Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 78 »
No era la salud paterna lo que hería mi imaginación, sino los bienes de nuestra casa.En la hipótesis de un súbito fallecimiento de mi padre, no me resignaba en modo alguno a compartir la herencia con la mujer que, a mis ojos, ocupaba indebidamente el espacio que había correspondido a mi madre.
El asistente hizo una larga pausa, mientras mirábamos su semblante melancólico.
Yo, atónito, me preguntaba a mí mismo si realmente todo aquello que él nos relataba, había sucedido... ¿Había sido Silas, en verdad, el hombre que nos estaba refiriendo, o es que se inventaba aquella historia con el loable propósito de transformar el ánimo de los perseguidores?
No me fue posible hacer ninguna pregunta, ya que nuestro amigo, como si quisiese castigarse con aquella dolorosa confesión, prosiguió, pormenorizando:
–Pasé a maquinar planes delictivos, buscando la mejor manera de impedir que Aida accediese a nuestro patrimonio, pero sin molestar a mi padre enfermo... Y en los proyectos criminales que urdía mi cabeza, la muerte de mi madrastra, aparecía como una solución. Pero, ¿cómo suprimirla sin causar un gran sufrimiento al anciano enfermo?... ¿No sería mejor desprestigiarla, como mejor solución, a los ojos de mi padre, para que él no sufriese la nostalgia de la mujer que yo condenaba al desamparo? Estaba tramando en silencio y en la sombra, cuando la ocasión esperada vino a mi encuentro... Invitado a comparecer con su esposa en una fiesta pública, mi padre me llamó e insistió en que yo acompañase a Aida, en su representación... Por primera vez, accedí con placer... Pretendía conocer ahora, más de cerca, sus afecciones... Funestos propósitos nacían en mi cabeza... Durante el alegre ágape, hice contacto con Armando, primo de mi madrastra, que la había cortejado de soltera. Armando era un muchacho algo mayor que yo, conquistador y fanfarrón, que dividía su tiempo entre mujeres y fiestas, a quien, en contra de lo que hacía habitualmente, ofrecí mi premeditada amistad... Le traje a casa tanto como me fue posible, y dominando moralmente el ánimo de mi padre, favoreciendo su retorno a la intimidad de la mujer de quien se había enamorado algunos años antes. La playa, el teatro, el cine, así como paseos de varias clases, eran ahora los lugares donde íbamos, en los que, intencionadamente, hacía todo lo posible para echar a ambos primos uno en brazos del otro. Aida, no se dio cuenta de mi maniobra, y aunque resistió por más de un año a la galantería de su primo, acabó por ceder ante la su constante ofensiva… Fingí desconocer sus relaciones, hasta que pudiese dar a mi padre una prueba directa de los hechos... Inventaba juegos y distracciones para retener al seductor en nuestra casa... Me hice dueño de su total confianza, con el fin de utilizarle como pieza importante de mi criminal ardid y, cierta noche en la que con la mayor cautela aparenté la ausencia de nuestra casa, sabiendo que los amantes se encontraban en la habitación de al lado de la mía, llamé a mi padre que se encontraba enfermo en su habitación....
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz