Consejos de Familia (Segunda y Tercera sesión)
por Allan Kardec.(Segunda sesión)
Buenas noches, hijos míos. Si me amáis, procurad instruiros; reuniros a menudo en ese pensamiento. Poned vuestras ideas en común, es un excelente método, porque solo comunicamos, en general, las cosas que creemos buenas: tenemos vergüenza de las malas, así que las guardamos en secreto, o las comunicamos solamente a aquellos que esperamos hacer cómplices. Se disciernen los buenos pensamientos de los malos en que los primeros pueden, sin miedo alguno, ser comunicados a todo el mundo, en tanto que los últimos solo se podrían, no sin peligro, comunicar a unos pocos. Cuando un pensamiento os venga, para juzgar su valía, preguntaros si podéis sin inconvenientes hacerlo público, y si no producirá ningún mal: si vuestra consciencia os autoriza, no temáis, vuestro pensamiento es bueno. Daros mutuamente buenos consejos, y, para ello, tened en cuenta solamente el bien de aquel a quien va dirigido, y no el vuestro. Vuestra recompensa, a vosotros, estará en el placer que experimentaréis al haber sido útiles. La unión de los corazones es la fuente más fecunda de felicidad, y si muchos hombres son infelices, es porque solo buscan el bienestar para ellos solo; se les escapa precisamente porque no creen hallarlo más que en el egoísmo. Digo el bienestar y no la fortuna, ya que esta última no ha servido hasta ahora más que para sostener la injusticia, y la finalidad de la existencia es la justicia. Ahora, si la justicia fuese practicada entre los hombres, el más afortunado sería aquel que hubiese realizado la mayor suma de buenas obras. Si pues queréis haceros ricos, hijos míos, haced muchas y buenas acciones; poco importan los bienes mundanos, no es la satisfacción de la carne lo que hay que buscar, más la del alma: esta no tiene más que una duración efímera, esta otra es eterna. Es suficiente por hoy; meditad estos consejos, y tratar de ponerlos en práctica: he ahí el sendero de la salud.
(Tercera sesión)
Sí, hijos míos, heme aquí. Tened confianza en Dios, que no abandona nunca a los que hacen el bien. Lo que creéis un mal no es la más de las veces que relativo a vuestras concepciones. A menudo también el mal real no proviene más que del desánimo que ocasiona una dificultad que la calma de espíritu y la reflexión habría evitado. Reflexionad pues siempre, y, como ya os he dicho, reportad todo a Dios. Cuando sintáis alguna tristeza, lejos de abandonaros a ella, al contrario resistid, y haced todos los esfuerzos para triunfar, pensando que nada se obtiene sin esfuerzo y que el éxito esta a menudo erizado de dificultades. Llamad en vuestra ayuda a los Espíritus benévolos, ellos no pueden, como os enseñan, haced buenas obras en vuestro lugar, ni obtened nada de Dios para vosotros, porqué cada cual tiene que ganarse el mismo la perfección a la cual estamos todos destinados, pero pueden inspiraros el bien, sugeriros una conducta conveniente, y ayudaros con su concurso. No se manifiestan ostensiblemente, sino en el recogimiento; escuchad la voz de vuestra conciencia, acordándoos de mis precedentes consejos. – Confianza en Dios, calma y coraje.
Extractos de "Revista Espírita 1860", por Allan Kardec.
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