Libro "Acción y Reacción" Chico Xavier\André Luiz « parte 66 »
Los grandes corazones de aquella casa de amor, lloraban igualmente como el mío, mísero pecador, en lucha para curar mis defectos y, contemplando a Alzira, que se hallaba ahora de pie, acariciando los cabellos del infeliz, tuve la idea de que un ángel del cielo visitaba a un penitente del infierno.Fue Silas quien nos arrancó del silencio, ofreciendo el brazo a la abnegada hermana, conduciéndole a la salida y explicando servicial:
–La oración le proporcionó un inmenso bien, pero no le conviene despertar sino gradualmente. Todavía necesita el sueño natural y reparador para su recuperación.
Alzira se apartó aparentemente más tranquila, no obstante el golpe moral que le había causado el reencuentro.
Disfrutamos de algunos minutos de valiosa conversación en los diversos sectores de trabajo de aquel gran Instituto, hasta que, llegado el momento, nos ausentamos los cuatro, en camino hacia el antiguo hogar de nuestra hermana.
El paisaje terrestre se presentaba, en la madrugada, lleno de niebla espesa y fría.
De vuelta a los viejos lugares en que había sufrido sus dolorosas experiencias, Alzira no podía disfrazar la emoción que sentía.
Ligeramente amparada por el brazo de Silas, señalaba, aquí y allá, ese o aquél trecho de los caminos y de los terrenos de pastoreo, que evocaban en ella expresivos recuerdos...
De repente, se presentó a nuestra vista, en una estrecha planicie, el caserío en que se había desarrollado aquel funesto drama.
El lugar era una sólida construcción en franca decadencia. Sus extensos patios laterales, mostraban grandes jardines arruinados por las pisadas constantes de los bovinos de gran tamaño. Puertas destruidas, cercas derruidas y barandas inmundas, hablaban, sin palabras, de la desidia de sus moradores.
Algunas entidades espirituales extrañas, envueltas en largos velos de sombra, transitaban, absortas, por aquellos amplios lugares, como si ignorasen la presencia unas de otras.
Con visible recelo de poder ser oída, la esposa de Olimpio nos dijo en voz baja:
–Son usureros desencarnados, traídos subrepticiamente hasta aquí por Leonel y Clarindo, para que aumenten el sentido de la usura en el espíritu de mi hijo.
–¿No nos pueden ver? –preguntó Hilario comprensiblemente intrigado.
–No –confirmó Silas– podrían identificar nuestra llegada, pero, por lo que deduzco, se encuentran demasiado absortos en las ideas que les unen. No se preocupan con nuestra presencia, ya que no penetramos en su esfera mental, comulgando con sus intereses.(58)
MIS OBSERVACIONES
(58) Observen que no hay contacto vibrando en el mismo plano, pero a otras frecuencias. No se advierten unos a otros.
Libro Psicografiado, "Acción y Reacción", por Chico Xavier\André Luiz
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