23 de noviembre de 2019

Las Lesiones del Cuerpo Repercuten en el Espíritu como una Corriente Eléctrica

Catalepsia. Resurrecciones

Las Lesiones del Cuerpo Repercuten en el Espíritu como una Corriente Eléctrica

por Allan Kardec.

La materia inerte es insensible. El fluido periespiritual también lo es, pero transmite la sensación al centro sensitivo que es el espíritu. Las lesiones dolorosas del cuerpo repercuten en el espíritu como una corriente eléctrica a través del fluido periespiritual, y los nervios parecen ser los hilos conductores. Los fisiólogos lo llamaron influjo nervioso, pero al no conocer las relaciones de ese fluido con el principio espiritual, no han podido explicar sus efectos.

Puede haber una interrupción por la separación de un miembro o por el seccionamiento de un nervio, pero también puede haberla en forma parcial o general y sin lesiones de por medio en los momentos de emancipación, de sobreexcitación o preocupación del espíritu. En ese estado el espíritu no se preocupa del cuerpo y en su actividad febril atrae hacia sí al fluido periespiritual que, retirándose de la superficie, produce una insensibilidad momentánea. Bajo ciertas circunstancias, se produce en el fluido periespiritual una modificación molecular que impide temporalmente la transmisión. Así es como en el ardor del combate un militar no advierte que está herido y una persona absorbida totalmente en un trabajo no oye el ruido que se hace en su entorno. Un efecto análogo, aunque más pronunciado, es el que se produce en ciertos casos de sonambulismo, de letargia y de catalepsia. También así se explica la insensibilidad de los convulsionarios y de ciertos mártires (Revista Espírita, enero de 1868: “Los aissaouá o los convulsionarios de la calle Le Peletier”).

La parálisis no tiene el mismo origen: en ella el efecto es puramente orgánico; son los mismos nervios, los hilos conductores, que ya no son aptos para permitir la circulación fluídica; en este caso las cuerdas del instrumento están alteradas.

En ciertos estados patológicos, cuando el espíritu no está ya en el cuerpo y el periespíritu sólo está unido a éste en ciertos puntos, el cuerpo tiene todas las apariencias de un cadáver, diciéndose, con razón, que la vida pende de un hilo. Este estado puede durar un tiempo más o menos prolongado; ciertas partes del cuerpo pueden comenzar a descomponerse, sin que la vida se haya extinguido completamente. Mientras ese lazo fluídico no esté cortado, el espíritu puede, gracias a una acción enérgica de su propia voluntad, o por un influjo extraño igualmente poderoso, volver al cuerpo. Así se explican ciertas prolongaciones de la vida, contrarias a toda probabilidad, y ciertas supuestas resurrecciones. Es como una planta que vuelve a brotar sirviéndose de un pequeño fragmento de raíz. Pero cuando la últimas moléculas del cuerpo fluídico se han desprendido del cuerpo carnal, o cuando éste se encuentra en un estado de degradación irreparable, el regreso a la vida se convierte en algo imposible.

Extractos del Libro "El Génesis", por Allan Kardec.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Haz un comentario