Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 52 »
Con el fin de facilitar nuestra tarea, Druso nos presentó con más tranquilidad al Ministro Sanzio, informándole que estábamos estudiando, en algunos problemas de la Mansión, las leyes de la causalidad. Anhelando penetrar en más amplias esferas de conocimiento acerca del destino, investigábamos sobre el dolor...El gran mensajero, abdicando por el momento de la elevada posición jerárquica que encuadraba su personalidad distinguida, tanto por la mirada como por la inflexión de la voz, nos parecía ahora más asociado a nosotros, mostrándose más accesible.
–El dolor, sí, el dolor... –murmuró, compadecido, como si escudriñara trascendentales cuestiones en lo recóndito de su propia alma.
Y mirándonos a Hilario y a mí con inesperada ternura, agregó con dulzura:
–Lo estudio igualmente, hijos míos. Soy un funcionario humilde de las zonas abismales. Traigo conmigo la penuria y la desolación de muchos. Conozco hermanos nuestros portadores de estigmas de padecimientos atroces, que se encuentran animalizados hace siglos en los despeñaderos infernales; pero, cruzando las densas tinieblas, aunque el enigma del dolor dilacere mi corazón, nunca encontré una sola criatura olvidada por la Divina bondad.
Registrando su palabra amorosa y sabia, un inexpresable sentimiento invadió toda mi alma.
Hasta entonces, aunque ligeramente, había convivido con numerosos instructores y había obtenido de muchos de ellos enseñanzas y observaciones magistrales, pero ninguno, hasta entonces, había traído a mi espíritu aquella mezcla de elevación y cariño, de admiración y respeto que ahora envolvía mi sentimiento.
Mientras Sanzio hablaba con generosidad, centellas rojo-plateadas adornaban su cabeza, pero no era su dignidad externa la que me fascinaba. Era el acariciador magnetismo que sabía exteriorizar. Tenía la impresión de hallarme delante de mis padres, ante los cuales debía arrodillarme.
Sin que me fuese posible contener la emoción, las lágrimas ardientes bañaban mi rostro.
No pude saber si Hilario se encontraba en el mismo estado de ánimo, porque, ante mí, solamente veía a Sanzio, dominado por su grandeza humilde.
¿De dónde venía, Señor, –me preguntaba sin palabras en lo más íntimo de mi corazón– aquel personaje ilustre pero a la vez, con un alma tan sencilla? ¿En dónde había conocido yo aquellos ojos bellos y límpidos? ¿En qué lugar había recibido, un día, el rocío de amor divino, como el gusano recibe en la caverna la bendición del calor del Sol?
El Ministro percibió mi emotividad, del mismo modo que el profesor percibe la perturbación del alumno y, como si quisiera llamarme la atención sobre la necesidad de aprovechar el tiempo, avanzó hacia mí y me dijo cariñosamente:
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz
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