16 de mayo de 2019

El Bien y el Mal


El Bien y el Mal

Por Humberto Loyo Navarrete

En todos los tiempos se ha hablado del bien y el mal, términos tradicionales de la moral donde ha recaído siempre todo el peso de la conducta humana. Por ello es obligado hacernos estas preguntas.

¿Qué entendemos nosotros por bien?. ¿Qué entendemos por mal?. Si nos ubicamos en una disciplina moral que satisfaga el pensamiento dogmático, entraríamos a considerar todas las especulaciones metafísicas y ontológicas que giran alrededor del alma; una filosofía dual o bien materialista en cualquiera de sus muchísimas ramas o variantes, o bien almista de sus tantas modalidades. Según estas filosofías el bien reposa en el alma, como legado de su origen divino y el mal en la materia filosóficamente hablando.

Es oportuno señalar ahora que, según las teologías dogmáticas del cualquier tinte, los orígenes del bien y el mal se confunden; tanto el uno como el otro obtienen su procedencia de la divinidad. Ésta crea el bien, representado por la divinidad misma, y por su inmediata creación, el alma, donde los seres seráficos ocupan el lugar de la moral más excelsa.

El origen del mal según el mismo pensamiento dogmático viene a ser el mismo “Satanás, Lucifer o El Diablo”; aunque nace bueno como los demás seres seráficos, se hace malo sin que se su ser haya tomado contacto con el mundo de la materia. Sería este un caso maravilloso, porque o la divinidad contiene las dos esencias, a lo absoluto; bueno y malo a la vez, o sus creaciones angelicales eran deficientes y no heredaban la absolutividad de sus atributos como apunta la inflexible ley de causa y efecto.

Ninguna de las dos versiones se compadece con el pensamiento racionalista donde nos encontramos ubicados; nuestra filosofía es racionalista, espiritista, del espiritismo “Luz y Verdad”, donde el mal es todo error grande o pequeño y el bien, el superlativo bien, está representado por el Espíritu-Razón. Tanto el mal como el bien obtienen su origen en el mundo.

Ningún espíritu se hace malo ni bueno, sin antes haber tomado contacto con la materia, de la única manera posible: haciéndose hombre y viviendo como tal.

Nos estamos refiriendo al bien y al mal, lo conocemos humanamente porque de otras versiones, si es que existen, nadie sabrá dar razón, desde que todo bien o todo mal conocido lo es humanamente hasta en los arcángeles y serafines porque en el supuesto caso ya negado de que existiesen, tan sólo humanamente se desenvuelven y son conocidos.

No estamos enjuiciando la paternidad divina y su existencia como causa del efecto espíritu; no, lo que tratamos de dilucidar es lo relacionado a los atributos heredados.

Extractado del Blog Escuela Elipse.