2 de abril de 2019

La conciencia sabe perfectamente nuestro destino

La conciencia sabe perfectamente nuestro destino

por Allan Kardec.

La conciencia es la causa de lo que somos nosotros; somos el efecto de cuanto bueno podemos obrar, impulsados por esta causa misteriosa; ella tiende incesantemente a reformar nuestras pasiones y deseos. Os lo explicaré mejor.

La conciencia sabe perfectamente nuestro destino; pero no nos deja ver claro el sendero por donde tenemos que ir para llegar cuanto antes al fin que se propuso Dios al darnos la existencia.

Nos deja enteramente libres: marchamos ciegos, acaso todo lo mas, guiados por la razón, que si es clara y fácil, puede encaminarnos bien; pero si por efecto de estar mal cultivada, nos extravía, la conciencia nos advierte aquello de que nos hemos apartado en la vida de la senda verdadera.

El hombre queda enteramente libre de sus acciones, para hacer cuanto le parece bien o mal; pero una vez que ha obrado, se consulta a sí mismo, y encuentra esa emanación de Dios. La conciencia que le dice claro el mal que ha hecho, es como si fuese una sustancia diferente al hombre mismo, y le acusa o le congratula según lo bueno o malo que haga.

Yo decía, y no me engaño, que la conciencia es el complemento del hombre, esto es una sustancia espiritual que se emancipa de la voluntad, y se une cuando el hombre la llama para responder a su llamamiento.

Es lo único perfecto que tenemos, porque nuestro espíritu, lleno de impureza podrá ser objeto de desprecio por todos conceptos, vista su inferioridad, que se arrastró por toda clase de vicios, de iniquidad y de infamia; puro la conciencia que dice a su espíritu, por mas inferior que sea, mal lo ha hecho, no es impura ni imperfecta, porque conoce que ha obrado contra la ley de Dios.

Revista La Revelación Año 1872, por Allan Kardec.

Para muchos es mas fácil rezar que estudiar

Para muchos es mas fácil rezar que estudiar

por David Grossvater.

¿Que los Espiritistas Laicos no creemos en la intervención de los Espíritus Superiores? Supina conjetura y gratuita suposición. Más bien confiamos siempre en su asistencia y contamos invariablemente con su amorosa y sabia inspiración. Pero por respeto y amor y gratitud a esos Espíritus geniales, supra-evolucionados, rechazamos muchas cosas e intervenciones que arbitrariamente se les atribuyen con candidez o mala fe. De lo contrario, ¿cómo se concebiría la solidaridad universal, y la misma presencia de inteligencias superiores ayudando a los que anhelan la superación?

Debemos renovarnos y apartamos del misoneísmo y no dogmatizar tanto a los Maestros; debemos evolucionar y salir del estancamiento. Tarea dura la de los progresistas, porque hay muchos para quienes es difícil dar un paso adelante. Para muchos es mas fácil rezar que estudiar, porque el lastre se hace irreductible y casi inaccesible a los medios intelectuales cuando no hay un fondo espiritual, libre y propiciador.

Los Espiritistas Laicos, agrupados bajo el signo de "Centros de Investigaciones Metapsiquicas y Afines" (C.I.M.A.), no hacemos uso de los términos de "Kardecianismo", "Trincadismo", "Ubaldismo" ni de ningún otro "Ismo". sino que buscamos asimilar los puntos grandiosos y de positivo valor que los Maestros nos legaron.

No hacemos derivar nuestra denominación de los preclaros personajes, ni esgrimimos sus augustos nombres como bandera de guerra para herir al hermano, ni los tenemos como símbolos de sectarismo y exclusivismo para escandalizar en su nombre para lucir nuestra inoportuna manifestación de mediocridad. Somos simplemente Espiritistas que estudian y discuten libremente todos los enunciados y principios por medio del Racionalismo Científico, y ponemos en término experimental lo que en término intuitivo nos llega. Esto se llama Espiritismo Laico.

El clero de todas las religiones lucha contra el Laicismo, y si nosotros le hacemos coro al vocerío de los curas, nos tomarán prácticamente como sus acólitos.
Laicismo y dogmatismo son dos polos opuestos; una eternidad los separa y son irreconciliables.

Conceptos Extractados de "Espiritismo Laico", por David Grossvater.

La sangre nos hace parientes pero la lealtad nos convierte en familia


La sangre nos hace parientes pero la lealtad nos convierte en familia


Llegamos a este mundo como caídos de una chimenea. Al instante, nos vemos unidos a una serie de personas con los que compartimos su sangre, sus genes. Una familia que nos hará encajar en sus mundos particulares, en sus modelos educativos, que intentarán inculcarnos sus valores, más o menos acertados…
Todo el mundo tiene una familia. Tener una es algo fácil: todos tenemos un origen y unas raíces. No obstante, el mantenerla y saber cómo construirla, alimentando el vínculo día a día para conseguir que esté unida, ya entra en otro nivel.
Todos disponemos de madres, padres, hermanos, tíos… En ocasiones grandes núcleos parentales con miembros que, posiblemente, hayamos dejado de ver y tratar. ¿Hemos de sentirnos culpables por ello?
La verdad es que en ocasiones sentimos casi una obligación “moral” por llevarnos bien con ese primo con quien tan pocos intereses compartimos, y que tantos desprecios nos ha hecho a lo largo de nuestra vida. Puede que nos una la sangre, pero la vida no nos encaja con ninguna pieza, así que el alejarnos o mantener un trato justo y puntual no debe suponernos ningún trauma.
Ahora bien ¿qué ocurre cuando hablamos ya de esa familia más cercana? ¿De nuestros padres o hermanos?

El Vínculo va más allá de la sangre

En ocasiones se tiende a pensar que ser familia supone compartir algo más que la sangre o un mismo árbol genealógico. Hay quien casi de modo inconsciente, cree que un hijo debe tener los mismos valores que los padres, compartir una misma ideología y tener un patrón de conducta semejante.
Hay padres y madres que se sorprenden de lo diferentes que son los hermanos entre sí… ¿Cómo puede ser si son todos hijos de un mismo vientre? Es como si dentro del núcleo familiar tuviera que existir una armonía explícita, ahí donde no haya excesivas diferencias, donde nadie deba salirse del “patrón” y todo esté controlado y en orden.
Ahora bien, algo que debemos tener claro es que nuestra personalidad no se trasmite genéticamente al 100%, se pueden heredar algunos rasgos, y sin duda, el vivir en un entorno compartido nos hará compartir una serie de dimensiones. Pero los hijos no son moldes de los padres, ni éstos van a conseguir nunca que los niños sean como ansían sus expectativas.
La personalidad es dinámica, se construye día a día y no atiende a las barreras que en ocasiones, intenten alzar los padres o las madres. De ahí en ocasiones que aparezcan las habituales desilusiones, los encontronazos, las desavenencias…
Para crear un vínculo fuerte y seguro a nivel familiar, deben respetarse las diferencias, promover la independencia a la vez que la seguridad. Hay que respetar la esencia de cada persona en su maravillosa individualidad, sin poner alambradas, sin sancionar casa palabra y cada comportamiento…

Extractado del Blog Escuela Elipse.


Nuestro proceso evolutivo y Dios

Nuestro proceso evolutivo y Dios

por Alejandro Mota

Nuestro camino en busca de Dios parece mal haber comenzado. El Libro de los Espíritus nos da una serie de consejos sobre cómo evolucionar de forma más rápida, en la vida en sociedad y en la vida particular, pero dejando siempre claro que una y otra son caras de la misma moneda.

Jesús, por su parte, la referencia más fuerte en el Occidente de ser evolucionado y que, a lo que todo indica ya comprendía a Dios, tuvo su vida registrada en los Evangelios adoptados por los cristianos y allí se puede percibir algo muy singular sobre nuestro camino hacia la dirección Dios: la igualdad.

La historia de Jesús ocurre bien en el tiempo del Imperio Romano, con la Judea ocupada por esa potencia. En todas las intervenciones de Jesús, nunca hubo una provocación política directa, hubo cuestionamientos en cuanto a la conducta de las personas en relación a sus cercanos. El individuo venía primero que el sistema.

¿Entonces, Jesús indica que no debemos involucrarnos con política? Por el contrario, Jesús fue puesto a prueba varias veces y sus respuestas siempre fueron contra la preservación del sistema establecido fuera de los romanos fuera de los judíos, su defensa siempre fue hacia los excluidos: mujeres, niños, ladrones, marginados en general. Sus acciones eran igualitarias. Es decir, un sistema no puede ser validado o remendado si hay asimetría en las relaciones colectivas, en que unos podrían ser juzgados mejores que otros.

Así, pensando en tiempo y espacio y en nuestro infinito incierto, lo que tal vez valga la pena hoy es la dedicación a aquello que nos haga dar un paso más hacia Dios. Vivimos ciclos que tenemos que vencer, muchos personales y muchos colectivos.

En la esfera particular, buscamos el autoconocimiento para trabajar nuestras cuestiones personales; en el colectivo, a partir de la comprensión del concepto de igualdad, existe un campo vasto para criticar los sistemas político y social vigentes, que insisten en la explotación del hombre por el hombre y así perjudican el proceso de evolución de muchos.

Extractado del Blog de la Asociación Brasileña de Pedagogía Espírita.