22 de mayo de 2019

Vereda Familiar

Vereda Familiar  

Por Merchita

La lucha en familia es problema fundamental de la redención del hombre en la Tierra. ¿Cómo seremos benefactores de cien o mil personas, si aun no aprendimos a  servir cinco o diez  criaturas? Esta es una indagación lógica que se extiende a todos  los discípulos sinceros del Cristianismo.

Es necesario que el hombre aprenda a ejercer piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es bueno y agradable ante Dios.

El egoísmo es la fuente de todos   los vicios, como la caridad lo es de todas las virtudes. Destruir uno, es desenvolver la otra, tal debe ser el objetivo de todos los esfuerzos del hombre, si quiere asegurar su felicidad en este mundo, como en el futuro.

Los padres deben ejercer rigurosa vigilancia en los niños hasta los siete años, extirpándoles enérgicamente  las malas costumbres, impulsos dañinos, intentos autoritarios y todo aquello que pueda producir una estimulación negativa y que en el futuro pueda crear una barrera intraspasable para la corrección espiritual.

Las criaturas no deben ser estimuladas ni aceptadas en sus reacciones e irascibilidades censurables, pues su espíritu domina con más rapidez los instintos primarios, si la corrección es oportuna y saludable los padres deben procurar rechazar cualquier “sentimentalismo” y no confundirlo con la precocidad.

Los padres para educar no deben llegar a los extremos de la crueldad a fin de no debilitar su autoridad, evitando que la rebeldía e indisciplina se posesione de sus hijos.

Dios coloca al hijo bajo la tutela de los padres, a fin de que estos le dirijan por la senda del bien y les facilite la tarea, dando a aquel una organización débil y delicada, que le torna propicio a todas  las impresiones.

Si  sucumben los padres en esta labor, deberán soportar los disgustos resultantes de esa caída y participarán de los sufrimientos del hijo en la vida futura, por no haber hecho lo que estaba a su alcance para que el hijo avance en el camino del bien.

Los hijos deben criarse con amor, sin dejarlos actuar libremente por el solo hecho de ser “graciosos”. A fin de formarles un carácter nítidamente estoico y leal, los padres deben fortificarlos desde la infancia y corregirles sus culpas, sin llegar al culto exagerado de la personalidad humana.

Es muy peligroso que los padres sentimentales,  piensen que sus hijos siempre tienen razón y que las pequeñeces del vecino sean censuradas.

Tomado del Blog "Rincón Espírita"

MI COMENTARIO
Es muy común en estos tiempos que los padres le dén total libertad a los niños en edad de ser tutelados. Como dice el artículo, hasta una cierta edad se considera que debemos orientarlos rigurosamente hacia lo positivo de la vida y restringirles sus desvios en lo negativo. Aunque sean pequeñeces y tal vez sea en una situación jocosa. El respeto siempre debe prevalecer.