El Antídoto del Egoísmo es el Amor
Por Jacira Jacinto da SilvaLa experiencia familiar, profesional y social lleva a pensar que realmente no sabemos lo suficiente para educar a nuestros hijos y siempre estamos descubriendo que podríamos haber actuado de forma distinta. No sabemos bien cómo lidiar con la cuestión material, perdiéndonos muchas veces en la forma de administrar los recursos financieros que son colocados a disposición de nuestras criaturas y de nuestros jóvenes. Lógicamente no existe receta, pero hay mucha producción literaria que puede ayudar. El espiritismo también tiene que ser una fuente de información segura y puede representar un norte en esta cuestión.
El antídoto del egoísmo es el amor. ¡Ah! ¡¡El amor!!
¿Cómo aprender a amar? ¿Cómo saber amar? ¿Cómo ser capaz de amar verdaderamente a las personas?
Tal vez la mayor de todas las expresiones del amor en la Tierra se perciba en el comportamiento de los padres, especialmente de las madres. Exceptuándose los casos extremos, de padres que abandonan o maltratan los hijos, la regla es la protección incondicional. ¿Quien más sería capaz de someterse reiteradamente a la desagradable revista íntima para visitar el hijo preso, incluso después de haber sido víctima de él mismo, de agresiones, de robos, etc.? El amor de los padres por los hijos trasciende los límites de lo razonable.
¿Acaso eso los convierte de cierta forma en ciegos, impidiéndoles ver las necesarias correcciones de rumbo que los hijos necesitan? ¿Acaso se puede llamar amor a ese sentimiento?
Es fácil decir sí, consentir, permitir; no da ningún trabajo y no es desagradable. Lo difícil es decir no, especialmente cuando al corazón le gustaría decir sí.
Existe una filosofía aplicada a las familias de dependientes químicos, llamada “Amor Exigente”, que parece bastante adecuada a la situación, así como también a toda y cualquier relación familiar, pues evidencia la necesidad de mirar al otro como un ser individual, con su bagaje en construcción, pero independiente, libre y capaz de deliberar sobre su destino. En el modelo referido, los padres son estimulados a amar a los hijos, pero nunca transformándose en cómplices, sino repudiando sus actitudes inadecuadas.
Entiendo que la expresión “amor exigente” simboliza una buena técnica de lidiar con la persona amada, pues el vínculo afectivo no puede comprometer la dignidad de las relaciones, como ocurre cuando la persona amada abusa de la otra, la esclaviza, la explota, o le falta al respeto con actitudes de ingratitud, grosería y hasta de libertinaje. En nombre del amor, padres, abuelos y otros familiares han desperdiciado grandes oportunidades de enseñar, de encauzar el ente querido hacia el rumbo del crecimiento, contribuyendo, contrariamente, a que la evolución se dilate todavía más.
En esa dirección orienta la filosofía espiritista. La misma pregunta 917 de El Libro de los Espíritus aclara que la curación de las incontables causas de los sufrimientos, que reposan todas en el egoísmo, podrá ser larga, pero ésta no se alcanzará si no se arranca el mal de raíz, o sea, por medio de la educación, que tiende a formar hombres de bien. El texto sugiere se trata de un arte, que requiere mucho tacto, mucha experiencia y una profunda observación.
Extractado del Boletín Flama Espírita.
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