17 de abril de 2019

Olvido del pasado

Olvido del pasado


En vano se objeta el olvido como un obstáculo para que se pueda aprovechar de la experiencia de las existencias anteriores. Si Dios ha juzgado conveniente echar un velo sobre el pasado, es porque debe ser útil.

En efecto, este recuerdo tiene inconvenientes muy graves; podría en ciertos casos humillarnos excesivamente, o bien exaltar también nuestro orgullo, y por lo mismo, poner trabas a nuestro libre albedrío; en todos los casos, hubiera ocasionado una perturbación inevitable en las relaciones sociales.

El espíritu renace a menudo en el mismo centro en donde vivió, y se encuentra en relaciones con las mismas personas, a fin de reparar el mal que les ha hecho. Si reconociese en ellas a las que ha odiado, su encono despertaría quizá, y en todos casos, se vería humillado ante los que hubiera ofendido.

Dios nos ha dado para mejorarnos precisamente lo que nos es necesario y puede bastarnos: la voz de la conciencia y nuestras tendencias instintivas y nos quita lo que pudiera dañarnos.

El hombre al nacer trae consigo lo que ha adquirido; nace según ha querido él mismo; cada existencia es para él un nuevo punto de partida; poco le importa saber lo que era; es castigado por el mal que ha hecho; sus actuales tendencias malas son indicio de lo que debe corregir, y sobre esto debe concentrar toda su atención, porque de lo que se ha corregido completamente, no queda ya rastro.

Las buenas resoluciones que ha tomado son la voz de la conciencia que le advierte de lo que es bueno o malo, y le da fuerza para resistir a las malas tentaciones. Por lo demás, ese olvido sólo tiene lugar durante la vida corporal. Cuando entra en la vida espiritual, el espíritu recobra el recuerdo del pasado; así, pues, sólo es una interrupción momentánea, como sucede en la vida terrestre durante el sueño, lo que no impide que al día siguiente se acuerde de lo que hizo la vigilia y los días precedentes.

No es sólo después de la muerte cuando el espíritu recobra el recuerdo de su pasado; se puede decir que no lo pierde nunca; porque la experiencia prueba que en la encarnación,durante el sueño del cuerpo, cuando goza de cierta libertad el espíritu tiene conciencia de sus actos anteriores; sabe por qué sufre y que sufre justamente; el recuerdo sólo se borra durante la vida exterior de relaciones. Pero a falta de un recuerdo preciso que podría serle muy penoso y perjudicarle en sus relaciones sociales, saca nuevas fuerzas en estos instantes de emancipación del alma, si supo aprovecharlos.

Extractado del Blog Albacete Espírita.

Complejidad del Espíritu

Complejidad del Espíritu

por Jacques Peccatte

Dentro de toda su complejidad, el espíritu humano puede vivir múltiples miserias, ya sean éstas personales, o externas a sí mismo. Puede tener desinterés por la vida, ser depresivo, falto de autoestima, etc. Igualmente puede ser víctima de un entorno que impide todo desarrollo (pobreza, violencia familiar, violencia social, hambre, guerra, etc.). Hay pues cierto condicionamiento, creado a la vez por un psiquismo (equilibrado o alterado) resultante de un pasado cercano o remoto y de un entorno favorable o desfavorable a su equilibrio.

Cada espíritu encarnado lleva el peso de lo que es, de su personalidad, de su carácter labrado por sus vidas pasadas. Lleva igualmente el peso de todo lo que ha hecho su historia en la vida actual desde su nacimiento. Y, dentro de la diversidad de vidas y de recorridos, no hay dos seres humanos idénticos que tengan exactamente las mismas oportunidades o las mismas dificultades. Entonces, antes de hablar del guía, es preciso tener en cuenta en primer lugar la historia y el estado de espíritu de cada uno. Individualmente no somos más que el resultado de nuestra vida actual y de las precedentes.

Esta historia es al mismo tiempo colectiva en la medida en que con frecuencia encontramos de una vida a otra a personas que hemos conocido, con quienes cumplimos una trayectoria a la cual el guía no es extraño, porque él fue un espíritu conocido y amado en una o varias vidas anteriores y a veces igualmente hasta en esta vida actual.

Extractado de la Revista Le Journal Spirite.

La disciplina del silencio según Pitágoras

La disciplina del silencio según Pitágoras

La disciplina del silencio según Pitágoras tenía como objetivo dar forma a una mente más reflexiva mediante el autocontrol de la palabra. A través de este tipo de prácticas ascéticas, el sabio de la escuela de Crotona enseñó a cientos de hombres y mujeres que solo cuando nos abstraemos del mundo sensible, podemos tomar contacto con el propio yo y alcanzar así la auténtica sabiduría.

Hace más de 2500 años que Pitágoras de Samos introdujo este principio en el mundo occidental. El célebre matemático y filósofo griego había pasado dos décadas de su vida en Egipto aprendiendo bajo la tutela de varios hierofantes en Tebas y en Menfis. Más tarde, se marchó hasta Babilonia para estudiar astrología y los principios del karma y la meditación.

Todos estos conocimientos adquiridos le sirvieron para crear su famosa escuela en Crotona, la cual, tenía una sola regla a la hora de permitir el acceso a cualquier alumno: que este pasara previamente cinco años en riguroso silencioso. A aquellos que ya tenían una personalidad serena y centrada, les bastaba «solo» con dos años.

Sitio Web "La Mente es Maravillosa"   Leer artículo completo >>>

Del estado de transición

Del estado de transición

por Allan Kardec.

El alma, una vez desprendida de lo restos de sus envolturas corporales, se halla en un estado o normal de Espíritu: solamente entonces es cuando se presenta tal cual es: sus cualidades y sus defectos, sus imperfecciones, sus prejuicios, sus prevenciones, sus ideas mezquinas o ridículas, persisten sin modificación durante toda su vida errante, así sea de mil años: le hace falta atravesar una nueva instancia de la vida corporal para dejar en ella algunas de sus impurezas y elevarse algunos grados.

Nosotros hemos visto quien después de doscientos años de vida errante, conservaba las manías y pequeñeces que se le conocieron en vida, mientras que otros despliegan casi inmediatamente una gran superioridad.

A propósito del estado de transición se querrá saber, naturalmente, sí ese momento es doloroso. Nos limitaremos a decir, pues, que para el hombre de bien, para aquel que duerme en la paz de una conciencia tranquila, pura, y no teme ninguna mirada escrutadora, el despertar es siempre calmoso, dulce y apacible; para aquel cuya conciencia está cargada de remordimientos, para el hombre material que ha puesto todo su empeño en la satisfacción de su cuerpo, para aquel que ha hecho mal uso de los favores que la Providencia le concedió, es terrible.

Sí, estos Espíritus sufren en el instante en que abandonan la vida; sufren mucho, y su sufrimiento puede durar tanto como su vida errante. Este sufrimiento, aunque no es más que moral, no deja de ser punzante, porque no siempre le es dado ver el término, y sufren hasta que un rayo de esperanza viene a lucir ante sus ojos. Esta esperanza podemos hacerla nacer conversando con ellos. Buenas palabras, testimonios de simpatía, razonamientos alentadores, son para ellos un alivio, al que pueden cooperar los buenos Espíritus que llamamos en nuestra ayuda para secundar nuestras intenciones.

Un suicida evocado poco tiempo después de su muerte nos describe sus torturas. -¿Cuánto durarán?, le preguntamos. -No lo sé, y esto es lo que me desespera, nos contesto. Un Espíritu superior que estaba presente, dijo entonces espontaneo: “Durarán hasta el término natural de la vida que voluntariamente ha interrumpido.” - Gracias, dijo el otro, por lo que aquel que está allí acaba de decirme!

Conceptos Extractados de "Manual Práctico de las Manifestaciones Espíritas", por Allan Kardec.