29 de septiembre de 2019

El Mundo y el Ser Humano que lo Habita, no Pueden Retroceder

El Mundo y el Ser Humano que lo Habita, no Pueden Retroceder

Editorial

Nuevamente la guerra nos golpea, se instala en nuestros hogares a través del televisor, nos muestra las terribles imágenes de lo que hicieron algunos hermanos nuestros. Ante tanto caos y tanta sofisticada crueldad, muchos parecen pensar que el mundo ha retrocedido y que el ser humano cada vez está peor. Pero nosotros, los espiritistas, sabemos que esto no es verdad.

¿Por qué? Porque el mundo y el ser humano que lo habita, no pueden retroceder; eso estaría en contra de las leyes divinas que son perfectas e inmutables. Podrá el hombre quedar estancado, podrá evidenciar falta de sentimiento y sensibilidad, podrá cometer crímenes atroces, pero no retrocede.

El avance de la tecnología puesta al servicio de la destrucción y de los más mezquinos intereses, hacen creer que hemos retrocedido, porque nos sorprende enterarnos cómo se libran las batallas en la actualidad.

Pero si pensamos en los comienzos de este milenio que ya termina, o peor aún, si pensamos en los tiempos remotos de los pueblos bárbaros, arrasando comarcas y poblados, sedientos de sangre, alimentándose de la brutalidad más despiadada como un hecho normal y cotidiano, nos daremos cuenta de que en algo hemos cambiado, y hoy estamos mejor.

Ahora, por lo menos, ante el horror de la guerra siempre hay voces que se levantan implorando por la paz, hay foros internacionales reclamando justicia, hay conciencias que se agitan ante el dolor y el padecimiento de los pueblos.

Eso es ya de por sí, un adelanto. Sabemos que las guerras en este plano tienen un significado particular, tienen una razón de ser, y por eso, aunque suene aberrante, son necesarias para que el hombre expíe sus culpas. Pero eso no nos exime de tener la piedad que esos hermanos despiertan, de sentir la compasión que todo ser humano de bien debe sentir por el que sufre.

Por eso nos alzamos en este pedido fraternal, universal, para invocar la bondad y la piedad de nuestro Padre por tantos hermanos que sufren, y también por aquéllos que enceguecidos por el odio, la codicia y el materialismo, no se conmueven ni reaccionan ante tanto dolor provocado.

¡Que nuestros ruegos unidos en intención e intensidad puedan llegar a todos ellos y se extiendan como un manto de paz, ayudados por el mundo espiritual superior, que siempre está deseoso y dispuesto a acompañarnos en las buenas acciones!

Extractos del Boletín "Luz y Vida"

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