Fluido Cósmico
Nuestra Galaxia
Para concebir, de algún modo, la grandeza inconcebible de la Creación, comparemos a nuestra galaxia con una gran ciudad, perdida entre innumerables grandes ciudades de un país cuya extensión no logramos medir.
Tomando al Sol y los mundos vecinos al nuestro como departamentos de nuestro edificio, vemos que en derredor se erigen otros edificios en todas direcciones.
Valiéndonos de instrumentos de largo alcance desde nuestra sala de observación, percibiremos que nuestra casa no es la más humilde, pero que innumerables otras la superan en expresiones de magnitud y belleza.
Conocimos que, más allá de nuestra edificación, se levantaban palacios y rascacielos como Betelgeuze, en la constelación de Orión; Cánopo, en la constelación de Navío; Arturo, en la constelación de Bootes; Antares, en el centro de la constelación de Escorpión, así como otras muchas residencias señoriales, imponentes y bellas, exhibiendo una magnificencia ante la cual nuestro patrimonio estelar quedaría muy oscuro.
Por procesos ópticos verificamos que nuestra ciudad presenta una forma de espiral y que la onda de la radio, desplazándose con la velocidad de la luz, demora mil siglos terrenos para recorrer su diámetro. En ella sorprenderemos millones de hogares, en las más diversas dimensiones y configuración, constituidos desde hace mucho y recientemente organizados, envejecidos o en vías de ser formados, en los cuales la vida y la experiencia campean victoriosas.
Extractos del Libro "Evolución en dos mundos", por André Luiz-Chico Xavier
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