La conciencia sabe perfectamente nuestro destino
por Allan Kardec.La conciencia es la causa de lo que somos nosotros; somos el efecto de cuanto bueno podemos obrar, impulsados por esta causa misteriosa; ella tiende incesantemente a reformar nuestras pasiones y deseos. Os lo explicaré mejor.
La conciencia sabe perfectamente nuestro destino; pero no nos deja ver claro el sendero por donde tenemos que ir para llegar cuanto antes al fin que se propuso Dios al darnos la existencia.
Nos deja enteramente libres: marchamos ciegos, acaso todo lo mas, guiados por la razón, que si es clara y fácil, puede encaminarnos bien; pero si por efecto de estar mal cultivada, nos extravía, la conciencia nos advierte aquello de que nos hemos apartado en la vida de la senda verdadera.
El hombre queda enteramente libre de sus acciones, para hacer cuanto le parece bien o mal; pero una vez que ha obrado, se consulta a sí mismo, y encuentra esa emanación de Dios. La conciencia que le dice claro el mal que ha hecho, es como si fuese una sustancia diferente al hombre mismo, y le acusa o le congratula según lo bueno o malo que haga.
Yo decía, y no me engaño, que la conciencia es el complemento del hombre, esto es una sustancia espiritual que se emancipa de la voluntad, y se une cuando el hombre la llama para responder a su llamamiento.
Es lo único perfecto que tenemos, porque nuestro espíritu, lleno de impureza podrá ser objeto de desprecio por todos conceptos, vista su inferioridad, que se arrastró por toda clase de vicios, de iniquidad y de infamia; puro la conciencia que dice a su espíritu, por mas inferior que sea, mal lo ha hecho, no es impura ni imperfecta, porque conoce que ha obrado contra la ley de Dios.
Revista La Revelación Año 1872, por Allan Kardec.