Las tres caras del egoísmo
Todo lo que hacemos en la vida lo hacemos por nosotros mismos. Eso sí, existe una notable diferencia entre el “egoísmo egocéntrico”, el “egoísmo consciente” y el “egoísmo altruista”.
Que nos tachen de “egoístas” es una de las peores etiquetas que nos pueden poner. En general lo asociamos con ser “mezquino”, “ruin” e incluso “mala persona”. Curiosamente, es difícil –por no decir imposible– encontrar a un ser humano que no sea egoísta. De hecho, cada vez que señalamos el egoísmo de otra persona, lo hacemos porque se ha comportado de manera que no nos beneficia o directamente nos perjudica. Así, tildamos de “egoístas” a todos aquellos que piensan más en sus necesidades que en las nuestras.
Etimológicamente, la palabra “egoísmo” procede del latín “ego”, que significa “yo”. Lo cierto es que ser egoístas no es bueno ni malo; es necesario. Necesitamos pensar en nosotros mismos para sobrevivir física y emocionalmente. Por más que nos cueste de reconocer, todo lo que hacemos en la vida lo hacemos por nosotros mismos. ¿Por qué nos emparejamos? ¿Por qué decidimos ser padres? ¿Por qué cultivamos relaciones de amistad? ¿Por qué trabajamos? ¿Por qué ayudamos a los demás?
Al analizar en profundidad las motivaciones que residen detrás de nuestras decisiones y conductas, siempre encontramos una ganancia, por pequeña que sea, que justifica que las hayamos llevado a cabo. Ahora bien, en función de cuál sea nuestro nivel de consciencia, nuestro grado de comprensión y nuestro estado de ánimo, este egoísmo puede vivirse de tres formas muy diferentes.