Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 35 »
Aquí no encontraremos, en este inmenso palco de la angustia, almas simples e inocentes, y sí criaturas que abusaron de la inteligencia y del poder, y que, habiendo sido voluntariamente sordas a la prudencia, se extraviaron en los abismos de la locura y la crueldad, del egoísmo y de la ingratitud, haciéndose temporalmente presas de las creaciones mentales, insensatas y monstruosas, que para sí mismas tejieron.Nuestra conversación fue interrumpida, delante de una pequeña casa que se confundía con la neblina reinante de cuyo interior brotaba un reconfortante chorro de luz.
Unos enormes perros, que podíamos divisar desde lejos, a la claridad oscilante, ladraban de un extraño modo al sentir nuestra presencia.
De pronto, un compañero de alto porte y rudo aspecto, apareció y nos saludó desde la diminuta cancela que nos separaba de la entrada, abriéndonos el paso.
Silas nos presentó.
Era Orzil, uno de los guardianes de la Mansión, de servicio en las zonas tenebrosas. A los pocos instantes, nos hallábamos en la intimidad de aquel puesto templado.
A las palabras del guardián, dos de los seis grandes perros se acomodaron junto a nosotros, echándose a nuestros pies.
Orzil era de constitución gigante, parecía un oso con forma humana.
En el espejo de sus limpios ojos, mostraba sinceridad y devoción. Tuve la nítida idea de que nos hallábamos ante un penitenciario confeso, camino de una segura regeneración.
En la sala estrecha y sencilla, se alineaban algunos bancos y, encima de ellos, se destacaba un nicho ovalado en cuyo saliente había una cruz tosca, alumbrada por una luz en forma de concha.
Orzil se ausentó para sosegar aquellos grandes animales poco domesticados, sin salir del interior de la choza y, mientras tanto, el asistente nos informó:
–Es un amigo de cultura todavía escasa, que se comprometió a través de delitos lamentables en el mundo. Sufrió mucho bajo el imperio de antiguos adversarios, pero actualmente, después de una larga permanencia en la Mansión, viene prestando una valiosa ayuda en esta amplia región en que se refugia la desesperación. Es ayudado, ayudando a los demás. Y, sirviendo con desinterés y devoción fraternal, no solamente se reeduca, sino que, a la vez, suavizará el campo de la nueva existencia que le espera en el plano físico, gracias a las simpatías que está atrayendo en su favor.
–¿Vive solo? –pregunté soportando mal mi curiosidad.
–Se dedica a meditaciones y a estudios de naturaleza personal, –comentó Silas con paciencia– pero, como sucede a muchos otros auxiliares, tiene consigo algunas celdas ocupadas por entidades que se hallan bajo tratamiento, próximas a ser recibidas en nuestra institución.
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz