El Infierno
Intuición de las Penas Futuras
por Allan Kardec.En todos los tiempos el hombre ha creído, por intuición, que la vida futura debía ser dichosa o desgraciada, en proporción al bien o al mal que hizo en la Tierra. La idea o cuadro que de ella se forma está en relación con el desarrollo de su sentido moral y de las nociones más o menos exactas que tiene del bien y del mal; las penas y los premios son el reflejo de los instintos predominantes. Así es que los pueblos guerreros colocan la suprema felicidad en los honores tributados al valor; los pueblos cazadores, en la abundancia de la caza; los pueblos sensuales, en las delicias de la voluptuosidad. Mientras el hombre está dominado por la materia, sólo puede comprender de una manera imperfecta la espiritualidad, y por eso se crea, de las penas y goces futuros, un cuadro más material. Se figura que debe uno beber y comer en el otro mundo, pero mejor que la Tierra y cosas mejores. Más tarde se encuentra en las creencias respecto al porvenir una mezcla de espiritualidad y de materialidad, y por eso es que al lado de la beatitud contemplativa, se coloca un infierno con tormentos físicos.
Al no poder comprender más que lo que vio, el hombre primitivo calcó naturalmente su porvenir en el presente. Para comprender otros tipos distintos de los que tenía a la vista, necesitaba de un desarrollo intelectual que debía conseguirse con el tiempo. Por tanto, el cuadro que se imagina de los castigos de la vida futura no es más que el reflejo de los males de la Humanidad, pero en mayor extensión. Reúne en él todos los tormentos, todos los suplicios, todas las aflicciones que sufren en la Tierra. De este modo, en los climas abrasadores, imaginó un infierno de fuego, y en las regiones boreales, un infierno de hielo. No habiendo desarrollado todavía el sentido que debía hacerle comprender el mundo espiritual, sólo podía concebir penas materiales. He aquí la razón por la que, con algunas diferencias en la forma, el infierno de todas las religiones se asemeja.
Extractos del Libro "El Cielo y el Infierno", por Allan Kardec.
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