Consejos de Familia (Cuarta Sesión)
por Allan Kardec.(Cuarta sesión)
Buenas noches, hijos míos. Sí, hay que seguir (con las sesiones) hasta que un médium se manifieste para reemplazar a aquel que debe dejaros. Su rol de iniciador entre vosotros ha concluido: continuad lo que habéis comenzado, porque vosotros también, serviréis un día a la propagación de la verdad que proclaman, en este momento, en el mundo entero, las manifestaciones de los Espíritus. Persuadiros, hijos míos, que lo que se entiende en general por Espíritu en la Tierra, solo es Espíritu para vosotros.
Después de que ese Espíritu, o alma, es separado de la materia grosera que lo envuelve, para vosotros ya no tiene cuerpo, porque vuestros ojos materiales no pueden ya verlo; pero sigue siendo materia, en relación con aquellos que son más elevados que él. Para vosotros, mis queridos niños, voy a hacer una comparación muy imperfecta, pero que, sin embargo, podrá daros una idea de la transformación que impropiamente llamáis muerte. Figuraros una oruga que veis todos los días.
Cuando el tiempo de su existencia en ese estado ha llegado a su fin, se transforma en crisálida; pasa todavía un tiempo en ese estado, luego, el momento llegado, se despoja de su grosera envoltura, y da nacimiento a una mariposa que toma vuelo. Así, la oruga, dejando su grosera condición, representa al hombre que muere, la mariposa representa el alma que se eleva. La oruga se arrastraba sobre la tierra, la mariposa vuela hacia el cielo; ha cambiado de materia, pero aún es material.
La oruga, si razonara, no vería la mariposa que, sin embargo, habría salido del caparazón podrido de la crisálida. Así pues, el cuerpo no puede ver el alma; pero el alma envuelta de materia tiene consciencia de su existencia, y así mismo el más grande de los materialistas lo siente a veces interiormente; su orgullo, entonces, le impide dar su brazo a torcer, y se queda con su ciencia sin creencia, sin elevarse, hasta que al fin la duda le llegue.
Entonces todo no ha terminado, ya que la lucha en él es más grande; pero no es más que una cuestión de tiempo; ya que, acordaros, amigos míos, todos los hijos de Dios son creados para la perfección: felices aquellos que no pierden el tiempo por el camino. La eternidad se compone de dos periodos: la de las pruebas, que se podría llamar incubación, y la de la eclosión o penetración en la verdadera vida, que llamáis la felicidad de los elegidos.
Extractos de "Revista Espírita 1860", por Allan Kardec.
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