Este principio, desarrollado mediante el proceso de la evolución, es perfectamente asimilable al alma humana cuando, llegado su tiempo de máximo desarrollo psíquico y adquiriendo las facultades superiores del espíritu, se transforma en el principio inteligente. En sus primeras etapas actúa únicamente sin desarrollo de conciencia, pero sí bajo su propia individualidad y experiencia (animales, plantas, virus, etc.), animando la materia orgánica hasta llegar a convertirse por “evolución simultánea” en un ser consciente, inteligente, con vida propia, libre albedrío, individualidad y capaz de superar los límites del tiempo y el espacio hasta conquistar mayores etapas de desarrollo, conocimiento y evolución.
Si nos acercamos a "la nueva Biología” (Dr. Rupert Sheldrake), es necesario el paralelismo del campo mórfico de los sistemas biológicos con el “periespíritu” (ese cuerpo energético que mantiene la vida y la cohesión celular). También llamado M.O.B. (modelo organizador biológico) derivado de los sistemas organizadores biológicos que intervienen en la biogénesis y evolución de los seres vivos. Este es el eslabón que le falta al dualismo y que el espiritismo coloca como cuerpo intermediario que permite la concesión entre una mente inmaterial (la del espíritu) con un cuerpo material (a través del cerebro).
El tiempo que se abre ante nosotros es fascinante, pues lejos de negar por negar, la ciencia está acercándose cada vez más a las verdades universales que a lo largo de la historia han formado parte del sustrato íntimo, personal e intransferible del ser humano. El innato sentido del hombre respecto a su origen divino, que le acompaña desde que apareció en la Tierra como Homo sapiens, la íntima percepción de la eternidad del alma humana trascendiendo la muerte.
El tiempo que se abre ante nosotros es fascinante, pues lejos de negar por negar, la ciencia está acercándose cada vez más a las verdades universales que a lo largo de la historia han formado parte del sustrato íntimo, personal e intransferible del ser humano. El innato sentido del hombre respecto a su origen divino, que le acompaña desde que apareció en la Tierra como Homo sapiens, la íntima percepción de la eternidad del alma humana trascendiendo la muerte.
Y sobre todo, el sentido de un universo armónico, perfecto y con propósito, que todavía no vislumbramos pero intuimos como el significado de una obra al servicio de la especie humana, elegida por la Causa primera como el culmen de su expresión creadora en el trayecto hacia una perfección y felicidad para la que está destinada.
Qué lejos quedan estos planteamientos de la triste visión naturalista de un universo sin propósito, donde el hombre apenas es una colección de átomos en movimiento, sin significado alguno.
Qué lejos quedan estos planteamientos de la triste visión naturalista de un universo sin propósito, donde el hombre apenas es una colección de átomos en movimiento, sin significado alguno.
Extractado de Blog Amor, Paz y Caridad.