Falacia Ad Hominem, cuando se ataca sin argumentos
La falacia ad hominen, en lógica, da forma a ese tipo de recurso tan común donde alguien elige atacarnos no por los argumentos que expongamos o defendamos, sino por aquello que somos. El mensaje deja de importar para cobrar más importancia nuestro físico, nuestro género, la personalidad, la religión o cualquier aspecto ajeno al propio argumento.
«¿Eso lo ha dicho Alejandro? Entonces debe ser toda una falsedad solo porque viene de él». Este tipo de comentarios representan sin duda, un tipo realidad que se ve a menudo en múltiples contextos. Es ese intento irrespetuoso donde desacreditar a alguien que defiende una idea, poniendo el foco de atención en un aspecto irrelevante, en algo que nada tiene que ver la propia situación.
Así, y más allá de lo que podamos pensar, la falacia ad hominem es una estrategia de la retórica tan poderosa como efectista. Es más, estudios como el llevado a cabo por Ralph M. Barnes y Heather M. Johnston, de la Universidad de Montana (Estados Unidos) nos señalan que los ataques a posiciones basadas en falacias ad hominem son tan efectivos como los ataques basados en evidencias.
Si esto es así, se debe a una sencilla razón: por el impacto que crea. Se sabe, por ejemplo, que es común utilizarla en medios políticos, así como en contextos judiciales e incluso en campañas publicitarias. El objetivo es siempre el mismo: desacreditar a quien tenemos enfrente, de ahí su raíz latina y su significado: ad hominem, contra el hombre.
«¿Eso lo ha dicho Alejandro? Entonces debe ser toda una falsedad solo porque viene de él». Este tipo de comentarios representan sin duda, un tipo realidad que se ve a menudo en múltiples contextos. Es ese intento irrespetuoso donde desacreditar a alguien que defiende una idea, poniendo el foco de atención en un aspecto irrelevante, en algo que nada tiene que ver la propia situación.
Así, y más allá de lo que podamos pensar, la falacia ad hominem es una estrategia de la retórica tan poderosa como efectista. Es más, estudios como el llevado a cabo por Ralph M. Barnes y Heather M. Johnston, de la Universidad de Montana (Estados Unidos) nos señalan que los ataques a posiciones basadas en falacias ad hominem son tan efectivos como los ataques basados en evidencias.
Si esto es así, se debe a una sencilla razón: por el impacto que crea. Se sabe, por ejemplo, que es común utilizarla en medios políticos, así como en contextos judiciales e incluso en campañas publicitarias. El objetivo es siempre el mismo: desacreditar a quien tenemos enfrente, de ahí su raíz latina y su significado: ad hominem, contra el hombre.