Prólogo de André Luiz (Espíritu)
Estudiemos la ruta de nuestro milenario peregrinar en el tiempo
Disfrutando de la comodidad en el océano de las facilidades materiales, los seres humanos no logran evadirse de los pesares de la soledad y de la angustia.
En ese navío prodigioso al que llamamos civilización, estructurado por una amplitud de conocimientos y primor de técnicas, los hombres, embarcados en él buscan el puerto que nosotros alcanzamos mediante el tránsito por la muerte.
Con todo, eso no nos impide que regresemos a bordo de la nave imponente para despertar el ánimo de los viajeros, nuestros hermanos, con el pasaporte inevitable para alcanzar el mismo país de la Verdad, al que arribarán mañana, como ayer nos aguardaba a nosotros.
Y volvemos porque la suntuosidad de la embarcación no está exenta de la bruma de la ignorancia que perturba la incursión entre los escollos del crimen, ni asegura contra la violencia de las tempestades que convulsionan su desplazamiento y amenazan su estructura.
Realmente, en ella alcanzamos una luminosa culminación en el sector de la cultura, en todo lo que se refiere a la protección de la vida física.
Sabemos equilibrar la circulación de la sangre para garantizar la seguridad del funcionamiento cardíaco; pero ignoramos cómo liberar al corazón de la cárcel de las sombras en que yace, muchas veces, inmerso en el pozo de las lágrimas, cuando no se halla encadenado a los monstruos de la delincuencia.
Identificamos la neuritis óptica con la disminución progresiva de los campos visuales y la tratamos con el medicamento apropiado para la preservación de los ojos; sin embargo, desconocemos cómo quitar las tinieblas de la visión del Espíritu.
Ofrecemos piernas y brazos artificiales a los mutilados; no obstante, somos decididamente incapaces de remediar las lesiones de los sentimientos. Actuamos con un amplio margen de éxito en los procesos patológicos de las células nerviosas, auscultando las deficiencias de vitaminas y enzimas que provocan la disminución de la tasa metabólica del cerebro; pero estamos inhabilitados para la anulación de los síndromes espirituales de aflicción y desesperanza que agravan la psicastenia y la locura. Estamos convencidos de que la hidrocefalia congénita proviene de la acumulación indebida del líquido cefalorraquídeo, provocando la dilatación del espacio por él mismo ocupado en el sector intracraneano; no obstante, no logramos percibir la causa fundamental que la provoca.
Con todo, volvemos para no confabular con aquellos que se sienten cómodos con los desequilibrios.
Retornamos para convivir con quienes contemplan el horizonte en medio de inquietudes y fatigas preguntando, en medio de llantos, sobre el final del viaje.
Con mi espíritu volcado hacia ellos –los torturados del corazón y de la inteligencia–, aspiro a escribir un libro simple sobre la evolución del alma en los dos planos, interconectados en la cuna y en la tumba, con las cuales se esboza la senda que nos lleva a Dios... Notas con las cuales, el médico desencarnado y sin pretensiones que soy –tomando como base de sus observaciones el material básico ya conquistado por la propia ciencia terrena, que también fue recogido de obras de respetables estudiosos–, pudiese decir algo respecto al cuerpo espiritual, en cuyas células sutiles nuestra propia voluntad sitúa las causas de nuestro destino sobre la Tierra.
Páginas en que se logre unir el concepto rígido de la ciencia –comprensiblemente prevenida contra toda afirmación que no esté fundada en la experimentación–, con el mensaje consolador del Evangelio de Jesucristo, del cual el Espiritismo contemporáneo se constituyó en el más alto representante en la actualidad del mundo... Un pequeño conjunto de definiciones sintéticas sobre nuestra propia alma inmortal frente al Universo...
Con todo, para esta empresa, carecía de muchos instrumentos, motivo por el cual me he valido de dos médiums diferentes* , en lugares distintos, dos corazones amigos que se ofrecieran a recibir mis humildes textos, con los que se integra mi comunicación.
Fue así, amigo mío, que este libro nació a través de misivas de un hermano a los hermanos que luchan y lloran.
Si no sientes el frío de la noche sobre el agitado mar de las pruebas humanas, distraído por las ilusiones que te llevan a burlarte de la misma Verdad, nuestras inquietudes, que tienes en tus manos, tienen un destino equivocado.
Pero si guardas contigo el estigma del sufrimiento, indagando sobre la solución de los viejos problemas del Ser y del dolor, si percibes la nube que preanuncia la tormenta y el remolino traicionero de las olas en que navegas, ¡ven con nosotros!... Estudiemos la ruta de nuestro milenario peregrinar en el tiempo para sentir el calor de la llama de nuestro propio Espíritu palpitar imperecedera en la Eternidad, y encendiendo la luz de la esperanza, percibiremos juntos, exaltados de alegría, que Dios, nuestro Padre de infinita bondad, nos trazó el divino destino para más allá de las estrellas.
ANDRÉ LUIZ Uberaba, 23-07-1958.
* A invitación del Espíritu André Luiz, los médiums Francisco Candido Xavier y Waldo Vieira recibieron los textos de este libro las noches de los días domingo y miércoles, respectivamente, en las ciudades de Pedro Leopoldo y Uberaba, Estado de Minas Gerais, Brasil. Las páginas psicografiadas por uno y otro pueden ser identificadas por el lugar de ubicación de cada uno. [Nota de los médiums.] Hasta fines de 1958, año en que fue psicografiado este libro, Chico Xavier vivió en Pedro Leopoldo, trabajando con su mediumnidad durante treinta y un años consecutivos, trasladándose a Uberaba en enero de 1959, donde residió hasta desencarnar, el 30-06-2002, a la edad de 92 años, cumpliendo con su provechosa mediumnidad psicográfica hasta nuestros días. [Nota del traductor].
Extractos del Libro "Evolución en dos mundos", por André Luiz-Chico Xavier