Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 80 »
Muchas veces, la noche me parecía poblada de fantasmas horripilantes que se burlaban de mi dolor y, en medio de la pandilla de insensibles demonios que arremetían contra mí, tenía la idea de escuchar la voz inconfundible de mi padre, clamando para mi alma: ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¡Arrepiéntete a tiempo!Me hice esquivo y desconfiado... En pavorosa crisis moral, me fui para Europa, en un largo viaje de recreo, pero el encanto de las grandes ciudades del Viejo Mundo no consiguió aliviar mis llagas internas. En todas partes, el alimento más simple se me hacía amargo en la boca, y los más bellos espectáculos artísticos solamente me producían ansiedad y desolación. Regresé a Brasil, pero no tuve valor para volver a la intimidad de nuestra antigua residencia. Amparado por la amistad de un viejo amigo de mi padre, acepté su hospitalidad por algunos días, hasta que mi salud orgánica me permitiese pensar en un cambio radical de la existencia... Envuelto por el cariño familiar de aquel amigo, dejé pasar largos meses, intentando obtener una inmerecida fuga mental... hasta que, en una noche inolvidable para mí, en la cual mi gastritis se transformó en un terrible dolor, tomé un frasco de arsénico de la despensa de mi anfitrión, creyendo que usaba bicarbonato de sodio que yo mismo había dejado allí la víspera, y el veneno me expulsó del cuerpo, imponiéndome sufrimientos terribles... Tal como había sucedido a mi madrastra, que desencarnó presa de sufrimientos atroces, pasé por la muerte en condiciones análogas... Los amigos que me habían acogido en su templo doméstico, desconociendo la equivocación de que había sido víctima, admitieron, sin sombra de duda alguna, que yo había buscado el suicidio, para extinguir las penas morales que castigaban mi alma de “joven rico y lleno de tedio en la vida”; según la versión que hicieron circular.
Silas nos miró tristemente, como quien busca el efecto de sus palabras, y prosiguió:
–Eso, sin embargo, no bastó para que pudiera resarcir mis tremendas culpas... Enloquecido, después del sepulcro, atravesé meses crueles de terror y de desequilibrio, entre los cuadros vivos que se exteriorizaban en mi mente encadenada a las creaciones de sí misma, hasta que fui socorrido por amigos de mi padre, que se hallaba, igualmente, en camino de su recuperación; y. uniéndome a él pasé a utilizar todas mis energías en la preparación de mi futuro...
Transcurridos algunos instantes de pesado silencio, concluyó:
–Como ven, la fascinación por el oro, fue el motivo de mi perdición. Tengo necesidad de hacer grandes esfuerzos en el bien y de lograr una fe vigorosa, para no caer otra vez, ya que es indispensable que me consagre a tener una nueva experiencia entre los hombres...
Leonel y Clarindo, no se hallaban más sorprendidos que Hilario y yo, que nos habíamos habituado a encontrar en Silas un admirable compañero, aparentemente exento de problemas y aflicciones.
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz
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