El cielo y el infierno
por Marina SilvaLa creencia en la condena eterna sería un argumento bastante comprensible para justificar el miedo a la muerte, dado que es muy aterrador imaginarse un lugar en llamas, donde las almas se contorsionan y gimen desesperadas, eternamente, en presencia de un Dios sádico que todo lo mira con indiferencia. ¡Felices las almas que conquistan su lugar en el Cielo! ¿Será verdad esta afirmación? ¿Qué clase de felicidad gozaría una madre en el Cielo, si allí no estuvieran sus hijos o su esposo amado; si supiera que su familia sufre castigos horribles mientras ella descansa eternamente, entonando himnos de alabanza? A nadie le gustaría estar en ese Cielo, dejando de lado a sus seres queridos. Si nosotros, tan imperfectos y egoístas, no somos capaces de hacerlo, ¿por qué Dios lo haría? Eso no sería digno de un Padre amoroso, soberanamente justo, bueno y misericordioso.
LA NADA O LA INMORTALIDAD DEL ALMA
En su libro Educación para la muerte, el filósofo espírita Herculano Pires afirma que resultaría extraño y hasta irónico que, en un universo en el que nada se pierde, donde todo se transforma, el hombre fuese la única excepción perecedera, sujeto a desaparecer junto con su despojos.
Allan Kardec, en El Cielo y el Infierno, diserta de manera muy clara sobre la idea de la nada, y argumenta que sería muy aflictivo pensar que después de todo el esfuerzo que hacemos en la Tierra, después de todo lo que aprendemos, simplemente desapareceríamos a causa de la muerte. Eso se debe a que nos concentraríamos sólo en el presente y procederíamos de manera egoísta, ya que nuestro objetivo sería, con exclusividad, disfrutar de la vida.
Jesús ya nos había enseñado, con su propio ejemplo, que nadie muere, dado que su cuerpo espiritual se hizo visible entre los vivos después de su muerte; y Pablo de Tarso afirmó, en su Primera Epístola a los Corintios, que el cuerpo espiritual es el cuerpo de la resurrección. Aun así, algunos han representado al Cristo como un hombre muerto, colgado de la cruz, y muchos son los que creen que los muertos resucitan con su cuerpo de carne: una idea nada alentadora para aquellos que poseen cuerpos mutilados, defectuosos, o que fueron destrozados en ocasión de la muerte. Hace mucho que el hombre se pregunta acerca de su existencia. A partir del siglo XIX, este interés se ha intensificado, y se ha ampliado también hacia el tema de la reencarnación.
En la actualidad, hay nuevas modalidades de investigación, tales como en los casos de Experiencias de Casi Muerte, las visiones en el lecho de muerte, las experiencias fuera del cuerpo y la Transcomunicación Instrumental (TCI). Todas ellas reafirman la supervivencia del alma, y prueban que los Espíritus pueden comunicarse. No podemos ver a los virus, las bacterias, el aire, algunos gases, el pensamiento; pero sabemos que existen por la manifestación de sus efectos. De igual modo, la existencia del alma es también un hecho.
Extractado de la Revista La Idea - Centro Espírita Argentino.