7 de julio de 2019

Escribiendo acerca del cuerpo espiritual, que Allan Kardec denominó periespíritu

Prólogo de Emmanuel (Espíritu)

Escribiendo acerca del cuerpo espiritual, que Allan Kardec denominó periespíritu


Escribiendo acerca del cuerpo espiritual, que Allan Kardec denominó periespíritu, André Luiz no se propone ni realizar un estudio profundo respecto a la discriminación de los principios que lo estructuran ni cuestionar debatidos problemas de la filosofía y de la religión.
Desde tiempos remotos, la humanidad reconoció su existencia como organismo sutil o mediador plasmático entre el espíritu y el cuerpo carnal.

En Egipto era el ka para los sacerdotes; en Grecia era denominado eidolón en las evocaciones de las sibilas.

Paracelso, lo designaba como siendo el cuerpo sidéreo y, no hace mucho tiempo, fue denominado somod por Baraduc, al realizar éste sus investigaciones.
André Luiz, sin embargo, trata de despertar en nosotros la noción de la inmortalidad dirigiéndola principalmente a los compañeros encarnados, como una forma viva de la misma persona humana y presidiendo, con la orientación de la mente, el dinamismo del capullo celular en que el Espíritu –viajero de la Eternidad– se detiene durante algún tiempo sobre la faz de la Tierra, en trabajo evolutivo, cuando no sea en la dura labor de su propia regeneración. Y procedió así, sobre todo, para resaltar que, alcanzando la madurez moral por medio del raciocinio, nos cabe a nosotros mismos perfeccionar sus manifestaciones y enriquecer sus atributos, dado que todos nuestros sentimientos y pensamientos, palabras y obras en él se reflejan, generando consecuencias felices o desdichadas por las cuales entramos en intimidad con la luz o con las tinieblas, con la alegría o el sufrimiento.
Reconociendo su evolución, nuestro amigo simplemente esclarece que el hombre no está sentenciado al polvo de la tierra, y que de la inmovilidad del sepulcro se elevará hacia el mundo dinámico y triunfante, llevando consigo el cielo o el infierno que plasmó en sí mismo.

En suma, espera tan sólo poner en claro que el Espíritu responsable, renaciendo en el armazón de las células físicas, se sumerge en la carne, cual la imagen en la cámara oscura fotografiará recogiendo, a través de sus actos, en esa posición negativa, todas las características que reflejarán su figura exacta mediante el baño de las reacciones químicas efectuado a través de la muerte, del que extrae la suma de experiencias para su presentación positiva en la realidad mayor.
El Apóstol Pablo, en el versículo 44 del capitulo XV, de su Primera Epístola a los Corintios, aseveró con convicción: – Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

En esa preciosa síntesis encontramos, en el verbo sembrar, la idea de la evolución filogenética del Ser y, dentro de ella, el cuerpo físico y el cuerpo espiritual como vehículos de la mente en su peregrinación ascensional hacia Dios.
Es en tan grande verdad que André Luiz nos invita a reflexionar, a fin de que, por nuestra conducta recta de hoy, podamos encontrar la felicidad pura y sublime en el sol del mañana.

EMMANUEL Pedro Leopoldo, 21 de julio de 1958.

Extractos del Libro "Evolución en dos mundos", por André Luiz-Chico Xavier

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