Experiencia Cercana a la Muerte de Maria L
DESCRIPCIÓN DE LA EXPERIENCIA:
Era madre soltera, escapando por verguenza a la confrontación con mis padres en mi país de origen, estaba sola, sin familiar alguno. La amiga que me había llamado a visitarla me había abandonado. Sin embargo, conocí un alma caritativa, una mujer que se interesó por mi viéndome sola en el hospital al que había ido para una revisión de mi avanzado embarazo, me acogió en su casa y su familia, y estuvo conmigo cuando los dolores de parto se presentaron con un adelanto de un mes del previsto.
Ya había tenido mi primer hijo a los 18 años, y también había sido dificil, pero esta vez sí que sufrí demasiado, fueron demasiadas horas de dolor sin poder dilatar lo necesario para un parto normal. El dolor y angustia fueron tal que se decidió llevarme a quirófano y esperar que dilatase para el parto natural. Gritaba por el dolor interminable, desmayándome entre tramos de dolor. Lidia, mi amiga estaba conmigo y me consolaba, incluso estaba al lado de mi cama en el quirófano, entre desmayo y desmayo. Le pedía que no permitiera que me hicieran cesárea, ya que le tenía terror a la cirugía, en un momento de intenso dolor me salí de mi cuerpo, me ví en el techo del quirófano, observé mi cuerpo dormido, ví como Lidia me llamaba angustiosamente mientras me daba palmadas en la cara para que reaccionara, para mi fue un momento de inmenso alivio, ya que no sentía dolor alguno, el sufrimiento se había evaporado, y una infinita sensación de paz me embargó, sentí que no quería salir de esa paz que me llenaba, y supe que si lo deseaba, podía elevarme y marcharme de ese lugar en cuanto lo decidiese, pero algo pasaba allí abajo, me di cuenta que Lidia gritaba llamándome y las enfermeras acudieron precipitadamente de urgencia, aunque no entendía el inglés, yo sabía perfectamente lo que estaba sucediendo, estaban angustiadas porque el oxigeno se estaba extinguiendo, y dijeron que el bebé estaba corriendo grave peligro por la falta de oxigeno, eso me angustió terriblemente, yo amaba a mi bebé, y no iba a permitir que muriese, no lo pensé ni un microsegundo más y descendí a mi cuerpo, lo siguiente fue abrir los ojos y respirar muy profundamente el delicioso oxígeno que me habían puesto en la cara, inmediatamente mi bebé nació y lo llevaron rápidamente a la incubadora, pesaba 2,600 kgs. y su piel estaba azul y cuarteada, el oxigeno había empezado a faltarle.
Ya en la sala común, Mi bebé lloraba sin parar en la incubadora, yo pedí cuidarlo en mi cama, había una gran conexión con el, sufrimos los dos, estuvimos a punto de marcharnos. Los días siguientes fueron los normales, mi niño creció y yo nunca tuve ni sentí nada especial, durante muchísimos años no relaté a nadie mi experiencia, con los años me he ido interesando en el tema de la muerte, ya que hace 9 años atrás tuve un derrame cerebral, un aneurisma roto, que me mantuvo en terapia intensiva e inconsciente durante 2 semanas, no tengo recuerdo alguno de dónde pude haber estado mientras estaba dormida ese tiempo, me recuperé relativamente pronto después del alta, y a los 60 días del evento descubrí que tenía una bolita en el seno que resultó ser cáncer de mama, lo extraño del caso, es que yo estuve palpando constantemente mis senos buscando algo, sin saberlo, solo porque había algo en mi mente que me instaba a hacerlo, me urgía a hacerlo constantemente y con urgencia, al descubrirlo y acudir a los médicos y realizar las pruebas pertinentes, ellos determinaron que no tenía nada, sin embargo, ese algo en mi me decía que sí había algo y que tenían que descubrir, fueron 2 pruebas, supuestamente negativas, pero ante mi insistencia férrea, a la tercer prueba comprobaron que yo tenía razón, tenía cancer de mama, hasta entonces ya habían pasado 4 meses y avanzado a grado 2. Creo firmemente, que quien me urgía a hacerme las exploraciones a diario hasta encontrar el tumor, y luego no cejar ante la negativa de los médicos, fue mi madre, ella falleció de cancer de mama. Es mi historia, gracias por darme la oportunidad de contarla, creo firmemente que nuestra conciencia no muere, solo nos separamos del cuerpo en lo que llamamos muerte, cuando yo estaba en el techo del quirófano, esa era yo, seguía siendo yo, lo que veía abajo era solo mi cuerpo, no era yo. Gracias.
Sabía, sin saber previamente, que tenía la capacidad de elección, irme del lugar con toda confianza de que sería a algo agradable. o quedarme, si así lo decidía, fui siempre la dueña absoluta de mi decisión.
El evento me hizo sentir que yo tenía un conocimiento que probablemente la mayoría de las personas desconocen.
La experiencia fue definitivamente real No recuerdo especialmente un gran impacto, ya que me tocó asumir muchos otros cambios en mi vida en aquel entonces.
Extractado del Sitio Web NDERF.