26 de marzo de 2019

¿Cómo podría el público diferenciar la verdad de la mentira?

¿Cómo podría el público diferenciar la verdad de la mentira?

por Allan Kardec.

Desde que comenzaron las primeras manifestaciones de los Espíritus, algunas personas vieron en ellas un medio de especulación, una nueva mina para ser explotada. Si esta idea hubiese seguido su curso, habríamos visto pulular por todas partes a médiums y seudo médiums, ofreciendo consultas a un determinado precio por sesión. Los periódicos contarían con gran cantidad de esos anuncios.

Los médiums se habrían convertido en decidores de la suerte y el Espiritismo se habría ubicado en la misma línea de la adivinación, de la cartomancia, de la necromancia, etcétera. Ante tal desconcierto, ¿cómo podría el público diferenciar la verdad de la mentira? Poner al Espiritismo a salvo en medio de tal confusión, no sería cosa fácil. Fue imperioso impedir que él se encaminara por esa vía funesta.

Era preciso cortar por la raíz un mal que lo habría atrasado por más de un siglo. Fue lo que me esforcé en hacer, demostrando desde el principio el carácter grave y sublime de esta nueva ciencia, haciéndola salir del camino exclusivamente experimental para hacerla penetrar en el de la filosofía y la moral, revelando, finalmente, la profanación que sería explotar el alma de los muertos, al tiempo que cubrimos sus despojos con el mayor respeto.

De ese modo, señalando los inevitables abusos que resultarían de semejante estado de cosas, contribuí -y de eso me congratulo- para que no se llegara al descrédito y la explotación pública del Espiritismo, poniéndolo a la consideración, en cambio, como algo venerable y digno de respeto.

Conceptos Extratados del Libro "Viaje Espírita en 1862", por Allan Kardec.

MI COMENTARIO
Es casi una confesión de Kardec el tratar de evitar que el Espiritismo se degradara por el ejercicio de la vulgarización y del comercio. Había que encasillarlo en una filosofía y ciencia para evitar que siguiera como siglos atras siendo solo un motivo de diversión.

El Espiritismo y la ciencia


El Espiritismo y la ciencia


      La Ciencia, en su concepción filosófica es un "modo de conocimiento". Desde este punto de vista la ciencia no es ni puede ser materialista o espiritualista, la Ciencia simplemente investiga lo que ES y responde a lo que ES.

      La Ciencia es un lenguaje universal que está por encima de creencias y filosofías.Aún así hay que reconocer que la Ciencia actual está colonizada y dominada por la visión materialista que impera todavía en el mundo. La Ciencia actual está en muchos aspectos pervertida porque la han forzado a reflejar la imagen condicionada que sus mismos portavoces mantienen.

El pensador norteamericano Herbert Spencer decía:

"Existe un principio que se resiste a toda información, que se resiste a toda argumentación, que nunca deja de mantener al hombre en una ignorancia perenne; ese principio es el desestimar lo que no se ha investigado ".

      No hay nada más anticientífico que negar o afirmar a priori sin estudiar. En este sentido, la actitud de Kardec fue -a lo largo de toda su vida-, la actitud de un científico puro, no condicionado, libre,cuya única aspiración fue la búsqueda de la Verdad.

      Kardec la única pretensión que albergaba era que el Espiritismo fuera considerado una más entre el conjunto de las Ciencias Naturales.

Extractado del Boletín Flama Espírita

MI COMENTARIO


El estudio del Espíritu es una ciencia que algún día se llamará Espiritulogía. Termino que no está aún en el diccionario.
El espiritismo quedará como principios básicos convertida en una religión y que dieron origen a la espiritulogía como la astrología dió lugar a la astronomía.

¿Influyen los espíritus en nuestra vida?


¿Influyen los espíritus en nuestra vida?

Por Juan Miguel Fernández Muñoz

Una de las personas presentes, frecuentador no habitual del Centro Espírita donde nos encontrábamos, nos dijo:

– Me llama mucho la atención la manera que tiene usted de hablar de los Espíritus y del Mundo Espiritual. Usted da por seguro que esto sea real.

La contestación por nuestra parte fue sincera:

– Discúlpenos si utilizamos este lenguaje a la hora de expresarnos, pero la idea de la existencia del Mundo de los Espíritus está en nosotros tan asumida que automáticamente la manifestamos con la misma naturalidad que podríamos hablar del día y la noche.

A partir de aquí el dialogo se prolongó y este hermano adoptó la idea de estudiar la Doctrina Espírita con el fin de adquirir el suficiente conocimiento acerca de “aquello” que para él no tenía tanta seguridad.

Si estuviésemos más atentos al entorno que nos rodea, apreciaríamos la presencia de los Espíritus en nuestra vida. Ellos permanecen a nuestro lado e influyen en las decisiones que adoptamos, aunque lógicamente nuestro libre albedrío las determina.

La pregunta del Libro de los Espíritus 525 dice:

– ¿Ejercen los Espíritus alguna influencia en los acontecimientos de la vida?

Y los Espíritus contestan:

– Ciertamente, puesto que te aconsejan.

– ¿Ejercen esta influencia de otro modo que por los pensamientos que sugieren, es decir, tienen una acción directa en la realización de las cosas?

– Sí; pero nunca se apartan de las leyes de la naturaleza.

Prestemos más atención a las sugerencias espirituales, al tiempo que deberemos tener nuestra mente limpia, porque recordemos que sintonizaremos con aquellos Espíritus que se encuentran en la misma franja vibratoria que nosotros.

Los Espíritus protectores nos ayudan con sus consejos por medio de la voz de la conciencia que hacen hablar dentro de nosotros; pero como no siempre les damos la necesaria importancia, nos los dan más directos, valiéndose de las personas que nos rodean. Examinemos cada cual las diversas circunstancias felices o infelices de nuestra vida, y veremos cómo en muchas ocasiones hemos recibido consejos que no siempre hemos puesto en práctica y que, de haberlos escuchado, nos hubieran evitado muchos disgustos.

Extractado del Sitio Asociación de Estudios Espíritas de Madrid.


No hay dolor en el momento de la muerte


No hay dolor en el momento de la muerte

por P.M.H. Atwater

Cualquier dolor que deba sufrirse viene primero. Instintivamente se lucha por vivir. Eso es automático.

Es inconcebible para la mente conciente que pueda existir cualquier otra realidad fuera de la materia terrestre circunscrita por el tiempo y el espacio. Estamos acostumbrados a ello. Estamos entrenados, desde nuestro nacimiento, para vivir y desarrollarnos en ella. Conocemos que somos nosotros mismos por el estímulo externo que recibimos. La vida nos dice quienes somos y lo aceptamos así. Eso, también, es automático y debe ser esperado así.

El cuerpo se torna flácido. El corazón se detiene. No fluye aire ni hacia adentro ni hacia fuera. Se pierde la vista, el sentimiento y el movimiento – aunque la habilidad de escuchar es la última que se pierde. La identidad cesa. El “tú” que alguna vez fuiste se convierte solo en una memoria.

No hay dolor en el momento de la muerte. Sólo silencio apacible…calma…silencio.  Pero tú todavía existes.

Es fácil no respirar. De hecho, es más fácil, más cómodo e infinitamente más natural no respirar que respirar. La mayor sorpresa para la mayoría de las personas que están muriendo es darse cuenta que morir no finaliza la vida.

Venga oscuridad o venga luz; o algún tipo de evento, sea positivo o negativo o algo en el medio, esperado o no, la mayor sorpresa de todas es darse cuenta que tú eres todavía tú. Todavía puedes pensar, todavía puedes ver, oír, moverte, razonar, preguntarte, sentir, preguntar y decir chistes – si lo deseas.

Todavía estas vivo, muy vivo. Realmente, estás más vivo después de la muerte que en cualquier momento desde que naciste. Sólo que la manera de todo esto es diferente; diferente porque ya no vistes un cuerpo denso para filtrar y amplificar las diferentes sensaciones que una vez viste como los únicos indicadores válidos de lo que constituye la vida. Siempre te habían enseñado
que se debe vestir un cuerpo para vivir.

Si esperas morir cuando mueras, te decepcionarás. La única cosa que el morir hace es ayudarte a soltar, a quitar el susurro y a descartar la “chaqueta” que una vez vestiste (más comúnmente referida como el cuerpo).

Cuando mueres pierdes tu cuerpo. Eso es todo lo que pasa. Nada más se pierde. Tú no eres tu cuerpo. Es sólo algo que usas por un momento, porque vivir en el plano terrestre es infinitamente más significativo y más involucrado si estás encerrado en sus trampas y sujeto a sus reglas.


Extractado del Blog Grupo Espírita de La Palma.