuestra intención, amor y pasión que le pongamos a nuestros proyectos futuros lo que produce el cambio.

Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz


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La Ira

La Ira

por Amalia Domingo Soler

Entre los muchos defectos que adolece la humanidad, la ira es uno de los que más la perjudican, por que sus fatales resultados han ocasionado tantas víctimas en todas las esferas sociales, que su número es incalculable, desde la pelea infantil hasta el terrible duelo, y el homicidio preconcebido.
El hombre que por los atributos de soberanía que le ha concedido la naturaleza, por esa razón profunda y analítica, por ese cálculo inteligente, por ese algo divino que le distingue de las demás especies, no debia nunca abdicar sus legítimos derechos, lo vemos convertirse por medio de la ira, en la fiera más espantosa y más sangrienta que puede forjar el terror en un hombre acosado por una jauría de lobos hambrientos.
No hay pantera, no hay león herido, no hay onza ni cocodrilo más temible que un hombre embriagado de cólera.

Y la mujer, ese ser tan dulce, tan delicado, tan apacible, que debe ser la síntesis del amor y del sentimiento, de la abnegación y del sacrificio, la que debe perdonar siempre, la que debe ser el iris de paz en el hogar domestico, la que está llamada a ser la primera figura social en el mundo, cuanto se rebaja, cuanto se empequeñece, y como se denigra al descender por la resbaladiza pendiente de la ira: cuando sus ojos que solo deben espresar la dulzura y la tristeza se tornan amenazadores y sombríos, cuando sus labios que solo deben bendecir y suspirar, profieren palabras iracundas y soeces,…. cuando sus manos que solo deben tocar a otro ser para acariciarlo ó enjugar su llanto descargan fuertes golpes sobre inocentes criaturas, cuando la madre se convierte en verdugo de sus hijos, no hay más horrible ni más repugnante.
Cuando la mujer se trasforma en suspicaz agente de policía de sus criados y los persigue, y los insulta constantemente pensando que con sus continuos gritos y amenazadores reproches cumple con sus deberes de dueña de casa ¡cuan equivocada está! la mujer que tiene criados debe ser para ellos una protectora cariñosa, guardándole el debido respeto a su triste estado que harto desgraciado es el que nunca tiene voluntad propia.

La ira es el peor consejero que tenemos en la vida.
Ella desata todos los lazos humanos.
Ella separa a los padres de los hijos y a las mujeres de sus esposos, y tiene más victimas la ira que todas las pestes que han diezmado a la humanidad.

Nunca olvidaremos una escena de familia que presenciamos hace algunos años ocasionada por la ira. Los protagonistas fueron madre e hijo.Ella y él eran buenos.
Se querían profundamente, y ni el uno ni el otro eran imbéciles, antes al contrario,ella es bastante entendida, y el será un genio.
A pesar de su corta edad, hemos escuchado de sus labios, frases,…. que nos han hecho pensar, y para probar la inteligencia del tierno niño, que solo contaba 8 años, citaremos dos ejemplos a nuestros lectores.
Llegó una pascua de navidad, época en que los niños miran con avidez los aparadores de las confiterías llenos de dulces. Carlos los miró también, y vino a su casa meditabundo, comió en silencio el pobre alimento que su madre le presentó, y al terminar la comida dijo con tono sentencioso. Si yo hubiera sido Dios, no hubiese hecho los días de fiesta sino todos los dias iguales.
—¿Por qué? le preguntó su madre.
—Por que así todos los dias se hubiera lo mismo, y los pobres no tendríamos que envidiar a los ricos.
En otra ocasion llegó el día que la iglesia denomina viernes de dolores, y le dijimos a Carlos.
—Oye,hoy es el santo de tu prima Lola, es el viernes de Dolores, y por consiguiente es su día.
—No es el santo de ella únicamente, contestó Carlos, es el santo de todos los pobres, puesto que se llama viernes de los dolores, e inclinó su cabeza sobre el pecho como si el dolor le abrumara con su enorme peso.
¡Qué profundidad de pensamiento! ¡Que amarga filosofía en la temprana edad de 8 estíos!, pues bien; esta criatura pensadora y reflexiva que quería muchísimo a su pobre madre y que siempre estaba haciendo proyectos para mejorar su triste suerte, llegó un dia en que cometió una travesura de gran trascendencia y su madre quiso corregirlo, y de las palabras duras, pasó a los golpes, estos se redoblaron, y aquellas dos criaturas ya no eran la madre y el hijo, habian desaparecido y solo habian quedado dos espíritus violentos luchando brazo a brazo, cuando terminó la lucha dijo Carlos con voz seca y amarga.
—¡Qué ganas tengo de ser hombre!
—¿Para qué? le pregunto su madre.
—Para tener fuerza bastante y poderte matar.
—¿Quieres matar á tu madre?
—Tu no eres mi madre, eres una hiena, las madres..,: oh! las madres no pegan como tu.
Nunca hemos olvidado aquella escena.
La transfiguración de Carlos y su madre era horrible! en su estado normal hubieran dado su vida el uno por el otro, y dominados por la obsesión maldita de la ira, abrigaban la idea el uno de martirizar y el otro de destruir.
¡Y aquella mujer había maltratado a su hijo, y aquel hijo la primera palabra que habia pronunciado fué el dulce nombre de madre.

Nos fijamos mucho en las escenas intimas de la familia, porque son el prólogo de las historias universales.
En la casa donde reina la armonía del cariño, los niños tienen el carácter más dulce, más comunicativo, más afectuoso y mas complaciente: en cambio donde ven continúas desavenenciencias se crían huraños, recelosos, reservados y sombríos.
Los niños hacen lo que ven hacer: y hay una anécdota moral muy buena, que manifiesta la verdad de nuestras observaciones, por lo cual vamos a trascribirla.

Dicen que un matrimonio vivía en unión del padre de él, y de un hijo de 6 años: a la hora de comer notaba el niño que su abuelo comía solo en una mesita usando un cubierto de palo, en tanto que él y sus padres los tenían de plata.
Una tarde el niño estaba jugando con sus juguetes y ponía una mesa con sus platitos de plomo y otra mesita más distante con un platito de madera: su madre que lo observaba le preguntó con cierta curiosidad.
¿Para que pones aquella mesa mas pequeña?
—Para lo mismo que la pones tu; para que coma el abuelo de mis muñecos de la misma manera que come mi abuelo.
La madre algo previsora, hubo de mirar más lejos: y corrió desalada a contarle a su marido el juego de su hijo replicando del modo siguiente. Pongamos al padre a comer con nosotros, porque veo que no es bueno que los niños reparen en ciertas cosas: y el jefe de la familia ocupó su verdadero lugar, por que sus descendientes temieron verse postergados en su ancianidad.

Si bien cada espíritu trae su misión especial, la generalidad obedecen mucho a la educación que reciben y a las costumbres que los rodean.
El adagio dime con quien andas, y te diré quien eres, es una verdad inconcusa, por eso las mujeres que forman una familia deben evitar cuidadosamente los arrebatos de la ira, por que no solo se estacionan ellas, sino que detienen la marcha progresiva de sus hijos.
Una persona iracunda trunca las leyes de la naturaleza y aparta de sí a cuantos la rodean.
El temor, es la muerte del cariño.
El miedo, es la nieve que apaga el fuego del amor.
Los padres deben ser los amigos íntimos de sus hijos.
Las madres las depositarías de todos sus secretos.
Las confidentas de sus primeras impresiones.
Las consejeras de su juventud.
El puerto salvador de toda su vida.
¡Si los padres no son indulgentes con nuestros desaciertos, de quién podremos esperar misericordia!

Nunca olvidaremos un tristísimo episodio que presenciamos hace muchos años, y que nos dejó una impresión indescriptible.
Un joven estudiante de medicina sin padre ni madre, miraba en su hermano mayor un juez, inflexible, severo, iracundo y violento que no le perdonaba ninguna de las locuras juveniles que el atolondrado estudiante solía con frecuencia hacer, pero que a pesar de su intolerancia, lo mantenía y le costeaba la carrera con grandes sacrificios.
Concluyó sus estudios felizmente, (porque era muy listo) y su hermano le mandó la cantidad necesaria para pagar los gastos de la reválida.

La víspera del día en que debía revalidarse aquella desgraciada criatura, se fue a una casa de juego y perdió todo el dinero que su hermano le había mandado: volvió a su casa espantado de sí mismo, horrorizado ante la idea que su hermano vendría al día siguiente, y plenamente convencido que al saber lo ocurrido era capaz en el primer arrebato de estrangularlo, aquel infeliz reflexionó y lo dijo: ya que tantos sacrificios le he costado no debo conducirle al patíbulo, mi muerte lo salvará de él; y escribió a su hermano la carta siguiente:

«Hermano mío; te he debido más que la vida, porque a costa de muchos sacrificios me has dado una carrera, ya la he terminado; pero soy un miserable: porque he perdido en el juego la última cantidad que me has enviado para la reválida.
Sé los arrebatos de tu carácter, y sé que al verme, en tu justa cólera, no perdonarás mí grave falta, sino que cegado por la ira, serías capaz de terminar mi existencia y acabaría la tuya en el cadalso; para que esto no suceda, por que sé muy bien que sucedería, yo me encargo de concluir de una vez conmigo ya que sólo te sirvo de tormento y de vergüenza: días que para nada bueno sirven, mas vale aniquilarlos.
Perdóname hermano mío, el último disgusto que te doy.
Perdóname, porque es muy desgraciado el hombre que tiene que matarse á los 24 años, perdóname y ruega por mí.
Plácido.»

Cerró la carta y parte de la noche la pasó paseando por su cuarto, pero la familia de la casa se acostaron tranquilamente, creyendo que el estudiante repasaba sus estudios.
A la mañana siguiente, muy temprano, fuertes aldabazos despertaron a la familia que salió a recibir al hermano de Plácido, éste se comprende que conforme sintió las voces de su hermano cogió una pistola, se la apuntó en la frente, con mano tan segura, y con tan buen tino, que al entrar su hermano en la habitación resonó una fuerte denotación, y el infeliz suicida extendió los brazos y exhaló su último suspiro.
Pintar la angustia, la confusión, y el asombro y la tribulación de su hermano y de la familia, es imposible copiarla con sus vivos colores: nosotros llegamos en aquellos momentos, y no sabemos quien nos causaba más lástima si el joven muerto, ó su hermano el vivo, que con la carta entre sus manos la leía y releía, preso de una horrible convulsión.
Aquel hombre de hierro al fin pudo llorar amargamente, diciendo con acento entrecortado. Dios me castiga, he sido iracundo y avaro, he echado en cara a mi hermano repetidas veces lo mucho que me hacía gastar; últimamente he jugado a la lotería, y ayer al ver la lista me encontré que me había tocado el premio mayor; y hoy mi hermano se mata huyendo de mi avarienta ira, ¡hoy todo el dinero es mío! ¡ya soy rico! ¡ya tengo mucho oro!…. y el infeliz se miraba con tan profundo desprecio que inspiraba compasión.
Todos creímos que perdería la razón; pero no fue tan afortunado. Acompañó á su hermano al cementerio, dio muchas limosnas a los pobres y se volvió a su pueblo.
Algunos años después tuvimos ocasión de visitarle, y de un hombre fuerte, joven y vigoroso solo encontramos un esqueleto que hablaba muy bajito por que hasta el eco de su voz le atormentaba.
La gente le llamaba el santo, porque su vida era una completa penitencia, casi nunca salía de su aposento, donde la generalidad creía que rezaba y que se martirizaba con fuertes y agudos silicios de hierro: nosotros le reprendimos cariñosamente diciéndole que Dios no quería cruentos sacrificios, y el nos contestó sonriendo tristemente.
—Amiga mía, el vulgo siempre será lo mismo, siempre cree lo que no ve, ó mejor dicho, siempre da formas a lo que no lo tiene, dicen que me martirizo horriblemente, y que tengo en mi mesa una calavera, todo eso es mentira, Amalia, mire Ud. lo que tengo en mi cuarto, y nos condujo a un aposento decorado con sencillez.
Encima de la mesa de despacho que estaba arrimada a la pared, había un cuadro colgado, cubierto con un lienzo blanco: lo levantó y vimos que era el retrato del joven suicida, sobre la mesa estaban los libros de estudio de Plácido, y un papel extendido sujeto con una pistola, aquel papel era la última carta que el pobre loco escribió a su hermano, y aquella pistola el arma terrible que cortó el hilo de su vida.
—¿Necesitaré yo ponerme silicios? nos preguntó con amargura, señalando á aquellos tristes objetos.
—No supimos que contestarle, estrechamos su mano y nos separamos de él profundamente impresionados, compadeciéndole y rogando por él, al Ser Supremo.
La ira es el móvil de todas las guerras; es la tea incendiaria que divide en fracciones á la humanidad.
Odiemos la ira y compadezcamos a los iracundos; pidiéndole a Dios en nuestras plegarias, que nunca nos domine tan horrible obsesión.

Tomado del Blog "La Luz del Camino"

A Pesar de la Oposición Interesada de Algunos

Propagación del Espiritismo

A Pesar de la Oposición Interesada de Algunos

por Allan Kardec,septiembre de 1858

Sucede un fenómeno digno de ser resaltado en la propagación del Espiritismo. Hace apenas algunos años que, resucitado de las creencias antiguas, el Espiritismo ha reaparecido entre nosotros, ya no como antiguamente, a la sombra de los misterios, sino a la luz del día y a la vista de todo el mundo. Para algunos, ha sido objeto de una curiosidad pasajera, una diversión que se deja como un juguete para pasar a otro. En muchos, ha encontrado solamente la indiferencia. En la mayoría, la incredulidad, a pesar de la opinión de los filósofos cuyos nombres son evocados a cada instante en su calidad de autoridad. Esto nada tiene de sorprendente: ¿el propio Jesús convenció a todo el pueblo judío por medio de Sus milagros? ¿Su bondad y la sublimidad de Su doctrina Le hicieron encontrar gracia ante Sus jueces? ¿No fue Él tratado como bribón e impostor? Y si no se Le aplicó el epíteto de charlatán, es porque no se conocía entonces este término de nuestra civilización moderna.

Sin embargo, personas serias han visto en los fenómenos que acontecen en la actualidad algo diferente a un objeto de frivolidad. Esas personas han estudiado y profundizado con la mirada del observador concienzudo, y han encontrado, en tales fenómenos, la clave de una multitud de misterios hasta entonces incomprendidos. Esto ha sido, para esas personas, un rayo de luz. Y he aquí que, de esos hechos, ha salido toda una Doctrina, toda una Filosofía, podemos decir toda una Ciencia, inicialmente divergente según el punto de vista o la opinión personal del observador, pero poco a poco tendiente a la unidad de principio.

A pesar de la oposición interesada de algunos, sistemática entre aquellos que creen que la luz solamente puede salir de sus cerebros, esa Doctrina encuentra a numerosos partidarios, porque esclarece a las personas sobre sus verdaderos intereses presentes y futuros, porque responde a la aspiración sobre el porvenir, que queda, de alguna manera, palpable; porque satisface a la vez, en fin, la razón y la esperanza, y disipa las dudas que degenerarían en incredulidad absoluta. Ahora bien, con el Espiritismo, todas las filosofías materialistas o panteístas caen por sí solas. La duda ya no es posible con relación a la Divinidad, a la existencia del alma, a su individualidad, a su inmortalidad. El porvenir del alma se nos aparece como la luz del día, y sabemos que ese porvenir, que siempre deja una puerta abierta a la esperanza, depende de nuestra voluntad y de los esfuerzos que hacemos por el bien.

Extractos de "Revista Espírita 1858-1861", por Allan Kardec.

¿Hay Buenos y Malos Espíritus?

Sistemas

¿Hay Buenos y Malos Espíritus?

por Allan Kardec.

Es verdad que entre los Espíritus, los hay muy malos, y que no valen más que aquellos que se llaman demonios, por una razón muy sencilla: porque hay hombres muy malos, y que la muerte no les hace inmediatamente mejores, la cuestión está en saber si éstos son los únicos que puedan comunicarse. A los que lo crean así, les dirigimos las preguntas siguientes:

1ª ¿Hay buenos y malos Espíritus?

2ª ¿Dios es más poderoso que los malos Espíritus, o que los demonios, si así los queréis llamar?

3ª Afirmar que sólo los malos se comunican, es decir que los buenos no lo pueden; si esto es así, una de dos: esto tiene lugar por la voluntad, o contra la voluntad de Dios. Si es contra su voluntad, es que los malos Espíritus son más poderosos que él; si es por su voluntad, ¿por qué en su bondad, no lo permitiría a los buenos para contrabalancear la influencia de los otros?

4ª ¿Qué prueba podéis dar de la impotencia de los buenos Espíritus en comunicarse?

5ª Cuando se nos opone la sabiduría de ciertas comunicaciones, respondéis que el demonio toma todas las apariencias para seducir mejor. Sabemos en efecto, que hay Espíritus hipócritas que dan a su lenguaje un falso barniz de sabiduría; ¿pero admitís acaso que la ignorancia pueda falsificar el verdadero saber, y una mala naturaleza remendar la verdadera virtud, sin dejar penetrar nada que pudiese descubrir el fraude?

6ª Si sólo el demonio se comunica, puesto que es enemigo de Dios y de los hombres, ¿por qué recomienda orar a Dios, someterse a su voluntad, sufrir sin murmurar las tribulaciones de la vida, no ambicionar honores ni riquezas, practicar la caridad y todas las máxima de Cristo; en una palabra, hacer todo lo que es necesario para destruir su imperio? Si es el demonio quien da tales consejos, es preciso convenir que siendo tan astuto es poco diestro al suministrar armas contra sí mismo.

7ª Si los Espíritus se comunican, es porque Dios lo permite; viendo buenas y malas comunicaciones, ¿no es más lógico pensar que Dios permite unas para probarnos y otras para aconsejarnos el bien?

8ª ¿Qué pensarías de un padre que dejase a su hijo a merced de los ejemplos y consejos perniciosos, que apartase de él, y le prohibiese ver personas que pudiesen desviarle del mal? Lo que un buen padre no haría, ¿debe creerse que Dios, que es la bondad por excelencia, haga menos de lo que haría un hombre?

9ª La Iglesia reconoce como auténticas ciertas manifestaciones de la virgen y otros santos, en apariciones, visiones, comunicaciones orales, etc.; ¿acaso esta creencia no es contraria a la doctrina de la comunicación exclusiva de los demonios?

Creemos que ciertas personas han profesado esta teoría de buena fe; pero también creemos que muchas lo han hecho únicamente con el objeto de que no se ocupasen de estas cosas, a causa de las malas comunicaciones que se exponen a recibir; diciendo que sólo el diablo se manifiesta, han querido asustar, como se le dice a un niño: no toques esto, porque quema. La intención puede ser laudable, pero el fin es erróneo; porque la sola prohibición excita la curiosidad, y el miedo al diablo retiene a muy pocas gentes: se le quiere ver, aunque solo sea para saber cómo está hecho, y se quedan admirados de no encontrarlo tan negro como se creían.

Extractos del Libro "El Libro de los Médiums", por Allan Kardec.

La Esencia del Espíritu

La Esencia del Espíritu

por Amalia Domingo Soler

Un lecho de floresCierto día en que me hallaba con varios amigos de ambos sexos, se promovió la conversación sobre los distintos modos de amar, cada uno definió como supo, y después de hablar mucho para decir muy poco, me despedí de ellos confiando en que otro día ampliáramos aquella cuestión: ¡Siempre he creído en el amor grande y sublime, jamás en el rastrero o egoísta de los sentidos, que tanto y tanto empequeñece al Espíritu!

Aquel día se había hablado tanto de amor que, por la noche a solas, comparaba y reflexionaba los múltiples pareceres de aquel grupo familiar, y pensando y filosofando sobre esta ciencia secreta que cada cual desarrolla a impulsos de su adelanto, me quedé dormida.

Mi Espíritu tendió su vuelo y, al hallarme en la inmensidad, miré mi cuerpo y exclamé: ¡Qué hermosa es la libertad! ¡Qué grato es vivir lejos de la Tierra, y cuan distinta atmósfera se respira! ¿Qué es lo que yo siento Dios mío? ¡Parece que de tanta felicidad desfallezco! ¡Dadme fuerzas, señor, para que yo pueda volar en busca de ese amor purísimo que vivifica, que nos sublima y regenera!

Yo bien quisiera aspirar toda su esencia y que al volver a mi cuerpo mis miradas, mis frases y mis acciones, fueran efluvios de amor celestial.

Es tan bello el amor, que cuando se contempla la inocente mirada del niño, la sonrisa afectuosa del anciano, el beso purísimo de los padres, el cariño sin medida de los esposos, el afecto sincero del hermano, el sacrosanto lazo de la amistad o el compasivo hacia los pobres, siempre es grande, porque llena de satisfacción al Espíritu.

Tienes mucha razón murmuraron a mi oído; piensas bien, y me congratulo de ello.

En todas las clases de amor, se puede llegar a lo sublime y hacer grandes progresos.

Miré a mi alrededor, y vi a un anciano de noble aspecto que me sonreía dulcemente; cogí su mano, la llevé a mis labios y le dije:

-No os conozco ni sé quién sois; pero encuentro en vuestra tranquila mirada, un no sé qué inexplicable, que me hace sentir hacia vos un respeto y cariño a la vez, que me da vida y me hace feliz.

-A eso vengo, amiga mía, dijo el anciano estrechándome en sus brazos, a darte vida, a fortificarte con mi cariño, a alentarte con mis frases, a decirte algo del verdadero amor, de ese amor tan cacareado entre vosotros, tan mal entendido por muchos y sólo comprendido por muy pocos.

¿Quieres saber cómo se practica el amor en los espíritus de gran progreso?

Ven conmigo y ten presente todo cuanto veas, grábalo en tu mente y, cuando vuelvas al cuerpo, no lo olvides; porque todo ello te servirá de faro en lo que te queda de existencia.

El fluido de su mirada, acrecentaba mis fuerzas; yo no parecía una débil mujer, no, más bien me asemejaba a un atleta que desafiaba la Tierra, la cual veía a mis pies como una pequeña isla.

 De tiempo en tiempo, me quedaba absorta contemplando la bella perspectiva que representaba el espacio: por un lado la Tierra, iluminada por la luna, parecía la fantástica aspiración del poeta; por otro lado la naciente aurora, pura como la inocencia; más allá de los mundos rutilantes poniendo de manifiesto la inmensa sabiduría del Eterno; y aquel conjunto de luces diáfanas y nubes de fuego, me parecían en aquellos momentos notas dulcísimas, filosofía profunda, ciencia incomprensible, besos tiernísimos, amor bendito, sonrisa de Dios.

Entonces el anciano, contemplándome y gozándose a la vez de mi alegría exclamó:

-¡Goza pobre Espíritu; goza en las maravillas celestes, y que el hálito de la amorosa Providencia te fortalezca!

Momentos después nos fuimos acercando hacia la Tierra y penetramos en una casa de mediano aspecto, un anciano yacía medio moribundo en un lecho, al lado del cual, se veía una mujer joven aún, y dos niños que colmaban de caricias al enfermo.

Éste los miraba con amoroso afán, retratándose en sus ojos la más tierna gratitud.

¿Ves ese pequeño grupo? Me dijo mi compañero, ¡Pues todo él respira amor! Ese anciano que está a punto de exhalar el último suspiro, es esposo de esa mujer y padre de esos niños.

Hace tiempo que unos celos infundados, le hicieron abandonar su familia dejándola en la mayor miseria; su esposa que es un ángel con envoltura material, sufrió resignada este contratiempo, y aunque herida en lo más íntimo de su alma, siempre enseñó a sus hijos a bendecir el nombre de su padre; éste, hastiado de la vida, derrochó cuanto le quedaba de sus bienes en poco tiempo, y más tarde, no sólo se vio pobre, sino que también enfermo; cuando se halló en esa situación se acordó de su familia, empezó a reflexionar sobre su mal proceder, y el rubor asomó a su rostro.

Luchaba entre volver a su casa o entrar en el hospital; pero el temor de que su esposa le reconviniera, le hizo decidir irse al último; al hallarse a las puertas de éste, una mujer que a la sazón pasaba, le detuvo diciendo:

-¿A dónde vas? ¡Cuánto tiempo hace que te busco y no te encuentro!

Aquella mujer era su esposa; él la miró, quiso hablar y no pudo; un frío sudor inundaba su cuerpo, volvió a mirarla; en la frente de su esposa irradiaba la pureza de su alma; en sus ojos se leía la inocencia; en sus labios se dibujaba la sonrisa del amor; aquella mujer cuyo rostro resplandecía de júbilo al encontrar a su esposo, no era ni podía ser criminal; así lo comprendió él, y tomándole una mano y estrechándosela con efusión, le dijo:

-Perdóname, María, si en un momento de ceguedad dudé de ti; el culpable soy yo, que no supe mirar bien; déjame que no soy digno de tu cariño.

-¿Que no eres digno de mi cariño, respondió María, cuando te guardo en mi pecho un amor profundo? ¿Que te deje cuando tu vida es la mía? ¡Oh, no; no me separaré de ti jamás! Te seguiré con mis hijos a todas partes, porque sin ti el dolor me abruma, y la soledad me abate; porque necesito pisar la tierra que tú pisas, respirar el aire que tú respiras, llorar si tú lloras, reír si tú ríes, vivir contigo para ti, formando con nuestros alientos la atmósfera purísima del amor, qué a un tiempo, nos eleva al infinito amor de Dios.

Y María, fuego de amor inextinguible, se llevó a su esposo consigo mostrándole a sus hijos.

Ha trabajado y trabaja sin descanso, para rodearles de cuantos cuidados están a su alcance; y en este momento ese anciano morirá con la sonrisa en los labios, porque el amor sublime de su esposa, le ha regenerado y le ha hecho feliz.

Si ella no le hubiese sabido amar, él habría dejado la Tierra maldiciendo su existencia y el amor.

¡Aquí tienes amiga mía, ese amor de fuego, que es capaz de dar calor a un planeta, derretir un alma de hielo y hacer progresar a un Espíritu!

Verdaderamente, objeté yo, esa mujer sabe amar; y si toda la humanidad participara de ese amor tan grande que, olvida los defectos de sus semejantes para engrandecer al Espíritu, ciertamente seríamos más perfectos.

Días vendrán, amiga mía, en que sólo un amor puro irradiará en la Tierra, ahora aún es pronto, y los humanos no saben amar sino con los sentidos; la belleza física y el oro, atrae y fusiona de tal modo a los terrenales, que les convierte en idiotas de sus pasiones; según vayan adelantando las generaciones, irán éstas purificando su amor; y entonces, ni las riquezas ni la carne, serán la base del amor como lo son hoy; el hombre sabrá amar y respetar a la mujer, ésta engrandecerá ese amor por medio de su cultura y sus virtudes, sus espíritus se comprenderán mejor, porque estarán más nivelados en progreso, y los efluvios de su amor sincero, extendiéndose sobre sus hijos los harán ser modelos de nobleza; mas hoy en la Tierra, son contados los que saben amar; la mayoría sienten un volcán de amor en su pecho pero es tan sólo por algunos segundos; y los más constantes, en cuanto descubren un insignificante defecto en el ser querido, se aburren y se cansan de ser tolerantes; esto sucede por la pequeñez de sus espíritus, por la ignorancia que les domina y por el orgullo que les amamanta.

El verdadero amor, es ese eco dulcísimo que, resonando en nuestro corazón, nos dice a todas horas, ama con nobleza; es la aurora que nos hace sonreír, el fuego divino que da calor a nuestro ser, la balsámica brisa que con más fruición aspiramos, el efecto que más dilata nuestra alma, la filosofía constante del hombre, el viento de la razón que despeja los sentidos, el aura juguetona que acaricia el pensamiento; a él se aúnan todas las virtudes, por él hemos sido creados, por él progresamos y por él vivimos; porque, siendo Dios amor inmenso, constantemente con él nos alimenta, siendo el verdadero amor, la esencia del Espíritu.

Vuelve a tu cuerpo, amiga mía, y haz que la esencia de tu alma se evapore por la Tierra; ama desde el niño al octogenario, desde el mendigo hasta el que ciñe una corona, desde el amigo, hasta el adversario; ama también a los criminales, porque, quizás estos más que otros, necesitan de amor en ese mundo; y ama la justicia y la razón, para que, envuelta en el amor divino, al dejar la vida terrestre te remontes con los espíritus del amor.

Al terminar el anciano su última frase, abrí los ojos y me hallé sola en mi cuarto, sin espacio, sin luz y sin mi simpático compañero.

Mis ideas eran confusas; pero mi voluntad en recordarlo todo, muy grande; pedí a Dios con toda la efusión de mi alma, que no borrase de mi pensamiento aquel recuerdo, y mi súplica fue escuchada; puesto que más tarde, las ideas adquirieron más luz, cogí la pluma y escribí las líneas que anteceden:

¡Qué hermoso es el espacio!

¡Dichoso aquel que con los ojos del alma lo contempla!

¡Cuan bello es vivir entre espíritus de luz!

¡Cuánto alientan!

Yo al despertar, me sentí más fuerte, pero con ese valor que eleva; sentí amor grande, amor sublime para la humanidad entera; aquel simpático anciano de semblante risueño, me había comunicado algo de ese amor del alma que, se siente y no se explica; yo pensaba en su bondad, y recordaba sus frases de cariño.

¡Jamás en la vida he hallado tanta ternura!

Sus consejos operaban en mí una metamorfosis moral; y el fuego de su mirada, transmitiéndome un amor dulcísimo, parecía decirme: Fuego es el amor, sí, corriente eléctrica que se transmite con suma facilidad, pero que hay muy pocos que la transmitan, ve tú a engrosar el ejercicio de los que trabajan en pro del progreso, que, la generalidad de los terrenales, tiene frío en el alma y necesita envolverse con la llama sacrosanta del amor.

Y desde entonces, las flores con su aroma, las auroras con sus besos, las aves con sus trinos, y la naturaleza en su conjunto, todo, absolutísimamente todo, parece murmurar a mis oídos:

¡Amor puro, amor hasta el sacrificio, amor sublime; porque sin el amor no hay progreso, no hay luz, no hay vida!

Tomado del Blog "La Luz del Camino"