El Espíritu por un Lado y el Cuerpo del Otro
Conversación con el Espíritu de una Persona Viva 8/11
por Allan Kardec.(Segunda entrevista, 2 de diciembre de 1859)
42. Evocación. R.: Estoy aquí.
43. ¿Estáis bien dormido? – R.: No demasiado; pero no tardará.
44. ¿En el caso particular en el que os encontráis, juzgáis que sea útil de hacer la evocación en nombre de Dios, como si fuese por el Espíritu de un muerto? – R.: ¿Por qué no? ¿Creéis acaso que por qué no estoy muerto, Dios me sea indiferente?
45. ¿Si, en el instante en que os encontráis aquí, vuestro cuerpo sufriese una picadura, no lo suficientemente fuerte para despertaros, pero lo suficiente para que os estremezcáis, vuestro Espíritu la sentiría? – R.: Mi cuerpo no la sentiría.
46. ¿Vuestro Espíritu tendría consciencia de ella? – R.: Ni lo más mínimo; pero notad que me habláis de una sensación ligera, y sin ningún alcance, de importancia, en referencia al cuerpo o al Espíritu.
47. A propósito de la luz, habéis dicho que se os aparecía como en el estado de vigilia, teniendo en cuenta que vuestros ojos son como ventanas por donde llega a vuestro cerebro. Concebimos ese supuesto para la luz percibida por vuestro cuerpo; pero en este momento no es vuestro cuerpo el que percibe. ¿Veis aún por un punto circunscrito o por todo vuestro ser? – R.: Es muy difícil hacéroslo comprender; el Espíritu percibe sus sensaciones sin el concurso de los órganos, y no tiene ningún punto circunscrito para percibirlas.
48. Insisto de nuevo en saber si los objetos, el espacio que os rodea, tienen para vos el mismo colorido que cuando estáis despierto. – R.: Para mí, sí, porque mis órganos no me engañan; pero ciertos Espíritus encontrarían grandes diferencias; vos, por ejemplo, distinguís los sonidos y los colores de manera totalmente diferente.
49. ¿Percibís los olores? – R.: Mejor que vos incluso.
50. ¿Diferenciáis la luz de la oscuridad? – R.: La diferencio, si; pero la oscuridad no existe para mi como para vos; veo en ella perfectamente.
Extractos de "Revista Espírita 1860", por Allan Kardec.
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