DALÁI LAMA
El Dalái Lama
Introducción
Queridos compatriotas tibetanos, dentro y fuera del Tíbet; todos ustedes que practican la tradición budista tibetana y todos ustedes que sienten un vínculo con el Tíbet y los Tibetanos: gracias a la visión de futuro de nuestros antiguos reyes, ministros y practicantes eruditos, las enseñanzas completas del Buda, que comprenden las enseñanzas escritas y las enseñanzas realizadas de los Tres Vehículos, los Cuatro Niveles de Tantra y los temas y disciplinas relacionados, prosperaron de manera extensa en el País de las Nieves. El Tíbet ha sido una fuente de tradiciones culturales budistas y afines, y en particular, ha aportado una gran contribución a la felicidad de un sinnúmero de seres en Asia, incluyendo los de China, Tíbet y Mongolia.
Al tiempo que defendíamos la tradición budista en el Tíbet, desarrollamos una tradición tibetana única, que consiste en reconocer las reencarnaciones de los sabios realizados; esto ha sido de tremenda utilidad para el Dharma y para los seres vivos, y en particular para la comunidad monástica.
Desde que el omnisciente Gedun Gyatso fue reconocido y confirmado como la reencarnación de Gedun Drub en el siglo quince, y desde la fundación de la institución del Dalái Lama, llamada «Gaden Phodrang Labrang», se han reconocido una sucesión de reencarnaciones. La tercera, Sonam Gyatso, es la que recibió el título de Dalái Lama. El Quinto Dalái Lama, Ngawang Lobsang Gyatso, se convirtió en jefe espiritual y político del Tíbet al establecer el Gobierno de Gaden Phodrang en 1642. Durante más de 600 años, a partir de Gedun Drub, se han reconocido una sucesión de reencarnaciones inequívocas del linaje del Dalái Lama.
Desde 1642, los Dalái Lamas actuaron como jefes políticos y espirituales del Tíbet durante 369 años. Hoy, he puesto fin voluntariamente a esta tradición, orgulloso y satisfecho de que podamos avanzar con el tipo de gobierno democrático que prospera en otras partes del mundo. En efecto, ya en 1969, expliqué claramente que eran los interesados quienes debían decidir si convenía o no que las reencarnaciones del Dalái Lama continuaran en el futuro. Ahora bien, al no existir pautas irrebatibles, si el público expresara un fuerte deseo por la continuación de los Dalái Lamas, se correría obviamente el peligro de que los intereses creados abusaran del sistema de reencarnación para alcanzar sus propias ambiciones políticas. Por consiguiente, mientras yo siga física y mentalmente sano, me parece importante establecer pautas claras para el reconocimiento del próximo Dalái Lama, para no dar cabida a dudas o engaños. Si queremos comprender de forma cabal estas pautas, es indispensable conocer el sistema utilizado para reconocer a los Tulkus, así como los conceptos fundamentales que le sirven de base. Por lo tanto, voy a explicarlos brevemente a continuación.
Las vidas pasadas y futuras
Para aceptar la reencarnación o la autenticidad de los Tulkus, tenemos que reconocer la existencia de vidas pasadas y futuras. Los seres sensibles llegan a esta vida desde una vida anterior y después de morir, vuelven a nacer. Este continuo renacer lo encontramos en todas las antiguas tradiciones espirituales y escuelas de filosofía de la India, salvo la de los Charvakas, una corriente materialista. Algunos filósofos modernos niegan la existencia de vidas pasadas y futuras en base al hecho de que no son perceptibles. Otros no llegan a una conclusión tan tajante.
Si bien muchas tradiciones religiosas aceptan el renacimiento, sus opiniones difieren en cuanto a lo que renace, cómo renace, y cómo pasa por el período de transición entre las dos vidas. Algunas tradiciones religiosas aceptan la perspectiva de vidas futuras pero rechazan la idea de vidas pasadas.
Generalmente, los budistas creemos que no hay un primer nacimiento. Si eliminamos nuestro karma y nuestras emociones destructivas, logramos liberarnos del ciclo de la existencia, y esas condiciones no podrán arrojarnos a un nuevo renacimiento. Por lo tanto, los budistas creen que se puede poner fin a tener que renacer sometidos al karma y a las emociones negativas, pero la mayoría de las escuelas filosóficas no aceptan que el continuo mental tenga un final. Rechazar el renacimiento pasado y futuro sería contradictorio con el concepto budista de la base, el camino y el resultado, que refleja el estado más o menos disciplinado de la mente. Si no aceptáramos ese concepto, lógicamente, tendríamos que aceptar que el mundo y sus habitantes aparecen sin causas ni condiciones. Por lo tanto, siempre y cuando seas budista, es necesario aceptar las vidas pasadas y futuras.
Para aquellos que recuerdan sus vidas pasadas, el renacimiento es algo evidente. Sin embargo, la mayoría de los seres comunes olvidan sus vidas pasadas a medida que van pasando por el proceso que abarca la muerte, el estado intermedio y el renacimiento. Como no perciben bien sus renacimientos pasados y futuros, debemos utilizar pruebas lógicas basadas en los hechos para demostrarles esos renacimientos. Existen muchos argumentos diferentes expuestos en las palabras del Buda y en comentarios ulteriores para demostrar la existencia de vidas pasadas y futuras. En breve, se resumen en cuatro puntos: todo fenómeno ha de ser precedido por un fenómeno de naturaleza similar; todo fenómeno surge de su propia causa substancial; la mente se ha familiarizado con fenómenos en el pasado; y la mente surge ya con cierta experiencia adquirida en el pasado.
En última instancia, todos estos argumentos se basan en la noción de que la naturaleza de la mente, que es la claridad y cognición, deben tener a la claridad y a la cognición como su causa sustancial. La mente no puede tener como causa sustancial cualquier otro ente, como por ejemplo un objeto inanimado. Es evidente. Por la misma lógica, deducimos que un nuevo continuo de claridad y cognición no puede producirse sin causas o a partir de causas de distinta naturaleza. De la misma manera que observamos que no se puede producir la mente en un laboratorio, deducimos que nada puede eliminar la continuidad de la claridad y la cognición sutiles.
Que yo sepa, ningún psicólogo, físico o neurólogo moderno ha logrado observar o pronosticar la producción de lo mental a partir de la materia o de modo espontáneo, sin causa alguna.
Hay gente que puede recordar su vida anterior inmediata o incluso muchas vidas anteriores. También pueden reconocer lugares y parientes de esas vidas. Esto no es algo que solo ocurría en el pasado; incluso hoy día, hay muchas personas, tanto en Oriente como en Occidente, que pueden recordar incidentes y experiencias de sus vidas pasadas. El negarlo no es una manera honesta e imparcial de llevar a cabo una investigación, porque se esta yendo en contra de los testimonios. El sistema tibetano de reconocimiento de las reencarnaciones es un método auténtico de investigación, basado en la memoria de las personas que recuerdan sus vidas anteriores
Cómo se renace
Hay dos maneras de renacer después de haber muerto: se puede renacer bajo el dominio del karma y de las emociones negativas o se puede renacer por el poder de la compasión y la oración. En el primer caso, debido a la ignorancia se crea karma negativo o positivo, y sus improntas permanecen en la conciencia. El apego y el aferramiento reactivan esas improntas o potenciales kármicos, que nos proyectan a la vida siguiente. Renacemos entonces de modo involuntario en reinos superiores o inferiores. Es así como la gente común va rotando sin parar en el ciclo de las existencias como una rueda que gira. Inclusive en circunstancias como éstas, los seres comunes pueden dedicarse a prácticas virtuosas en su vida diaria, con diligencia y una aspiración positiva. Así se van familiarizando con virtudes que podrán reactivarse en el momento de la muerte, dándoles los medios para renacer en un reino superior de la existencia.
Por otra parte, los Bodisatvas supramundanos, que han alcanzado el camino de la visión, no renacen bajo el dominio de su karma y sus emociones negativas, sino por el poder de la compasión que sienten por los seres vivos y las oraciones dedicadas a los demás. Pueden seleccionar el sitio y el momento de su renacimiento así como sus futuros padres. Este tipo de renacer, para una vida únicamente dedicada a los demás, es lo que llamamos: «renacer por el poder de la compasión y la oración».
El significado de «Tulku»
Según parece, la costumbre tibetana de ponerle el apelativo «Tulku» (Cuerpo de Emanación de Buda) a reencarnaciones reconocidas empezó cuando los devotos lo utilizaron como título honorario, y luego se volvió una expresión común. En general, el término Tulku indica un aspecto particular del Buda, uno de los tres o cuatro cuerpos descritos en el Vehículo del Sutra. Según esta explicación de los aspectos del Buda, una persona que está totalmente dominada por las emociones negativas y el karma todavía tiene el potencial para alcanzar el Cuerpo de la Verdad (Dharmakaya), que incluye el Cuerpo de la Verdad de la Sabiduría y el Cuerpo de la Verdad de la Naturaleza. El primero se refiere a la mente iluminada de un Buda, que ve todo tal como es, de manera simultánea, directa y con precisión. Esa mente ha sido purificada de todas las emociones negativas y sus improntas, gracias a la acumulación de méritos y sabiduría durante un largo período. El segundo, el Cuerpo de la Verdad de la Naturaleza, se refiere a la naturaleza vacía de esa mente omnisciente iluminada. Conjuntamente, estos dos son aspectos de los Budas para beneficio propio.
Puesto que no son directamente accesibles a todos, sino solamente a los otros Budas, es imprescindible que los Budas se manifiesten en formas físicas accesibles a los seres sensibles para poder ayudarlos. Por consiguiente, el aspecto físico definitivo de un Buda es el Cuerpo del Gozo Completo (Sambhogakaya), accesible a los Bodisatvas supramundanos, que tiene cinco aspectos invariables como el morar en el Cielo Akanishta. A partir del Cuerpo del Gozo Completo se manifiestan los innumerables Cuerpos de Emanación o Tulkus (Nirmanakaya) de los Budas, que aparecen con forma celeste o humana y son asequibles incluso para los seres comunes. Estos dos aspectos físicos del Buda se llaman Cuerpos de Forma, y están destinados a ayude a los seres.
Existen tres tipos de Cuerpo de Emanación: a) el Cuerpo Supremo de Emanación, como el Buda Sakyamuni —Buda histórico que manifestó las doce hazañas de un Buda, como nacer en el sitio escogido por él mismo, etc.—; b) el Cuerpo Artístico de Emanación que sirve a los demás al manifestarse como artesanos, artistas, etc.; y c) el Cuerpo de Emanación Encarnado, que permite al Buda aparecer con formas tan diversas como seres humanos, deidades, ríos, puentes, plantas medicinales y árboles, para ayudar a los seres . De los tres tipos de Cuerpo de Emanación, las reencarnaciones de maestros espirituales reconocidos, llamados ‘Tulkus’ en el Tíbet, pertenecen a la tercera categoría. Entre los Tulkus, muchos pueden ser Cuerpos de Emanación de Buda verdaderamente capacitados, pero no todos lo son necesariamente. Entre los Tulkus del Tíbet puede que algunos sean reencarnaciones de Bodisatvas superiores, pero otros serán únicamente de Bodisatvas en los caminos de acumulación y preparación, y también de maestros que aún no han entrado en esos caminos de Bodisatvas. Por lo tanto, el título de Tulku se otorga a los Lamas reencarnados o porque se asemejan a seres iluminados o porque tienen una relación con ciertos atributos de los seres iluminados.
Como dice Jamyang Khyentse Wangpo :
«La reencarnación es lo que ocurre cuando alguien renace después de la muerte del predecesor. La emanación es cuando hay manifestaciones sin que la fuente haya fallecido».
Reconocer las Reencarnaciones
La práctica de reconocer quién es quién identificando la vida previa de alguien ocurrió incluso cuando el mismo Buda Shakyamuni estaba vivo. Muchos relatos se encuentran en las cuatro Secciones Agama del Vinaya Pitaka, las Historias Jataka, el Sutra de los Sabios y los Necios, el Sutra de los Cien Karmas y otros sutras en los que el Tathagata reveló el funcionamiento del karma, contando innumerables historias sobre cómo los efectos de ciertos karmas creados en una vida pasada son experimentados por una persona en su vida presente. Además, en las biografías de los maestros indios que vivieron después del Buda, muchos revelan sus lugares de nacimiento anteriores. Hay muchas historias de este tipo, pero el sistema de reconocimiento y numeración de sus reencarnaciones no ocurrió en la India.
El sistema utilizado para reconocer las reencarnaciones en el Tíbet
Antes de llegar el budismo al Tíbet, la creencia en las vidas pasadas y futuras ya existía en la tradición Bon autóctona. A partir del momento de la extensión del budismo por todo el país, prácticamente todos los Tibetanos creyeron en las vidas pasadas y por venir. Prosperó la costumbre de investigar las reencarnaciones de maestros espirituales defensores del Dharma y de dedicarles oraciones fervientes. Muchas escrituras auténticas y libros tibetanos autóctonos como el Mani Kabum y Las Enseñanzas Quíntuples Kathang, y otros más como Los Libros de los Discípulos Kadam y La Guirnalda de Joyas: Respuestas a Dudas, compuesto por el incomparable maestro indio Dipankara Atisha en el siglo XI en el Tíbet, relatan las reencarnaciones del Arya Avalokistesvara, el Bodisatva de la compasión.
No obstante, la tradición actual de reconocer formalmente las reencarnaciones de maestros empezó a principios del siglo XIII, con el reconocimiento de Karmapa Pagshi como reencarnación de Karmapa Dusum Khyenpa por sus discípulos, según su profecía. Desde entonces, se han sucedido diecisiete encarnaciones Karmapa en el curso de más de novecientos años. Asimismo, desde que Kunga Sangmo fue reconocida como reencarnación de Khandro Choekyi Dronme en el siglo XV, ha habido más de diez encarnaciones de Samding Dorje Phagmo. Entre los Tulkus reconocidos en el Tíbet hay monjes, monjas y practicantes tántricos laicos de ambos sexos. El sistema de reconocer las reencarnaciones se extendió poco a poco a otras tradiciones budistas tibetanas y al Bon. Hoy en día, en todas las tradiciones budistas tibetanas, los Sakya, Gelug, Kagyu y Nyingma, así como los Jonang y Bodong, se encuentran Tulkus reconocidos al servicio del Dharma. También es evidente que hay algunos Tulkus que son una vergüenza.
El omnisciente Gedun Drub, discípulo directo de Je Tsongkhapa, fundó el monasterio de Tashi Lhunpo en Tsang y se ocupó de sus estudiantes. Murió en 1474, a los 84 años. Al principio, no se hizo un esfuerzo para encontrar su reencarnación, pero la gente tuvo que reconocer a Sangye Chophel, un niño nacido en Tanak, Tsang (1476), por los recuerdos intachables y asombrosos que relataba de su vida anterior. A partir de entonces, se volvió una tradición que el Gaden Phodrang Labrang y más tarde el Gobierno Gaden Phodrang buscaran y reconocieran las reencarnaciones sucesivas de los Dalái Lamas.
Los métodos para reconocer las reencarnaciones
Una vez creado el sistema de reconocimiento de los Tulkus, se desarrollaron diferentes maneras de proceder. Entre las más importantes se encuentran: el hecho de que el predecesor dejara una carta con predicciones, instrucciones e indicaciones sobre lo que podría ocurrir; el que una reencarnación relate y hable de su vida anterior con detalles exactos; la identificación de pertenencias del predecesor y el reconocimiento de personas allegadas a él. Además, hay modos adicionales como el pedir una adivinación a maestros espirituales fidedignos, consultar a oráculos terrenales que hablan a través de médiums en trance y observar las visiones que se manifiestan en los lagos sagrados de los protectores, como el Lhamoi Latso, un lago sagrado al sur de Lhasa.
Cuando se presentan más de un candidato al reconocimiento como Tulku, y se vuelve difícil decidir, existe la práctica de tomar la decisión final por adivinación, utilizando el método de colocar bolas de masa de cebada (zen tak) delante de una imagen sagrada e invocar el poder de la verdad.
Emanación antes de fallecer el predecesor (ma-dhé tulku)
En general, una reencarnación significa que alguien renace como ser humano después de haber muerto. Los seres sensibles comunes, normalmente, no pueden manifestar una emanación antes de morir (ma-dhé tulku), pero los Bodisatvas supramundanos, que pueden manifestarse en centenares o miles de cuerpos a la vez, sí pueden manifestar una emanación antes de morir. Entre los Tulkus reconocidos por el sistema tibetano, hay emanaciones que pertenecen al mismo continuo de conciencia que el predecesor, emanaciones relacionadas a otras por el poder del karma y de la oración, y emanaciones que surgen como resultado del nombramiento y la consagración.
El propósito principal de una reencarnación es de manifestarse para proseguir las tareas inconclusas de su predecesor en pos del Dharma y de los seres. En el caso de un Lama que es un ser común, en vez de una reencarnación que pertenezca al mismo continuo de conciencia, otra persona cuya relación con ese Lama se basa en karma puro y oraciones podría ser reconocida como su emanación. Otra posibilidad es que el Lama nombre como sucesor a un discípulo suyo, o a una persona joven que llegará a ser conocida como su emanación. Como existen estas posibilidades en el caso de un ser común, es factible que antes de que muera, deje una emanación que no sea del mismo continuo mental. En algunos casos, un gran Lama puede tener varias reencarnaciones simultáneamente, como por ejemplo encarnaciones del cuerpo, de la palabra y de la mente, etc. En estos tiempos, ha habido emanaciones muy conocidas antes de la muerte del predecesor, como la de Dudjom Jigdral Yeshe Dorje y la de Chogye Trichen Ngawang Khyenrab
El uso de la Urna dorada
A medida que empeora esta era de la degeneración, y por ser reconocidas múltiples reencarnaciones de grandes Lamas, algunas por motivos políticos, un número creciente han sido reconocidas por medios inapropiados y muy discutibles, lo que ha causado un gran daño al Dharma.
Durante el conflicto entre el Tíbet y los Gurkhas (1791-93) el Gobierno tibetano tuvo que pedir ayuda militar a los Manchú. Gracias a ello, las tropas Gurkhas fueron expulsadas del Tíbet, pero después, los oficiales Manchú presentaron una propuesta en 29 puntos, con el pretexto de mejorar el desempeño de la administración del Gobierno Tibetano. La propuesta contenía la sugerencia de echar suertes en una urna dorada para determinar las reencarnaciones de los Dalái Lamas, Panchen Lamas y Hutuktus, título Mongol otorgado a grandes Lamas. Por lo tanto, se aplicó este procedimiento para reconocer algunas reencarnaciones del Dalái Lama, del Panchen Lama y de otros grandes Lamas. El Octavo Dalái Lama Jampel Gyatso redactó el ritual para el uso de la Urna. No obstante, a pesar de haber sido introducido, este sistema no fue utilizado en el caso del Noveno y del Decimotercero, ni tampoco en mi caso, el Decimocuarto Dalái Lama.
Incluso en el caso del Décimo Dalái Lama, la reencarnación auténtica ya se había encontrado y ese procedimiento no fue utilizado en realidad, pero para complacer a los Manchús, se anunció que sí se había sido observado.
El sistema de la Urna dorada sólo se utilizó verdaderamente en los casos del Decimoprimer y Decimosegundo Dalái Lamas. Pero también el Decimosegundo Dalái Lama había sido ya reconocido antes de emplearse este procedimiento. En realidad, solo una vez se ha reconocido un Dalái Lama utilizando la Urna. Asimismo, entre las reencarnaciones del Panchen Lama, excepto la Octava y la Novena, no hay más casos de utilización de ese método. El sistema fue impuesto por los Manchús, pero los Tibetanos no confiaban en él, porque no tenía atributos espirituales. No obstante, de ser utilizado de buena fe, podría considerarse como algo similar al método de adivinación que usa bolas de masa (zen tak).
En 1880, durante el reconocimiento del Decimotercer Dalái Lama como la reencarnación del Duodécimo, todavía existían rastros de la relación Sacerdote-Patrón entre el Tibet y los Manchús. Al ser reconocido como reencarnación indudable por el Octavo Panchen Lama, por las predicciones de los oráculos de Nechung y de Samye, y por las visiones que aparecían en el lago Lhamoi Latso, no se utilizó el método de la Urna dorada. Esto se desprende claramente del testamento final del Decimotercer Dalái Lama, fechado del año del Simio de Agua (1933), donde escribe que:
«Como todos lo saben, no fui escogido del modo usual, echando suertes en la Urna dorada; mi encarnación fue predicha y adivinada. Conforme a estas adivinaciones y profecías, fui reconocido como reencarnación del Dalái Lama y entronizado».
Cuando me reconocieron como Decimocuarta encarnación del Dalái Lama en 1939, la relación de Sacerdote-Patrón entre Tíbet y China ya había terminado. Por lo tanto, no fue necesario confirmar la reencarnación por medio de la Urna dorada. Es bien sabido que el entonces Regente del Tíbet y la Asamblea Nacional Tibetana habían seguido el procedimiento para reconocer la reencarnación del Dalai Lama teniendo en cuenta las predicciones de altos lamas, los oráculos y las visiones vistas en Lhamoe Latso; los Chinos no participaron de ninguna manera. Sin embargo, más tarde, algunos oficiales interesados del Quomindang divulgaron mentiras astuciosas en la prensa, pretendiendo haber convenido en renunciar al uso de la Urna dorada, y afirmando que Wu Chung-tsin presidió mi entronización, etcétera. Esta mentira fue desvelada en la Segunda Sesión del Quinto Congreso Popular de la Región Autónoma del Tíbet (31 de Julio de 1989) por Ngabo Ngawang Jigme, Vice-Presidente del Comité Permanente del Congreso Popular Nacional, considerado en la República Popular de China como persona muy progresista. Esto se ve de manera muy clara al final de su discurso, donde explica y relata los hechos con detalles y pruebas documentales, y les interpela diciendo:
“¿Que necesidad hay de que el Partido Comunista siga el ejemplo y perpetúe las mentiras del Quomindang?”
Estrategias engañosas y falsas expectativas
En las últimas décadas, hubo casos de administradores irresponsables del patrimonio considerable de algunos Lamas, que se permitieron el uso de métodos inapropiados para reconocer las reencarnaciones, lo que ha socavado el Dharma, la comunidad monástica y nuestra sociedad. Además, a partir de la era Manchú, las autoridades políticas chinas han utilizado repetidas veces diferentes métodos falaces para intervenir en los asuntos tibetanos y mongoles, sirviéndose del Budismo, de maestros budistas y de Tulkus como instrumentos de sus políticas. Hoy, los dirigentes autoritarios de la República Popular de China, quienes como comunistas rechazan la religión pero no dejan de inmiscuirse en los asuntos religiosos, han ordenado lo que llaman una campaña de re-educación y han publicado la «Orden número cinco» sobre el control y el reconocimiento de las reencarnaciones, entrada en vigor el 1o de Septiembre de 2007. Esto constituye un escándalo y una vergüenza. La imposición de varios métodos inapropiados para reconocer las reencarnaciones, con el propósito de destruir nuestras tradiciones culturales únicas, está causando un perjuicio difícil de remediar.
Es más, dicen que están esperando que yo muera para reconocer un Decimoquinto Dalái Lama escogido por ellos. Las reglas y reglamentos adoptados recientemente y sus declaraciones ulteriores demuestran de modo muy claro que tienen una estrategia pormenorizada para engañar a los Tibetanos, a los seguidores de la tradición budista tibetana y a la comunidad internacional. Por ello, puesto que tengo la responsabilidad de proteger al Dharma y a los seres sensibles y de oponerme a ese tipo de intriga, quiero hacer la siguiente declaración:
La próxima encarnación del Dalái Lama
Como ya he dicho anteriormente, la reencarnación es un fenómeno que debe ocurrir por medio de la decisión voluntaria de la persona interesada o cuando menos por la fuerza de su karma, sus méritos y sus plegarias. Por ende, sólo la persona que se reencarna tiene legítima autoridad para decidir dónde o cómo renacerá y cómo se ha de reconocer esa reencarnación. La realidad es que nadie puede obligar a la persona interesada ni manipularla. Para los Chinos comunistas, que rechazan explícitamente incluso la existencia de vidas pasadas o futuras, sin hablar del concepto de Tulkus reencarnados, el inmiscuirse en el sistema de reencarnación, y especialmente en las reencarnaciones de los Dalái Lamas y Panchen Lamas, está particularmente fuera de lugar. Esta cínica injerencia está en conflicto con su propia ideología política y demuestra el doble rasero que emplean. Si se perpetúa esta situación, será imposible para los Tibetanos y los seguidores de la tradición budista tibetana aceptarla.
Cuando me vaya acercando a los noventa años, consultaré a los grandes Lamas de las tradiciones budistas tibetanas, al público tibetano y a otras personas interesadas que profesan el Budismo tibetano, y volveré a considerar si la institución del Dalái Lama debe continuar o no. En ese momento, se tomará una decisión. Si se decide que debe continuar la reencarnación del Dalái Lama y si es necesario reconocer al Decimoquinto Dalái Lama, la responsabilidad recaerá principalmente sobre los funcionarios pertinentes de la fundación Gaden Phodrang Trust del Dalái Lama. Deberán consultar a los jefes de las tradiciones budistas tibetanas y a los Protectores jurados del Dharma que están inseparablemente vinculados con el linaje de los Dalái Lamas. Deberán dejarse aconsejar y guiar por estas personas y deberán aplicar los procedimientos de búsqueda y reconocimiento de acuerdo con la tradición. Dejaré instrucciones muy claras por escrito. Tengan bien presente que si la reencarnación no es reconocida por estos métodos legítimos, no deberán reconocer ni aceptar a ningún candidato escogido con fines políticos, sea quien que sea, ni siquiera a los que nazcan en la República Popular de China.
El Dalái Lama
Dharamsala
Tomado del Sitio http://eldalailama.com