Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 76 »
El apego a nuestras propiedades y a nuestro dinero, me transformó en una serpiente del paraíso familiar, convirtiéndome en un verdugo intratable, naturalmente odiado por todos los que vivían en situación subalterna, en el amplio círculo de mi temporal dominio... Para amontonar monedas y multiplicar ganancias fáciles, comencé por la crueldad y acabé en las mallas del crimen...Abominé de la amistad, desprecié a los débiles y a los pobres y, ante el temor de perder la fortuna cuya posesión ambicionaba, no dudé en tener a la delincuencia, como socio infernal de mi terrible camino...
Ante las palabras del asistente, me acometió una enorme sorpresa.
¿Estaría Silas diciendo la cruda verdad, o utilizaba recursos extremos, recriminándose a sí mismo indebidamente, para regenerar a los verdugos que nos escuchaban?
De cualquier modo, Hilario y yo, habíamos prometido no comprometer su tarea y, por tanto, tácitamente, nos limitábamos a escucharle con atención.
Sintiendo, realmente, que Leonel y Clarindo se mostraban conmovidos, dando oportunidad a la asimilación de pensamientos nuevos, Silas nos invitó a todos a retirarnos de aquel ambiente.
Quería comentarnos algo de su experiencia –dijo él– pero prefería conversar con nosotros en el bendito altar de la noche, para que su memoria pudiera evocar tranquilamente los hechos que deseaba relatamos.
Afuera, las constelaciones resplandecían como luces de la creación, y el viento perfumado corría, rápidamente, como si se propusiese transportar nuestra oración o nuestra palabra, a la gloria del cielo.
Incapaz de penetrar el verdadero sentido de la inesperada actitud que el asistente acababa de asumir, le noté emocionado, como si fijase los ojos del alma en lugares distantes.
Clarindo y Leonel, naturalmente dominados por la simpatía que irradiaba de su semblante, le observaban sumisos.
Y Silas, comenzó en voz pausada, así:
–Tanto como me es posible abarcar con mi memoria presente, me acuerdo de que, en mi último viaje por los dominios de la carne, desde la niñez, me entregué a la pasión por el dinero, lo que hoy me proporciona la certeza de que, muchas veces, fui un terrible usurero entre los hombres de la Tierra. Hoy sé, por informes de instructores abnegados, que, como en otras ocasiones, reencarné, en la última existencia, en un hogar favorecido por gran fortuna, con el fin de que sufriera la tentación del oro abundante y pudiese vencerla a golpes de firme voluntad, en la labor incesante del amor fraternal, pero caí fatalmente, para desgracia mía. Yo era el hijo único de un hombre honesto que heredó considerables bienes de sus antepasados. Mi padre era un abogado correcto que, por exceso de comodidad, no se dedicaba a su profesión. Era profundamente estudioso, viviendo rodeado de libros raros, entre obligaciones sociales que, de algún modo, le sustraían su tiempo, impidiéndole la dedicación a la fe.
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz