13 de diciembre de 2019

¿No se Podría ver otro Motivo en esta Teoría Exclusiva del Diablo?

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¿No se Podría ver otro Motivo en esta Teoría Exclusiva del Diablo?

por Allan Kardec.

Creen algunas gentes que todos los que no son de su opinión van mal; así pues, aquellos que pretenden que todas las comunicaciones son obra del demonio, ¿acaso no estarían dominados por el miedo de que los Espíritus no fuesen de su mismo parecer sobre todos los puntos, principalmente sobre los que tocan a los intereses de este mundo, más que a los del otro? No pudiendo negar los hechos, han querido presentarlos de una manera pavorosa; pero este medio no ha contenido más que los otros. Cuando el miedo al ridículo es impotente, es preciso resignarse que las cosas sigan su curso.

El musulmán que oyera a un Espíritu hablar contra ciertas leyes del Corán, pensaría seguramente que éste era un mal Espíritu; lo mismo sería de un judío por lo que mira a ciertas prácticas de la ley de Moisés. En cuanto a los católicos, hemos oído afirmar a uno que el Espíritu que se comunicaba solo podía ser el diablo, porque se había permitido pensar de otro modo que él sobre el poder temporal, aunque por otra parte sólo hubiese predicado la caridad, la tolerancia, el amor al prójimo, y la abnegación de las cosas de este mundo, máximas todas enseñadas por el Cristo.

Los Espíritus, no siendo otros que las almas de los hombres, y los hombres no siendo perfectos, resulta de esto que hay Espíritus igualmente imperfectos, y cuyo carácter se refleja en sus comunicaciones. Es un hecho incontestable que los hay malos, astutos, profundamente hipócritas, y contra los cuales es preciso ponerse en guardia; pero, porque haya en el mundo hombres perversos, no es una razón para huir de la sociedad. Dios nos ha dado la razón y el juicio para apreciar a los Espíritus, así como a los hombres. El mejor medio de precaverse contra los inconvenientes que puede presentar la práctica del Espiritismo, no es el prohibirle, sino el hacerle comprender. Un miedo imaginario sólo impresiona un instante y no afecta a todo el mundo; la realidad claramente demostrada se comprende por todos.

Extractos del Libro "El Libro de los Médiums", por Allan Kardec.

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