Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 56 »
Después de una breve pausa, el Ministro agregó:–En nuestro Señor Jesucristo, poseemos el paradigma del eterno bien sobre la Tierra. Habiéndolo dado todo de sí en beneficio de los otros, no dudó en aceptar el supremo sacrificio para ayudar a todos, para que el bien de todos prevaleciese, aunque para él, en particular, se reservase la incomprensión y el sufrimiento, la flagelación y la muerte.
En vista de la pausa espontánea que se hizo, hambriento de luz, dije:
–Generoso amigo, ¿podríamos preguntarle, de algún modo, sobre las señales kármicas que traemos en nosotros mismos?
Sanzio reflexionó por algunos momentos, y explicó:
–Es muy difícil penetrar el sentido de las leyes divinas, con los recursos limitados de la palabra humana. Aun así, lo intentaremos, de la forma más sencilla posible. A pesar de la inexactitud, compararemos el plano físico con el reino vegetal. Cada planta produce en su época propia, según la especie a que se ajusta, y cada alma establece para sí misma las circunstancias felices o infelices en que se encuentra, de acuerdo con las acciones que practica a través de sus sentimientos, de sus ideas y decisiones en la peregrinación evolutiva. La planta, en su comienzo, yace encerrada en el embrión, y el destino, al principio de cada nueva existencia, está guardado en la mente. Con el tiempo, la planta germina, se desarrolla, florece y fructifica, y, también con el tiempo, el alma se desarrolla al sol de la eternidad, Crece en conocimiento y fructifica en amor y sabiduría. La planta, por tanto, es una crisálida de conciencia, que duerme durante largos milenios, rígidamente prendida a los principios de la genética vulgar que le impone los caracteres de los antepasados, y el alma humana, es una conciencia formada, retratando en sí las leyes que gobiernan la vida y, por ello, dispone ya, hasta cierto punto, de facultades con las cuales influir en la genética, modificando su estructura, porque la conciencia responsable hereda siempre de sí misma, ajustada a las conciencias que le son afines. Nuestra mente guarda en sí misma, en germen, los acontecimientos agradables o desagradables que le sorprenderán en el porvenir, así como la semilla minúscula encierra, potencialmente, la planta productiva en que se transformará en el futuro.
A esa altura, Hilario, inquieto, preguntó:
–¿No tendremos, en ese postulado, la consagración del determinismo de orden absoluto? Si traemos hoy, en el campo mental, todo aquello que nos sucederá mañana...
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz
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