El Sr. Home 7/11
Por más extraños que sean esos fenómenos, el entusiasmo de algunos admiradores demasiado afanosos aún ha encontrado el medio de ampliarlos con hechos puramente inventados. Por otro lado, los detractores no han permanecido inactivos; han contado sobre él todo tipo de anécdotas que sólo han existido en su imaginación. He aquí un ejemplo. El Sr. marqués de ..., uno de los personajes que mayor interés ha demostrado en el Sr. Home y en cuya casa era recibido en la intimidad, se encontraba un día en el Teatro Ópera 102 con este último. En una de las butacas se encontraba el Sr. P..., uno de nuestros suscriptores, que conocía personalmente a ambos. Su vecino entabla una conversación con él, la cual recae sobre el Sr. Home: «¿Creeríais si os dijese que ese pretenso hechicero, ese charlatán, ha encontrado un medio de entrar en la casa del marqués de ...? Pero sus artificios han sido descubiertos, y ha sido echado a puntapiés como a un vil intrigante. – ¿Estáis bien seguro de eso? – dice el Sr. P... ¿Conocéis al Sr. marqués de...? – Ciertamente, replicó el interlocutor. – En este caso – dice el Sr. P... –, observad aquel palco, donde podréis verlo en compañía del Sr. Home en persona, el cual no parece haber recibido puntapiés.» Ante eso, nuestro desafortunado narrador, no juzgando oportuno proseguir la conversación, tomó su sombrero y no volvió a aparecer. Se puede juzgar por esto el valor de ciertas aserciones.
Seguramente, si ciertos hechos divulgados por la maledicencia fuesen reales, le habrían cerrado más de una puerta; pero como las casas más honorables siempre le han abierto las puertas, debe deducirse que siempre y por todas partes se ha conducido como un caballero. Además, basta haber conversado alguna vez con el Sr. Home para ver que con su timidez y simplicidad de carácter, sería el más torpe de todos los intrigantes; insistimos en este punto por la moralidad de la causa. Volvamos a sus manifestaciones. Como nuestro objetivo es hacer conocer la verdad en interés de la ciencia, todo lo que relatamos es extraído de fuentes tan auténticas que podemos garantizar la más escrupulosa exactitud; hemos obtenido esto de testigos oculares demasiado serios, esclarecidos y distinguidos como para que su sinceridad pueda ser puesta en duda.
Si se dijese que esas personas han podido – de buena fe – ser víctimas de una ilusión, responderíamos que hay circunstancias que escapan a toda suposición de ese género; además, esas personas estaban demasiado interesadas en conocer la verdad como para no precaverse contra cualquier falsa apariencia.
Extracto de "Revista Espírita 1858", por Allan Kardec.