Cuerpo Espiritual
Cuerpo espiritual después de la muerte
En suma, el psicosoma es aún un cuerpo de duración variable, según el equilibrio emotivo y el adelanto cultural de quienes lo gobiernan más allá de su expresión fisiológica, presentando algunas transformaciones fundamentales después de la muerte carnal, principalmente en el centro gástrico, por la diferenciación de los alimentos de que se provee, y en el centro genésico, cuando hay sublimación del amor, en la comunión de las almas que se reúnen en el matrimonio divino de las propias fuerzas, generando nuevas fórmulas de perfeccionamiento y progreso para el reino del Espíritu.
Ese cuerpo, que evoluciona y se perfecciona en las experiencias de acción y reacción en el plano terrestre y en las regiones espirituales fronterizas, es susceptible de sufrir alteraciones múltiples como consecuencia de la enervación provocada por nuestra caída mental en el remordimiento, o bien en la sobrexcitación impuesta por los delirios de la imaginación, responsables de innumerables disfunciones del alma originadas por los estados de hipo o hipertensión en el movimiento circulatorio de las fuerzas que conserva el organismo sutil, así como también puede desgastarse en la esfera inmediata a la esfera física, para en ella rehacerse, a través del renacimiento, conforme al molde mental preexistente, o incluso reducirse a efecto de reconstituirse nuevamente en la matriz uterina para recapitular las enseñanzas y experiencias de que tenga necesidad, conforme con las debilidades de su conciencia ante la ley.
Otros aspectos más del psicosoma examinaremos cuando las circunstancias nos induzcan a analizar su comportamiento en las regiones espirituales vecinas a la Tierra, dentro de las sociedades afines en que las almas se reúnen conforme a los ideales y las tareas nobles que abrazan, generalmente en la preparación de nuevos acontecimientos alusivos a las necesidades y problemas que les son peculiares en los dominios de la reencarnación imprescindible.
Extractos del Libro "Evolución en dos mundos", por André Luiz-Chico Xavier