El progreso de la humanidad
por Amalia Domingo Soler.El Espiritismo quiere la reforma social, y no pretende levantar la gran fábrica del adelanto comenzando por hacer la veleta de la torre; quiere principiar por los cimientos, por esto anticipa la moral a la sabiduría, porque donde no hay moralidad no hay verdadero progreso. El hombre que no sabe mejorar sus costumbres no podrá nunca mejorar la sociedad, y el Espiritismo no quiere una vida artificial, quiere la realidad del bien.
¡Cuán distinto es el hombre de hoy del hombre de ayer!. Preguntemos al pasado, y legiones de mártires se levantarán de sus tumbas para decirnos que ayer en el mundo sólo imperaban los poderes, la guerra como razón y el fanatismo como ley, la fuerza bruta para el cuerpo y la fuerza bruta para el alma. Hoy si bien no ha concluido la guerra, tiene sus intervalos, esto es innegable; hoy los hombres discuten y a veces se entienden; y en cuanto a las creencias religiosas pasó el horror del absolutismo.
El progreso de la humanidad tiene su principio en la aplicación de la ley de la justicia, de amor y de caridad, y esta ley está fundada en la certeza del porvenir. Quitad esta certeza, y quitaréis su piedra fundamental.
Creemos que lo que no se gana no se obtiene, y encontramos más razonable el trabajo incesante del Espíritu que la perfección del alma con un goce sin recuerdos; y además que la vida misma, y las diversas aptitudes intelectuales que vemos en los hombres, los genios precoces, las inteligencias gigantes que de vez en cuando aparecen como fugaces meteoros, todo demuestra que el alma viene de muy lejos, que no ha comenzado a vivir ahora, y por último, la comunicación de los espíritus ha venido a decirnos el porqué somos libres pensadores, y es que las generaciones del siglo XIX se compone en su mayor parte de los reformadores de pasados siglos.
Los herejes de ayer somos los racionalistas de hoy, y encontramos por medio de la comunicación ultra-terrena una ley de continuidad.
Observamos que cierto número de Panteístas admiten que el alma, tomada al nacer de el todo universal, conserva su individualidad durante un tiempo indefinido y que vuelve a la masa después de haber llegado a los últimos grados de perfección. Las consecuencias de esta creencia de la doctrina Panteísta propiamente dicha; resulta perfectamente inútil tomarse el trabajo de adquirir algunos conocimientos, cuya conciencia ha de perderse después de un tiempo relativamente corto; si el alma se resiste generalmente a admitir semejante concepción, cuánto mayor no sería su pena pensando que en el momento en que llegase al conocimiento y a la perfección suprema, sería el que fuese condenado a perder el fruto de todos sus trabajos, perdiendo su individualidad.
Conceptos Extractados de "La Luz del Porvenir", por Amalia Domingo Soler.