16 de junio de 2019

En la Sabiduría Infinita está el Poder de Dios

Espiritismo, librepensador, Allan Kardec,

En la Sabiduría Infinita está el Poder de Dios

por Allan Kardec.

Si tomamos la palabra milagro en su acepción etimológica, en el sentido de cosa admirable, se producen milagros permanentemente alrededor nuestro. Los aspiramos en el aire y los encontramos a cada paso, porque todo es milagro en la naturaleza.

¿Queréis dar al pueblo, a los ignorantes, a los pobres de espíritu, una idea del poder de Dios? Mostrádselo en la sabiduría infinita que rige todas las cosas, en el sorprendente organismo de todo lo que vive, en la fructificación de las plantas, en la adaptación de todas las partes de cada ser a sus necesidades, de acuerdo con el medio donde le ha tocado vivir. Mostradles la acción de Dios en una brizna de hierba, en el pimpollo que se convierte en flor, en el Sol que a todo vivifica. Mostradles su bondad en la solicitud que dispensa a todas las criaturas, por ínfimas que sean; su previsión en la razón de ser de cada cosa, ninguna de las cuales es inútil, y en el bien que siempre proviene de un mal aparente y transitorio.

Hacedles comprender, sobre todo, que el mal verdadero es obra del hombre y no de Dios; no tratéis de amedrentarlos con el cuadro de las penas eternas, en las que acaban por dejar de creer, y que los llevan a dudar de la bondad de Dios. En lugar de eso, dadles valor mediante la certeza de que un día podrán redimirse y reparar el mal que hayan cometido. Señaladles los descubrimientos de la ciencia como revelaciones de las leyes divinas, y no como obra de Satanás.

Enseñadles, por último, a leer el libro de la naturaleza, siempre abierto ante sus ojos; ese libro inagotable en cuyas páginas están inscriptas la bondad y la sabiduría del Creador. Entonces ellos comprenderán que un Ser tan grande, que se ocupa de todo, que todo lo cuida, que todo lo prevé, forzosamente dispone del poder supremo.

Conceptos Extractados de "El Génesis", por Allan Kardec.


¿Dónde está el Infierno?

Espiritismo, librepensador, Allan Kardec,

¿Dónde está el Infierno?

por Allan Kardec.

Penetremos en esa lúgubre mansión, en ese terrible antro donde se quema; contemplemos ese humo tan espeso y esas llamas tan devoradoras y horribles, sin que nos imponga el crujido de dientes, sin que nos atemorice el chirrido de carne humana que se asa en parrillas candentes sin quemarse, y miremos con serenidad las voluminosas calderas y tiznados fogoneros que nos regala el Dios de misericordia de la iglesia. Pero, lector, no temas; adelante; no tengas miedo, no te acobardes ni te asustes, pues Orfeo entró con la lira, y si no tenemos otra Minerva como Ulises para que nos arme, ya haremos uso de nuestro fuerte y resistible escudo, la inteligencia, y con ella adelante sin horripilarse.

Bien, adelante; pero ¿hacia dónde dirigiremos nuestros pasos para llegar al infierno? ¿Dónde está? ¿Dónde tienen su residencia esos habitantes del fuego, esos moradores de las cavernas y abismos profundos? ¿Arriba o abajo? ¿En el cielo, en la atmósfera, en las nubes, más allá o en la tierra, en su centro, en un lado, o en un rinconcito incógnito de ella? La astronomía enriquecida con profundos descubrimientos nada nos dice de esa región de torturas. No debe estar pues, arriba. La geología que ha estudiado nuestro planeta, y que, a pesar del sacro historiador, ha dilucidado que los seis días de la creación son millares de siglos, y que ha evidenciado la existencia de los antípodas, tampoco ha encontrado el infierno.

¿Dónde está, iglesia romana? ¿Dónde está, señores teólogos? ¿Dónde está, sumo pontífice? ¿Cómo vuestra infalibilidad no ha dicho nada sobre la materia? ¿Ministros de Dios, lo describís, lo detalláis, y no le habéis hallado? ¿Colocasteis el paraíso entre el Tigris y el Éufrates, ese lugar tan delicioso y tan ameno, le habéis señalado entre esos dos ríos del Asia, y el infierno que tanto os interesa, no habéis podido imaginar un punto en dónde colocarle? ¿El paraíso, ave de paso que solo tuvo por objeto colocar a Adán y echarle fuera, está acotado, digámoslo así, y el infierno con tanto humo que despide, no le habéis podido encontrar la pista? ¡Ah cuánto dogma y cuanta necesidad de armonizar la razón y la religión! Yo al menos ignoro donde colocó Dios el infierno, y si fue creado antes o después de la caída de los ángeles. Y Fénelon. Bosuet y Quevedo, con su fe tan ciega, según El Semanario, tampoco nos han dicho donde está el infierno.

Pero….continuemos, al cabo poco nos cuesta admitir que existe, aunque no sea más que para probar que es incompatible con la bondad de Dios. ¿Qué es el infierno? Un lugar de tinieblas, de tormentos y de castigos sin fin para los condenados. Esta definición es mía, y si no es igual a la de la iglesia, por allá se va.

Revista La Revelación Año 1872, por Allan Kardec.

La Ciencia Había Abierto Profundos Surcos

La Ciencia Había Abierto Profundos Surcos

por Juan Antonio Durante

Siglos de experiencias, de oportunidades le fueron otorgados al ser humano para lograr el avance a que esta destinado, rompiendo con las ligaduras que lo ataron a civilizaciones ya desaparecidas, pero que aún dejan vestigios en lo más íntimo del ser, dada su vinculación con el instinto, con el materialismo éste aún pareciera dominar.

Pese a las ideas religiosas transmitidas desde Planos Superiores, la prevalencia de ese materialismo, las distorsionó porque el hombre persiste en su egoísmo y su capricho de considerarse el rey de la Creación...

Y aquellos que se denominaban como representantes de dios sobre la Tierra, se ocuparon más de su organización de verdaderos imperios clericales que dieron lugar a doce siglos de oscurantismo religioso, impidiendo el progreso de la conducta moral, de las artes, de las letras, es decir, del propio ser humano.

En contraposición a ello, surgen movimientos materialistas que pretenden oponer esos estados de “religiosidad” arcaicos y nada espirituales, su desprecio por las leyes divinas, que fueron menospreciadas y alteradas por aquellos que tenían la obligación de cumplirlas y con su ejemplo, permitir que los demás las cumplieran.

La palabra de Dios estaba olvidada, si es que alguna vez se torno recordada. Fue cuando llegó la época en que era preciso estremecer a las conciencias por medios persuasivos, por la fuerza de la prueba.

La ciencia había abierto profundos surcos en las almas y por esos surcos la fe, sin una base segura, sin una lógica esclarecedora, se iba agotando y dejaba sin vida las vertientes donde antes corría la savia de la creencia. Y cuando un páramo desértico quedaba el espíritu cuando retirasen de él la idea de Dios, idea que es la linfa vivificante y que el progreso científico haría, seguramente, desfallecer, si la Providencia Divina no nos socorriese de forma inmediata con el remedio salvador.

Pero aquella idea iba empalideciendo en la proporción que los procesos de investigación iban ganado fuerza. La ciencia establecía leyes para los fenómenos.

Extractado del Blog El Espírita Albaceteño