El Espíritu encarnado tiene dos envolturas
En los fenómenos de las Ciencias naturales se actúa sobre la materia inerte que se manipula a voluntad; en los fenómenos espíritas se actúa sobre inteligencias que tienen su libre albedrío y que no están sometidas a nuestra voluntad. Por lo tanto, hay entre los fenómenos usuales y los fenómenos espíritas una diferencia radical en cuanto al principio: es por esto que la Ciencia común es incompetente para juzgarlos.
El Espíritu encarnado tiene dos envolturas: una material, que es el cuerpo, y otra semimaterial e indestructible, que es el periespíritu. Al dejar la primera, el Espíritu conserva la segunda que constituye para él una especie de cuerpo, pero cuyas propiedades son esencialmente diferentes. En su estado normal, el periespíritu es invisible para nosotros, pero puede volverse momentáneamente visible e incluso tangible: tal es la causa del fenómeno de las apariciones. Ellos están por todas partes, a nuestro alrededor; pueblan los espacios y se transportan con la velocidad del pensamiento.
Los hombres pueden entrar en relación con los Espíritus y recibir de los mismos comunicaciones directas a través de la escritura, de la palabra y por otros medios. Al estar los Espíritus a nuestro lado, o al poder atender a nuestro llamado, es posible establecer con ellos comunicaciones continuadas, a través de ciertos intermediarios. Ciertas personas son más dotadas que otras de una aptitud especial para transmitir las comunicaciones de los Espíritus: son los médiums. El papel del médium es el de un intérprete; es un instrumento del cual se sirve el Espíritu; este instrumento puede ser más o menos perfecto, y es por esto que existen comunicaciones más o menos fáciles.
Los fenómenos espíritas son de dos órdenes: las manifestaciones físicas y materiales, y las comunicaciones inteligentes. Los efectos físicos son producidos por Espíritus inferiores; los Espíritus elevados no se ocupan de esas cosas, así como nuestros sabios no se ocupan en hacer proezas musculares: su papel es el de instruir por el razonamiento.
Los Espíritus elevados no enseñan más que cosas buenas; su moral es la del Evangelio; sólo predican la unión y la caridad, y nunca engañan. Los Espíritus inferiores dicen absurdos, mentiras y a menudo hasta groserías. Todos tenemos un Espíritu familiar que se vincula a nosotros desde nuestro nacimiento, que nos guía, aconseja y nos protege; este Espíritu es siempre bueno. Además del Espíritu familiar, hay Espíritus que son atraídos hacia nosotros por su simpatía para con nuestras cualidades y nuestros defectos, o por antiguos afectos terrestres.
Extracto de la Revista Espírita 1859, Allan Kardec