17 de junio de 2019

El Encuentro con mi Guía

Espiritismo, librepensador, Allan Kardec,

El Encuentro con mi Guía

por Claudine Camus

Fue a comienzos del año 2007 cuando mi guía se manifestó por primera vez, por escritura automática para manifestarme su protección, su amor, su consuelo y la seguridad de un más allá feliz para mi hijo recientemente fallecido. Entonces, con felicidad y emoción, supe que guiaba mis pasos por el camino de mi vida presente.

La felicidad, ya inmensa, de conocer la identidad del que me protegía, no iba a detenerse allí. Apenas una semana más tarde, en el centro espírita, fue para mi gran sorpresa recibir por escritura un mensaje del guía es ya un privilegio poco banal. Reconocí, desde las primeras palabras del espíritu incorporado esta vez en Karine, nuestra médium, a mi guía. Estaba allí, presente delante de mí y me hablaba y me abrazaba con dulzura y amor. Él también estaba feliz de haberse encontrado conmigo, por haberme conocido ya en una o varias vidas anteriores. En aquel momento privilegiado, feliz, olvidé la presencia de los espíritas a nuestro alrededor y no veía ni oía más que a él. No era ya la voz de Karine, sino otra voz de entonaciones diferentes, la voz de mi guía. Ya no veía más a Karine delante de mí en aquel cuerpo femenino, veía a mi guía. Yo tenía otro hijo, también espírita, que estaba presente a mi lado en esa sesión inolvidable. Mi protector astral no dejó de llamarlo para que se uniera a nosotros. Tomó nuestras manos, las unió entre las suyas, elevadas hacia el cielo y juntos, con fervor, “oramos por la fuerza del Padre, para que todos los niños puedan vivir esto”. Orar con un espíritu incorporado en el cuerpo del médium es un momento fuerte, único y tan conmovedor.

En esos momentos, uno piensa en Dios. El encanto y la emoción de aquel instante excepcional continuaron aún con el obsequio de cuadros medúmnicos. El primero, para mí, estaba inspirado por mi propio guía y me recordaba aquel instante de felicidad. Unos días antes yo había visto ese cuadro, creado por un pintor médium presente en el grupo, y estaba entonces muy lejos de imaginar que me estaba destinado. El segundo era para mi hijo, inspirado por su hermano fallecido evocando “El amor y la energía en fusión”. Cuántas lágrimas de emoción otra vez en esta oportunidad, pues el hecho de que mi hijo desde el más allá, pueda inspirar un cuadro a un artista médium es señal de que está verdaderamente bien y de que sigue estando cerca de nosotros y amándonos. Ser espírita no significa solamente recibir, significa sobre todo dar, dar a su prójimo, a los que sufren, encarnados o desencarnados.

Estoy consciente de tener una gran suerte y un enorme privilegio de saber que me protege desde su más allá, de poder seguir con él el camino espírita que había elegido para esta vida antes de reencarnar. Los espíritas de nuestra asociación le deben a nuestros médiums, tan dedicados a la noble causa que nosotros defendemos: el espiritismo.

Extractado de la Revista Le Journal Spirite.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Haz un comentario