Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 79 »
....y, simulando una intensa dignidad ofendida, con estudiado brío en la palabra, le hice un resumen de los hechos... Lívido y trémulo, el enfermo me exigió pruebas, a lo que respondí, llevándole tambaleante, hasta la puerta de la habitación que yo, deliberadamente había dejado mal cerrada... Bastó un fuerte empujón, y mi progenitor, desolado, encontró la prueba que deseaba... Armando, con gran cinismo, no obstante su asombro, huyó rápidamente, sabiendo que no podría esperar ataque alguno de un sexagenario abatido por su enfermedad... Mi madrastra, profundamente herida en su amor propio, dirigió al viejo esposo acusaciones humillantes, retirándose a sus aposentos particulares, en una explosión de amargura. Completando la obra terrible a la que me había dedicado, me mostré sumamente cariñoso con el enfermo, que se hallaba íntimamente aniquilado... Transcurrieron dos semanas sumamente pesadas para nuestro núcleo familiar… Mientras Aida ocupaba su lecho, asistida por dos médicos de nuestra confianza que en modo alguno conocían la oculta tragedia, yo convencía a mi padre con lamentaciones y sugerencias indirectas, para que la fortuna de nuestra casa, en su mayoría, fuera puesta a mi nombre, para salvaguardarla, ya que el segundo matrimonio no podría deshacerse ante las autoridades legales. Proseguía en mi faena delictiva, cuando mi madrastra apareció muerta... Los médicos la declararon víctima de un envenenamiento fulminante y, contrariados, notificaron a mi padre que se trataba de un suicidio, motivado seguramente por la insufrible neurastenia que afectaba a la enferma. Mi padre, se manifestó sombrío en los funerales, y yo me regocijé en mis propósitos destructores... Ahora, sí... la fortuna total de nuestra casa, pasaría a pertenecerme... Mi satánica alegría, no obstante, duró muy poco... Desde la muerte de la segunda esposa, mi padre cayó en cama para no levantarse más... Inútilmente médicos y religiosos procuraban ofrecerle mejorías y consuelos... Al final de dos meses, mi padre, que jamás había vuelto a sonreír, entró en una dolorosa agonía, en la que, a través de confidencia entrecortada por las lágrimas, me confesó que había envenenado a Aída, administrándole un violento tóxico, disuelto en el calmante habitual. Eso, sin duda alguna –me aseguraba vencido– le imponía también la muerte, ya que no conseguía perdonarse a sí mismo, que cargaba sobre sí un remordimiento constante e intolerable... Por primera vez, mi conciencia se condolió profundamente. El apego a los bienes materiales, arrasaba mi vida... El anciano querido murió en mis brazos, creyendo que mis sollozos de arrepentimiento, era llanto de amor filial. Dejando su cuerpo fatigado sepultado en la fría tierra, regresé a nuestra casa solariega, sintiéndome el más desgraciado de los seres... Todo el oro del mundo, no me proporcionaba, ahora, el más leve consuelo. Me hallaba sólo, sólo e infinitamente desgraciado... Todos los rincones y las pertenencias de nuestra habitación, me hablaban de crimen y de remordimiento...Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz
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