La Comprensión de la Muerte como Interfase de la Vida
Por Maria Cristina ZainaAtribuida antiguamente a Dios y considerada fenómeno de la naturaleza, hasta principios del siglo XX se moría en casa, atendido por el médico y rodeado por los que conocían nuestra historia, luchas y victorias, dolores y alegrías.
El morir así, rodeado por el amor y por el respeto de los familiares y amigos, ciertamente suavizaba, y mucho, este último periodo de la vida física.
La muerte, siendo así, era considerada un proceso natural de la vida e inherente a nuestra condición de encarnados, verdadero aprendizaje para nosotros y para aquellos que nos rodeaban, permitiéndonos trabajar mejor con la posibilidad de la propia muerte.
Sin embargo, ante la constatación de que ni todos poseían recursos y familiares que se inclinasen sobre sus lechos en este momento, surgieron los primeros hospitales, denominados “Casas de Caridad”, construidos con la función de albergar los que no poseían un hogar y familiares que los acompañasen en el proceso de morir.
Es con el avance tecnológico de la segunda mitad del siglo pasado que se observa un cambio del perfil hospitalario, el cual deja de ser refugio caritativo para el moribundo carente y solitario, para transformarse en una institución que tiene por objetivo curar y salvar vidas.
Y es a partir de ahí que se observan cambios drásticos en el proceso de morir: la decisión de la muerte, antes considerada fenómeno natural y designio divino, es transferida para los hospitales y UCIs. Desterrada del hogar y de la familia, la agonía transcurre solitaria y rodeada de tubos y aparatos, con un mayor perjuicio para el niño que ve como aquel a quien ama es apartado repentinamente de su vida (los niños no deben visitar hospitales) para recibir, después, la noticia de la muerte y, por tanto, de la desaparición definitiva de aquel que, hasta entonces, era parte integrante de su pequeño mundo.
Transformamos la muerte en un tabú. ¡SACRALIZAMOS el morir!
Y entonces, pasamos a negar y a huir de nuestra propia muerte. Y negando la muerte, pasamos a luchar insanamente por la prolongación de la vida física, “a cualquier precio”.
Extractado del Boletín Flama Espírita.
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