Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 38 »
Amparado por las vibraciones de auxilio que el asistente le enviaba, según percibí, restregó sus ojos como quien busca liberarse de unos garfios imperceptibles, y registró nuestra presencia. Avanzó de un salto hacia nosotros, apoyándose en las rejas que nos separaban, y gritó, enloquecido:–¿Quiénes sois? ¿jueces? ¿jueces?...
Y deshaciéndose en lamentos que desgarraban nuestros corazones, añadió:
–Luché durante veinticinco años para adueñarme de la herencia que me correspondía por la muerte de mis abuelos... y cuando la tuve en mis manos, la muerte me arrebató el cuerpo sin piedad... No me resigné a esa pena y permanecí en mi vieja casa... Deseaba, por lo menos, acompañar el reparto de la expoliación que se me hacía pero mis muchachos maldecían mi influencia, imponiéndome a cada paso, frases venenosas y hostiles... No satisfechos con las agresiones mentales que me inflingían, comenzaron a perseguir a mi segunda esposa, que había sido para ellos más madre que madrastra, dándole tóxicos como si fuesen medicinas inofensivas, hasta que la pobrecita fue internada en un manicomio, sin esperanza alguna de recuperación... Todo por causa de nuestro dinero que esos malvados quieren coger... Ante tal injusticia, pensé suplicar el favor de los seres que pueblan las esferas tenebrosas, porque solamente los genios del mal deben ser los fieles ejecutores de una gran venganza...
Intentó enjugar las lágrimas de desesperación, y agregó: –¡decidme! ... ¿Por qué habré alimentado a infelices ladrones mientras creía abrazar a hijos de mi alma? ¡Me casé cuando era joven, acariciando sueños de amor, y solamente generé espinas de odio!...
Como la voz de Silas le recomendaba calma, el infortunado vociferó:
–¡Nunca! ¡nunca perdonaré!... Recurrí a los infiernos sabiendo que los santos me aconsejarían conformidad y sacrificio... Quiero que los demonios torturen a mis hijos, tanto como mis hijos me torturan a mí...
Transformando el llanto convulsivo en carcajadas estridentes, se puso a gritar:
–¡Mi dinero! ¡mi dinero! ¡Exijo mi dinero!
El Asistente se volvió hacia Orzil y, compadecido, comentó: –sí, por ahora la situación de nuestro amigo es demasiado compleja. No puede ausentarse de este recinto de prevención, sin perjuicio para sí mismo.
Dejamos al enfermo blasfemando contra nosotros con sus puños cerrados, y nos acercamos a la otra celda.
MIS OBSERVACIONES
(44) En el caso de este señor, su sufrimiento mayor es por el uso del dinero que el tan afanosamente esperó de una herencia y que por desencarnar, no pudo disfrutar. Sus hijos lo maldecían y su dolor era aún peor. El dolor seguiría mientras estuviera apegado al dinero que ahora no le servía para nada.
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz
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